Entrevista

Ed Pávez de Tenemos Explosivos: «Nadie gana con el abandono, pero se gana con la rabia»

Por Juan Pablo Ossandón

 

Tenemos Explosivos, una de las agrupaciones más importantes de post-hardcore en Chile, finalmente debutará en Lollapalooza Chile el sábado 16 de marzo en Parque Cerrillos. Una instancia única para coronar a lo grande el tremendo presente que han cosechado gracias al tremendo ‘Cortacalles’, lanzado en 2022 –y que fue elegido en Expectador como el mejor álbum nacional de dicho año–.

Con motivo de su próxima participación en el festival, tuvimos la oportunidad de conversar con Eduardo Pávez, quien desde su residencia en Nueva York, nos compartió una nutritiva conversación sobre el presente sociopolítico de Chile, sus próximos planes discográficos, y, en general, un vistazo a la carrera que han tenido.

 

¿Cómo están preparando su debut en Lollapalooza Chile?

Ensayando. Los chicos ensayando por allá, yo ensayando por acá. Siempre funciona así. Cada uno ensayo por su lado y después nos juntamos, usualmente, el día antes como el «calentar para la prueba«. Tenemos un set, estamos viendo como corren las canciones, si nos sentimos cómodos y que está funcionando o no.

No es muy distinto a a la preparación para un show cuando tocamos en (Sala) Metrónomo, o cuando hacemos cualquier cosa. Llevamos tanto tiempo en esto que prepararnos para un show involucra más o menos lo mismo de siempre. Hay más cosas técnicas a las que poner atención, pero la preparación es la misma.

Considerando que tu vives en Nueva York, ¿cómo funcionan en la interna?

Yo creo que de a poquito hemos encontrado un sistema que nos ha funcionado. Igual llevamos tocando 15 años, de los cuales 11 han sido separados, entonces se ha forjado «una relación a distancia«. Nos comunicamos un montón por WhatsApp, reuniones por Zoom, pero con la banda nos mandamos demos así. Trabajamos las canciones, los chicos ensayan en la sala, me mandan sus ideas. Yo grabo cosas acá, y se las mando. Así cruzamos ideas. Todo es parte de un diálogo permanente, mantenemos un canal bien fluido de trabajo que se ha dado orgánicamente.

Al principio era súper difícil. No sabíamos que al sacar el nuevo disco, que en ese entonces no sabíamos que se llamaba «La Virgen de los Mataderos», dijimos: «bueno, saquemos esto«. Todos asumimos que era el último que íbamos a sacar, pero después lanzamos el «Victoria», y después llego la pandemia. Y también la pandemia trajo Zoom, que antes no era tan común sino que se usaba Skype, y había que pagarlo. Pero ahora está super democratizada la conexión. Todo el mundo tiene un celular con datos, entonces se convirtió en algo más asequible a lo que era antes y eso ha hecho que sea mucho más fácil en estos 10 años.

Hablando de ‘Cortacalles’ y de la noción historicista que integraste en sus líricas, ¿sientes que la voz de los pobladores debe imperar a la hora de contar la historia?

Creo que la respuesta de eso depende de la pregunta sobre quién está contando la historia, y porqué se está contando. Si se está contando la historia de alguien o de una situación en particular, por ejemplo en «Lautaro, la brigada» que tenemos el sample al final de los cuerpos que caen al río, o en «Aguacero» que aparece la voz de Luisa Toledo, es en ese tipo de instancias en el que las personas tienen que ver directamente con el evento que se está narrando, que a mi me parece muy valioso utilizar las voces de las personas, para que los propios testimonios también aparezcan.

La ficcionalización de los eventos políticos es importante para convertirles en formato canción, como el que hacemos nosotros que es rock, que es post-hardcore, que tiene algo de pop. Es bien de guitarras distorsionadas, pero igual de asequibles. No es crustcore, no estamos tocando nada tan difícil de acceder.

Ahora, si lo que preguntas es cuál es el sujeto revolucionario que lleva el discurso, que es algo más grande, me parece que sí porque al final sí estamos hablando de los pobladores, estamos hablando del sujeto. Creo que es importante colocar, de todas formas, la palabra de quién está haciendo el cambio, de quién es el sujeto afectado. Si al final, uno igual tiene una posición de privilegio, no hay ninguna duda. Estoy en Nueva York, tampoco estoy en la población Lo Hermida. Estoy en la academia, me he dedicado a estudiar esto, pero creo que también mi rol desde el privilegio que me involucra, la plataforma que se me ha entregado, creo que lo mínimo que puedo hacer es entregar el espacio para que las personas afectadas tengan también una voz. Sino, al final me estoy robando algo, y el interés es más compartirlo que apropiármelo.

En el contexto actual de las redes sociales y las coyunturas políticas recientes, ¿sientes que la voz de las personas se ha perdido como tal?

Yo creo que una de las grandes ilusiones que ocurrió desde el estallido, o bien, digamos desde finales de los 2000, es que, hasta ahora, la idea de que la democratización del acceso a la información iba a permitir una democratización general de la población, o de la opinión política. Y creo que es una ilusión muy profunda que probó ser falsa con los algoritmos, pero, con el desarrollo de las redes sociales, se crea la idea de las burbujas de información. Se demuestra que, en verdad, el acceso a la información no sólo está sesgado por una estructura, sino que también hay narrativas sociales que afectan la conciencia social o histórica del momento.

Pienso, por ejemplo, en el hecho de que se vea el «octubrismo» ahora como algo malo. Casi como pensar en Plaza Dignidad es como «oh, que cringe». Sin embargo, el pensar en la épica octubrista que era muy de esa época, medio simplón, pero al mismo tiempo era algo muy del folclore chileno. A mí me parece que es el espíritu más bello que ha tenido Chile en el último tiempo.

El octubrismo es una cosa maravillosa, y creo que la violencia revolucionaria es una cosa necesaria. Pero también ha habido un movimiento de ensuciar todo eso, como cuando ganó el Rechazo, la narrativa que aparee es «ah, entonces ahora está muerto eso, ahora ya no hay nada, ahora somos de derecha«. Después la derecha pierde la elección, y ahora es «no somos nada«.

Creo que hay una cansancio general con el que me identifico profundamente, porque yo me fui de Chile el 2013, y lo hice particularmente después de las marchas estudiantiles. Entonces, cuando las marchas bajaban, cuando el movimiento muere, yo decía «ya no, no quiero más». Pasó el 2006, pasó el 2013, y cuando llegó el 2019 dije «guau, pasó ahora de verdad«, y cuando se cae de nuevo fue como «bueno, se cae el ciclo«. Chile es un país profundamente conservador, y con un miedo muy profundo. Aún así, hay una voluntad política de los que estamos en esta orilla de decir «no, sobrepasemos ese miedo, hagamos un cambio«.

Ese cambio no es el cambio organizado-democrático. No tiene que ver con quién está en el poder, sino que con el movimiento, con la masa. Tiene que ver con la base. El problema principal en Chile es que no hay trabajo de base, no hay una consciencia social de base. Lo que hay es un desencanto que es lo que produce el sistema neoliberal. Produce desencanto porque lo que tiene son administradores de un modelo, entonces la izquierda o un grupo político de derecha conservadora que se autodenomina izquierda termina administrando un modelo que la gente detesta, y que identifica como modelo de izquierda. Entonces, con eso vamos a ir para la ultra derecho, y eso es lo que está pasando en Estados unidos y otras partes del mundo.

Lo único que queda es, mantener la porfía. Si al final el discurso no lo inventamos nosotros. Venimos con esta tradición hace mucho rato, y cuando nos muramos van a seguir pelotudos como nosotros manteniendo la tradición de hacer esto. Pero creo que lo único ético que se puede hacer es seguir, porque si uno se rinde y dice «métanse su país por la raja«, nadie gana. Nadie gana con el abandono, pero se gana con la rabia. Creo que esa es la diferencia principal.

Pasando a otro tema, ¿cómo las distintas disciplinas y experiencias de hoy influyen en tu trabajo lírico?

Pasa tan suave que no me doy cuenta porque estoy todo el tiempo leyendo. Por ejemplo, e indefectiblemente, lo que leo afecta lo que escribo. Entonces, el hablar sobre lo que leo, me hace desarrollar las ideas más fácil. Me pasa mucho, por ejemplo, que pedazos de las letras de la banda, en verdad son también fragmentos de obras mías. Entonces, a veces escribo una obra y me gusta un pedacito, lo saco y se lo pongo a una canción.

Mi trabajo escritural no está en diferentes compartimentos. Está todo súper mezclado. Creo que eso es lo más sincero que puedo hacer del trabajo, se afecta entero. Es como un magma; la emocionalidad no tiene cajas. Pasa todo, tengo rabia pero también alegría. Tengo tristeza pero también esperanza.

El creer que las cosas pasan por un lado, y después pasan por otro, es un poco ficcional. Somos una masa viva que tiene impulsos y le pasan cosas, y en torno a esas cosas navegamos la realidad.

¿Cómo han percibido el recibimiento y éxito de ‘Cortacalles’?

Ha sido bonito. Pasa que la banda desde siempre ha sido todo el tiempo de la idea de hacer música porque, uno, nos caemos bien; dos, porque creemos que lo que hay que decir, hay que decirlo; y tres, nunca tenemos expectativas de qué es lo que va a pasar. Cuando sacamos el ‘Cortacalles’ fue como «ojalá a alguien le guste porque a nosotros nos gusta«. No sacaremos algo que no nos gusta. Entonces cuándo aparecen las críticas sobre que ‘Cortacalles’ es uno de los mejores álbumes, o también con el Premio Pulsar, lo tomamos como un ramo de flores, como un abrazo. Eso, teniendo perfectamente en cuenta que el rótulo de lo mejor es algo que depende del contexto. Hay momentos en los cuales, lo que uno hace calza con lo que otra persona quiere escuchar y es maravilloso con dos horas.

Pero tampoco nos quita el sueño. Si eso no vuelve a pasar, si el ‘Cortacalles’ fue el gran disco y no vuelve a pasar nada, todo bien. Nosotros vamos a seguir haciendo lo que seguimos haciendo. No hay expectativas en que el éxito sea siempre para arriba. No trabajamos la construcción artística como una empresa capitalista; mientras pasen cosas y estemos contentos, la cosa va a estar bien y cuando deje de hacernos sentido, lo vamos a dejar de hacer. Por ahora nos hace sentido y se siente bien al punto en que me voy a pegar el plantón a Chile para ir por cuatro días, y me devuelvo. Hay un compromiso con el proyecto que tiene costos asociados, pero esos costos, se pagan con gracia y alegría porque se siente el placer de hacer un proyecto con los amigos en verdad.

¿Tienen algunos planes discográficos a futuro?

La banda es super áspera en ese sentido. No nos damos muchas felicidades a nosotros mismo. De hecho, sacamos el ‘Cortacalles’ y ya estábamos trabajando los temas nuevos. Estamos en eso, pero también estamos en un proceso creativo, y estos procesos en la banda involucran probar mucho.

Ahora mismo nos estamos dando un tiempo para explorar. Tenemos baterista nuevo, entonces estamos componiendo con el Matías Gray, y vemos como sale eso. En dónde encajamos, en dónde no, también porque componer con alguien nuevo involucra cambiar la dinámica. Entonces, ha sido súper bonito conocer a un nuevo miembro de la banda, reconocernos mientras lo conocemos, y armar una dinámica de escucha, de conversación.

Por ahora, estamos probando. Estamos jugando. Estamos viendo qué sale y apenas tengamos algo encantado, lo vamos a sacar, pero no hay nada concreto. Todavía hay muchas ideas y muchas ganas de sacar cosas. Estamos trabajando un videoclip. Estamos trabajando para usted, pero nunca dejamos de trabajar

¿Cómo ves todo el camino recorrido hasta el día de hoy?

Eso es súper bonito, porque es como sentir la sensación de tener una banda en Chile, ha sido siempre la sensación de gritarle a un pozo oscuro. Hasta esta banda, mi sensación siempre había sido esa como me encanta hacerlo gritarle al pozo oscuro. Es entretenido, pero no sale nada del pozo oscuro y con esta banda empezó a pasar de que se dieron las condiciones en las cuales caímos en una escena que nos ha acogido.

Estoy tocando con gente que es muy buena en lo que hace y que también sabe moverse. Yo soy más creativo, tengo ideas pero tengo poca estructura y tuve la fortuna de estar una banda con amigos que tienen estructura,  porque eso permite que los proyectos lleguen a cabo.

No quiero hacer la falsa idea de que ahora se siente como que lo logramos, porque nunca se ha sentido distinto para mí. Cuándo tocábamos en el Bar Uno con 50 personas, para mí eso era un éxito, o sea hay 50 personas que quieren escuchar lo que estoy cantando y cantan conmigo y eso era un sueño que alguien se aprendiera una letra mía. Ahora pasa en una sala más grande, entonces se siente una continuidad de eso mismo. La única tristeza que me da es la distancia con el público porque hay una barra, pero esa distancia es netamente estética. Al final la emoción se siente igual y la gente está ahí.

Es muy parecido a tener un grupo de amigos y juntarte a carretear, y que no los ves muchas veces. Los veo un par de veces al año, y el grupo te dice bueno y te tienen un asado, en mi casi vegan. Ahora se siente que el asado es más grande. Hay más amor, más cariño de por medio, más gente también. Ya no somos 10 personas en el asado, ahora somos 100.

Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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