Escrito por Nico Merino
Fotos por Pedro Downey
Sin necesidad de ninguna razón exacta, Dorso preparaba una tocata que incluiría las interpretaciones en vivo de sus dos primeras producciones de estudio; Bajo Una Luna Cámbrica y Romance. Con los problemas del cambio de fecha y un desafío estilístico encima, Dorso se disponía ayer a cumplir con una alta meta autoimpuesta en el marco de una gran celebración en el Teatro Cariola.
La jornada comenzó apenas abiertas las puertas con una precisa presentación de la banda Vilú, que dejaron en el escenario su buena dosis de Death Metal, en una línea más actualizada con el porvenir del género. La banda demostró una cohesión absurdamente atractiva, aún dejando un espacio (que igual siempre fue llenado) para la demostración de virtudes de cada integrante de manera particular. En las vocales vimos un grito muy potente y devastador, mientras que a la base rítmica no le daban las manos (en el buen sentido) para cubrir todos los alcances tanto rítmicos como estéticos que la banda quería abordar.
Está más que claro que Vilú dejó todo en el escenario y con un balance ciertamente positivo. Se trata de una banda digna de ver en vivo.
Más tarde vendría Tridente, una banda promesa del thrash. Nuevamente, hablamos de un proyecto con un estilo muy clásico, brutal y directo. Más encima con una formación de trío que inapelablemente le daba una cohesión específica mucho más energética y menos meditativa.
Tridente dejó una gran carta de presentación, precisa y sin muchos rodeos, como lo manda el estilo que abordan y en la tónica y sensibilidad con la que decidieron manejarse. Luego de ellos vendría Dogma.
Tal como Dorso, Dogma también instaló un disco en el panteón clásico del metal chileno. Parece indiscutible a esta altura que Superfix (2000) cumple con todas las condiciones. Aún así, quizás la forma en la que la banda (y la cultura del metal) resolvió su futuro no fue la más oportuna. Dogma siempre apeló mucho a sensibilidades que hoy podemos considerar llanamente propias del metal más ‘clásico’. Se trata de ciertas convenciones y puntos recurrentes del thrash, el heavy, el groove o el nu que bandas como Dogma hicieron un poco su plataforma base. Escucharlos hoy invita a curiosos cuestionamientos sobre la real evolución de los géneros del metal, las propuestas estéticas decididamente nostálgicas y el ensamble de materias primas como identidad artística (lo “tarantinesco” dirían algunos).
Para efectos del show, Dogma cumplió de manera sobresaliente. Se desplegaron con intensa y atractiva energía y la naturaleza inmediata de sus canciones le daba a la presentación un carácter particularmente sencillo de seguir. La gente igual respondió con entusiasmo y algo de decisión en recordar los temas antiguos. Además, el sonido fue particularmente sobresaliente y coherente con la estética de la música.
La promesa de Dorso era interpretar sus dos primeros discos de forma íntegra. No hay que desconocer que la banda se estaba tirando con un setlist que -fuera del carácter eventual de la fecha- igual incluía no solo canciones, sino toda una cara de Dorso que generalmente no se está mostrando en sus presentaciones. Incluso antes de que tocaran la primera nota ya destacaba el sintetizador en el escenario. Y aún cuando la banda decidió abrir el concierto con la interpretación integra del Luna Cámbrica (sigue siendo un disco de thrash metal intenso y directo), estas canciones también estaban en un plano de tecnicismo tan superlativo como llamativo.
No se trata de decir que Dorso dejó de ser una banda compleja a la hora de hacer sus otros clásicos; El Espanto Surge de La Tumba y Big Monsters Aventura. Esa soltura técnica si seguía presente, pero ciertamente estaba aplicada de forma menos solemne. Más en la línea de aportar a la propuesta de la banda un eclecticismo y una locura que darían por forjar esa idea tan única que tenemos hoy de la banda. Pero eso no descarta que las decisiones y la forma de abordar el tecnicismo al comienzo de la carrera de la banda y por sobre todo en el Romance simplemente haya sido otra. Ese es un disco mucho menos ‘thrashero’ y por cierto que eso no tiene nada de malo. Romance sigue siendo un disco que sale con un balance tremendamente positivo. Claro, así como el Luna Cámbrica tampoco es tan clásico como un “Espanto”, pero cuestionémonos cuantos discos en toda la historia del metal chileno realmente lo son.
Empezar con el debut de la banda le subió todos los ánimos al público. Había cierta nostalgia en el teatro, pero también una ganada sensación de éxito por haber forjado los clásicos que estaban sonando. Y era que no, si igual ese disco tiene algunas de las canciones más populares de la banda como ‘Vuela en tu dragón’ o ‘Cíclope’. Igual toda esta sección fue así como el espacio para el mosh y el desorden, mientras que luego se vendría algo más meditativo con el próximo disco.
Luego venía el turno del Romance, ese extraño -pero muy bien logrado- disco que cruza el thrash metal con el rock progresivo. Y aún con la extrañeza que genera el disco en algunos hasta el día de hoy, hay que saber apreciar que está tremendamente bien construido. De hecho, la naturaleza del Romance como un disco de canciones interconectadas ni siquiera se sacrificó en lo que pudo ser una lista de canciones más propia de una presentación en vivo. Pero parece no importar pues la presentación salió tremendamente efectiva. Fue una interpretación bastante excéntrica y ciertamente un lujo de apreciar. De nuevo, es una faceta de Dorso que se puede sentir un poco abandonada hoy, aún cuando no realmente no haya envejecido demasiado.
Termina Romance, un bis con ese clásico que es «Silvestre Holocaust» y para la casa.
Hace años (no digamos décadas) que Dorso no necesita demostrarle nada a nadie, generalmente son una de las primeras bandas de metal mencionadas cuando se toca el tema del metal chileno. Aún cuando el enfoque de la tocata estaba en discos que el tiempo dejó en un plano por debajo de otras producciones de la banda, en situaciones como ayer había una cosa sensorial. Muchos de los temas eran derechamente clásicos, y la jornada era una buena oportunidad simplemente para pensar en Dorso; en la identidad que construyeron y en la obra que nos dejaron.
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