Live Review

Bill Laurance Trio en Club Chocolate: Las dedicadas manos de la persistencia

Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Alejandra Besoain

 

«Perdimos dinero por 9 años con Snarky Puppy«, fue una de las tantas frases que dijo el pianista Bill Laurance en sus interacciones verbales con el público del Club Chocolate. Una declaración que denota la realidad que adolecen miles y miles de músicos alrededor del globo, y que causó cierto impacto entre los asistentes que, uno que otro sumido en alguna suerte de relación parasocial con sus artistas favoritos, les costó creer dichas palabras.

Pero fue el mantra que nos presentó segundos antes en dicho relato, «yo creo en la importancia de la persistencia«, el que terminó por entrelazar todo el discurso a la perfección. Allí yacía una de las figuras más relevantes del jazz contemporáneo, otrora miembro de Snarky Puppy, humanizado. Era un tipo como cualquier otro que no dejó que sus manos se dejasen de mover por las teclas de su piano jamás.

¿Cuántas aflicciones tuvo que pasar para llegar a este momento?

Con una jornada que comenzaba a eso de las 20:30 hrs. con un Edén Carrasco totalmente marciano en su dominio del saxofón, mantuvo a todo el Club Chocolate absorto en su propuesta avant-garde y minimalista del jazz. Tomando el rol –análogo– de percusión, y, por supuesto, el melódico, fueron los constantes plot twists argumentales que su música recitaba los que sostuvieron expresiones variopintas y perplejas de un público que estaba rendido absolutamente ante la propuesta del artista.

A eso de las 21:20 hrs., y con una puesta en escena sobria, toman lugares las siluetas de BillMaxMarijus quienes ante las ovaciones algo estruendosas del público, invocaron el silencio atento una vez que comenzaron los ominosos acordes de «The Good Things». Con un efecto totalmente atrapante, brillaba en la oscuridad del Club Chocolate la sonrisa inagotable de un Bill Laurance que observaba a Aleksa hacer hablar la batería en un idioma único y prácticamente íntimo, que contrastaba con los libres acordes suspendidos del pianista.

El vibrante post-bop de piezas como «Swag Times» y «Chia» dejaban entrever un poco del inquieto imaginario de Laurance, siendo un sitio en el que las inquietas manos de Max hacían relucir las cuatro cuerdas, invocando una y otra vez los gritos extasiados de una audiencia totalmente regocijada ante el despliegue de los músicos. Pero aquí algo resaltaba, y quedaría más claro después. No se trataba meramente del musicianship.

Con una sencillez palpable, bastó con un «¿cómo estás, Santiago?» para invocar el fervor de una audiencia agradecida. Y es que aquí es donde la premisa mencionada anteriormente toma sentido. Claro, cada músico era todo un virtuoso en toda su ley, pero los principios pregonados por la propuesta de Laurance descansaban más bien en la traducción de ciertas sensibilidades y emociones que residen en su ser, en un esfuerzo por seguir esos sueños. Por perseverar. Por persistir.

Así sea con el carácter oceánico, delicado e intangible de «Singularity», el groove espacial de «Mr. Elevator» o la fachada nostálgica de «Smokers Castle». No había nada camuflado, nada adornado. Todo era como si Bill se mostrase como un libro abierto, que en su expresión sencilla nos invitaba a recorrer los distintos relatos y vivencias que habitan los acordes de sus piezas, en una sinergia de lo más conmovedora como vibrante. Todo estaba permitido.

Pero no fue hasta «The Keeper» que tuvimos la muestra más honesta y hasta gráfica de lo que los anhelos del músico implican. Siendo una pieza que compuso en la época que estudiaba en la University of Leeds, vislumbramos el inicio del músico quien, en una pieza sumamente reposada y cuidadosa, conmovió a todo el mundo. Con una precisión de neurocirujano y la delicadeza de un abrazo reconfortante, la solitud de las notas preciosas que inundaban las oscuras paredes del Club Chocolate dejaban al descubierto el niño interior de Laurance que nunca, pero nunca dejó de mover sus manos y hacer lindos retratos con las teclas.

Así, ello queda en evidencia con «Real Sand» y «Constance», medley que dio fin a un show que sin duda insertó ciertos cuestionamientos, como para llevarlos a nuestro hogar. Después de todo, la sonrisa del músico jamás se desdibujó, y su semblante era de lo más cálido. Nadie se mantuvo impasible, y los aplausos parecieran que cesaron nunca.

¿Cuánto hay tras esa afable expresión?

¿Cuántas cargas tuvo que soportar su espalda?

Al final la única respuesta que necesitamos, sigue siendo su inagotable sonrisa.

 

Setlist:

  1. The Good Things
  2. Swag Times
  3. Chia
  4. Singularity
  5. Affinity
  6. Mr. Elevator
  7. The Real One
  8. Smokers Castle
  9. The Keeper
  10. Real Sand/Constance

Revisa la galería de fotos completa a continuación:

Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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