¿Cómo sonar retro y no morir en el intento? ¿Cómo lograr retener esos elementos musicales del pasado, olvidados, fuera de época pero con un valor incalculable y registrar todo un concepto fresco, moderno y calcado a la grandeza artística? Preguntemosle a John Maus.
¿Quien es John Maus? Es un músico de origen Estadounidense -que parece sacado de algún comic cyber-punk- el cual ha logrado reimaginar esa resaca post-punk mas cercana a la histeria y frenesí legada del Punk en su estado de ebullición, desde la experimentación de sonidos electrónicos primigenios más cercano a nombres como Kraftwerk o Suicide. ¿Les suena? Digamos que es como volver a finales de los 70’s, a los primeros pasos de The Human League, al Metal Box del Public Image Ltd. de John Lydon o a unos Joy Division a portas de usar sintetizador como arma de batalla. Su música es una mezcla intrigante de ingredientes musicales fundidos en una contracultura bien entablada en tiempos difíciles de huir de la chapa Indie. No, no es Indie, más bien superó esa barrera.
El músico que ha acompañado proyectos tan variados como Panda Bear o Ariel Pink, pero se ha hecho un lugar importante en la escena de la última década actuando solo. Más allá de su música rabiosa, caótica, sintética, retro-futurista y distópica, nos encontramos ante un frontman capaz de lanzar todo tipo de artimañas en vivo, con el fin de llevar el minimalismo en su expresión más salvaje, más basura, más impactante. Si bien está alejado de lo salvaje de Iggy Pop, si entabla una similitud en su energía, en su aspecto de locura que puede llegar a aterrorizar a los más acostumbrados al Indie de supermercado. Por eso si te lo encuentras en directo, en algún Lollapalooza, Fauna Primavera o Fauna Otoño, cuidado, que te puede asustar.
Maus es un intelectual, eso es lo mejor de todo, sus canciones no son así porque sí, más bien muestran el aspecto más ostentoso de un artista que no solo compone complejas piezas de un oscuro pasado robotizado, si no que también facilita tremendas reflexiones, críticas y visiones de todo tipo de cosas. Si a esta altura lo he logrado convencer, le invito a dar un recorrido por su selecta discografía, comenzando con obra magna We Must Become the Pitiless Censors of Ourselves (2011), para luego vislumbrar la maestría de Screen Memories del año pasado y si les cayó bien, pueden dar un paseo por sus primeros trabajos (vapuleados por la crítica en ese entones) Songs y Love Is Real de 2006 y 2007 respectivamente. Y si viajan mucho más atrás, tiene otros discos no oficiales solo para obsesos maniáticos de su trabajo. Ojo que este 2018 lanza una nueva obra llamada Addendum para abrtil.