Live Review

Crisálida en Sala SCD: Celebrando el pasado, presente y futuro

Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Sebastián Carrillo

 

La noche del 1 de abril de 2023 era especial para Crisálida –banda conformada por Cinthia Santibáñez (voz), Braulio Aspé (bajo), Augusto Maldonado (guitarra) y Felipe Cortés (batería)–, y es que, en este punto de su historia, pareciera que muchos elementos, hitos, procesos y personas que les han acompañado en su larga trayectoria convergieron en dicho día. Visto de otra perspectiva, existían muchísimas razones para presenciar esta fecha en especial, y una que se sostiene de forma sólida durante el tiempo es que la agrupación es uno de los nombres más importantes del metal chileno. Su carrera por sí sola entrega los argumentos en cada uno de sus discos, pero si extrapolamos ello a lo que sucedía en el contexto nacional del género, es que fueron precursores de la profesionalización del metal en nuestro país, tanto en términos de propuesta –manufacturando un estilo propio– como en cuanto a sonido y producción. Dicho eso, cualquier persona que disfrute del metal, y por sobre todo el progresivo, debe ver a Crisálida en algún show.

Bajo la calma y el orden que inspira la Sala SCD Plaza Egaña, y una estela de humo que difuminaba el panorama de la misma, la agrupación aparece puntualmente a las 21:00 hrs. rompiendo la quietud del ambiente con «Bajo Tierra», mostrando un sonido cristalino, contundente, muscular y casi palpable que sería la tónica de esta gran presentación –y una práctica acostumbrada y debida dentro de sus shows– que ilustraba el lienzo perfecto para que privilegiada y expresiva voz de Santibáñez brillase con fuerza. Además, la versatilidad del sonido y la visión del grupo permite entregar matices más sutiles como el que propició aquella pieza de ‘Raco’ (2008), «Mi Libertad», en lo que es una muestra más cercana en intenciones al rock progresivo y grafica vívidamente el enfoque interpretativo de los músicos y su vocalista. Más allá de la evidente prodigiosidad técnica, existe un vínculo férreo entre la expresión y la ejecución, algo más humano, lo que entrega una fuerza increíble a su presentación, lo que, por cierto, quedó más que en evidencia con «Bosque Triste», un tema que cuenta con una épica tan grande como su mensaje. Pelos de punta.

Esta sería una noche especial para CinthiaBraulioAugustoFelipe, y es que en este instante toma presencia uno de sus primeros invitados: Damián Agurto, uno de los guitarristas más insignes que hayan pasado por las diversas formaciones de la agrupación chilena. Con la emoción que expresaba cándidamente Santibañez al presentar al virtuoso de las seis cuerdas, Crisálida se convirtió en una banda con dos guitarristas por un instante, entregando una escalofriante versión de «Kawesqar», en el que el diálogo de las cuerdas de AgurtoMaldonado retrataban la inmensidad de los ambientes y fotografías depositadas en tamaña pieza –componente de uno de los grandes discos chilenos del género de la década pasada, ‘Terra Ancestral’–. Así, con chistes previos de Damián sobre si querían que el tocara otra, aparece un clásico absoluto: «Cabo de Hornos», en la que la audiencia –aún en sus sillas– no era capaz de mantener impasible ante un tema que explica tan bien todas y cada una de las grandes características de Crisálida, y aquel verso «que se rinde ante el mar» caló hondo. Bastante profundo.

Si algo destacó la velada fue la cercanía de cada integrante de la banda con el público, y es que el público estaba compuesto por amistades, familia y fans acérrimos que postulaban un ambiente acogedor en el que la confianza mutua –y la tranquilidad que brindaba ello– era visible, lo que, de alguna u otra forma, permitía entregar un significado más potente a lo que sucedía al fuego vivo. Así, otro clásico, «Atacama», entregó la cuota de colores y una versatilidad musical adjudicable a grandes nombres como Los Jaivas, en el que los teclados que, si bien formaban de la pista, relucían de una forma absolutamente preciosa.


Siguiendo bajo esta cercanía e intimidad, la siguiente invitada fue Angeline Bernini –de Hidalgo–, quien tras unos problemas técnicos –mas no de sonido– tuvo que retirarse para que el show siguiera con un buen ritmo, con la promesa de aparecer brevemente. Este pequeño cambio en el guión trajo a Gabriel Hidalgo, del mismo proyecto, en el que la presencia de su guitarra integró un vigor que hizo sonar como nunca a «Raco», en donde los quiebres rítmicos y la maquinaria de riffs impredecible tenía el control absoluto sobre cada asistente. Momentum que siguió con «Solar», que con el regreso en escena de Bernini se dio paso a un relato poético que radicaba en una explosión de emociones sustraídas de una narrativa que tan bien eran capaces de retratar las distintas personas en escena. Contundente y abrasivo, pero también visceral como dramático.

Otro gran instante también vendría de la mano de una convergencia de factores: la aparición de Cler Canifrú y la canción en cuestión a tocar, «Morir Aquí». Un verdadero testimonio del horror sufrido por los pueblos originarios, indagando con precisión en el espectro emocional que va juntando sus piezas en cada bassline, en cada cambio de intensidad de la batería, cada riff, y cada verso interpretado por Cinthia. Y como acción que toma la banda, lo que sucedería después también reflejaría algo importante: el 1 de abril marcaría inicios y finales. Inicios porque hay un nuevo disco en el horizonte, que ha demorado en llegar pero ya se siente –y del cual dieron muestra en su presentación con «Volcano»–, pero también marcó el fin de la presencia de Felipe Cortés como su baterista. La vocalista, con una voz algo quebradiza por la emoción, expresó de que sí, hay tristeza. Una partida siempre será triste, incluso si es que, como bien dijo, pueda ser un hasta pronto. Y con ovaciones estruendosas que daban cuenta de la importancia del hombre detrás de los tambores, no era sino lógico que fuese un momento acompañado por amistades. Es que, aún si el concepto detrás de la crisálida desafíe el cambio constante, lo que siempre será cierto es que la historia es una misma. Todos los cambios y pérdidas, decisiones y sumas forman parte de Crisálida como un todo, y eso quedó grabado en las memorias de cada quien.

Ya llegando al fin del show, y con un discurso de empoderamiento femenino y toma de consciencia de las dificultades que tienen que enfrentar en un sistema, sociedad, modelo, etc. –entre tantos conceptos– dominado por el patriarcado, es que llamó a la unidad entre féminas y la sororidad, dedicándoles uno de sus más grandes temas: «Araucana». Un mensaje de lucha que rebasó los decibeles que inundaban la Sala SCD, y que dejó en lo más alto el show de una banda que necesitaba un momento, un instante especial, en el que celebrar su pasado, su presente y su futuro.

 


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Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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