Escrita por Felipe León
Para hablar de las películas protagonizadas por Venom, hay que partir por la base de que fueron concebidas únicamente con el fin de entretener. Si bien existió detrás un afán por crear un universo propio de Marvel junto a otras cintas de Sony, las cosas fueron mutando hasta llegar al punto de no saber muy bien hacia donde iba todo el asunto. Así que lejos de algo mayor, la tercera cinta del simbionte apostó todo por darle un cierre a la historia de Eddie Brock.
En ese sentido, Venom: The Last Dance aparece como el fin esperable de una trilogía poco memorable, aunque a momentos entretenida. Una conclusión que repitió en muchos sentidos la formula de sus predecesoras, con todo lo malo que esto pueda significar. Aunque también plasmando novedades que le brindan un poco de aire fresco al desarrollo de la trama.
El problema es que la película se encarga de auto boicotearse con escenas humorísticas sin sentido. Lejos de dar un respiro divertido al desarrollo de la trama, estas terminan por romper la coherencia, y en muchos casos, el ritmo que es mucho peor.
Lo bueno
Tampoco es que Venom: The Last Dance sea horrible. Es más, el tratamiento de viaje en carretera que promueve la cinta es de lo más destacado, puesto que es la oportunidad perfecta para darle una mayor emotividad. Así, varios personajes van apareciendo y aportando a la temática central, a la vez evidencia la relación entre Eddie y Venom.
Una especie de romántica amistad que mira tanto al pasado, como al inminente quiebre que sugiere la historia con la amenaza de Knull. Las personalidades se mantienen pero evolucionan, ya que el simbionte siendo bestial también demuestra un lado más cercano a lo humano. Mientras que el personaje de Tom Hardy encuentra algo de calidez dentro de una dinámica que lo tiene en un estado de continua resaca.
Sin embargo, cuando la acción llama, sus corazones en conjunto laten más fuerte que nunca. Otro punto a destacar son algunas escenas de acción, como la del río donde son perseguidos y la batalla final. Se mantiene esa manera amorfa y confusa de pelear, pero es guiado de manera más coherente, por lo que no se transforma en algo sin pies ni cabeza.
Lo malo
Como mencioné antes, el film cuenta con numerosos detalles que se encargan de sepultar cualquier intento por generar algo memorable. La conexión entre el simbionte y Eddie sufre por estos problemas, con la trama que promueve una amenaza compleja de resolver, aunque queda en un aviso de amenaza más que en un conflicto real.
La música es otro intento fallido de hacer algo más entretenida The Last Dance, pues interrumpe en muchas ocasiones el desarrollo previo, desembocando en nada. Canciones ultra conocidas que son puestas al servicio de nada en concreto, como si las escogieran previamente sin pensar en la escena en cuestión.
Una manera forzada de hacer las cosas y que le pasa la cuenta al final de la trilogía. Nacida con la esperanza de crear algo a la altura de Venom, pero que lejos de hacerle justicia en esta versión «familiar», termina por sepultar la esencia del personaje.
Lo peor es que se deja a entrever una posible continuación, lejos del destacado dúo Eddie/Venom. Pero, ¿para qué continuar si nunca hubo una idea clara de qué hacer?