Live Review

The Ocean Collective en Club RBX: Cuando los conceptos colisionan

Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Andie Borie 

 

Cuando anunciaron la gira de The Ocean Collective en Chile junto a IIII y La Bestia de Gevaudan de inmediato supe que se trataba de algo especial. Quizás se trataba de los largos 6 años de espera por el regreso de el conjunto alemán tras su última presentación en el Teatro Nescafé de las Artes, o de los distintos sonidos que formarían parte de esta cita con el metal progresivo y sludge atmosférico de The Ocean, el sludge y noise de IIII o el post-metal de La Bestia de Gevaudan. Si bien se nos pueden ocurrir unas cuantas razones del porqué esta gira ostenta ese carácter único e irrepetible, creo firmemente que aquí hay una conceptualización detrás de la organización, fundamentado en una curatoría que busca retratar el contraste que puedan tener estos sonidos que juegan en el filo del metal, ahí en donde las definiciones y caracterizaciones se difuminan por completo –algo de lo que seguro el colectivo FeRal tuvo mucho que ver en el rol organizativo–. Sin más preámbulos, indaguemos en ciertos detalles que hicieron del 20 de diciembre en Club RBX un gran día.

La agrupación encargada de abrir los fuegos fue IIII, quienes una vez que se alistaron en sus posiciones a eso de las 19:15 hrs, brindaron un show que se toma bastante en serio el concepto de apabullante. Con canciones como «Sceleratus» y «Los caídos», IIII brindó una muestra fidedigna de lo que el sludge en su paraje más minimalista puede hacer, y ojo que no hablo en el sentido «sencillo de la palabra», sino más bien en el cómo la integración del noise a su propuesta permite extender los límites de su sonido, algo que se vio reflejado en el escenario en las interpretaciones de  Pedro, Jou, Mono y Christian. Si profundizamos un poco más, diría que fue el carácter omnipotente de cada riff, growl, detalles y arreglos los que permitieron dominar a la audiencia a un paso firme y estruendoso que mereció nada más que aplausos y ovaciones, tal y como sucedió tras el término de «Judas».

A las 20:00 hrs. aparecía La Bestia de Gevaudan en un escenario que se extraviaba visualmente en la convergencia entre humo y luces, para así dar comienzo con la monumental «Antimateria» lo que sería un show de otro mundo. Tomemos el mantra de la agrupación «Creando tempestades» para entender un poco lo que sucedió ayer, y es que esa sencilla y poética frase permite dar forma a los muros de sonidos que azotaron el Club RBX en su presentación. Además, hicieron presencia temas de toda su discografía como «Fig5», «Coto de Caza» y «Espejo», que develaron distintas facetas de la agrupación, viajando por sus facetas más directas, experimentales y oscuras también. De cierta forma, fue la conjunción de diversos factores lo que permitieron dar con la fibra humana de cada quien, y es que, nuevamente, la forma en que sus siluetas se escondían en el humo coloreado por la iluminación le asignaba un valor narrativo a sus muros de sonidos levantados y atmósferas generadas que inundaba el alma de cada asistente. El impacto fue más que real, se sintió hasta la última falange de nuestro esqueleto.

Ya siendo las 21:00 hrs., Paul Seidel, Robin Staps, Peter Voigtmann, Mattias Hägerstrand, David Ramis y Loïc Rosetti se hacen con el escenario interpretando una voraz versión de «Triassic» –track de apertura de «Phanerozoic II: Mesozoic | Cenozoic» (2020), álbum que vienen promocionando en esta gira–, y de inmediato el público notó –y yo personalmente también– un aspecto distintivo en su entrega. Mucho se habla de que sonidos cerebrales como el prog metal palidecen en el vivo al dejar todo en el virtuosismo y en la precisión técnica, obviando otro aspecto importante de los shows en vivo y es el de la conexión con la audiencia. Si bien puede que sea un estereotipo, como mínimo podemos decir que sí existe, pero este no fue el caso con The Ocean, puesto que la impronta escénica de los alemanes era cercana con su audiencia, asumiendo la misma grandilocuencia de su propuesta pero viviéndola en la carne a través de la interacción, pues era común ver a Loïc acercarse a sus fanáticos e incluso chocar frentes en medio de growls. En este punto inicial del show, ya era posible ver al público sumergido en lo propuesto por The Ocean, coreando sus riffs y letras.

Si bien el tamaño del recinto no se haya correspondido con la grandeza del sonido del conjunto, sí es posible decir que fue un factor relevante para propiciar las condiciones que hicieron de este show tan íntimo. Sin barricada, sin espacio entre el escenario y sus asistentes, se generó un ambiente de intimidad que descansaba en la profunda admiración de sus fans hacia la banda, y también de la entrega de esta para con su público. Ya en etapas tempranas como con «Silurian: Age of Sea Scorpions» ya era posible ver a un extasiado Loïc hacer crowd surfing (acto repetido durante la jornada en distintas ocasiones, e incluso llegó al fondo del Club RBX en un momento). Fue ese aspecto humano y visceral lo que favoreció el profundo trance que se propagaba con sus canciones atronadoras y desafiantes.

Es que este show tuvo diversos momentos, en los que, nuevamente, fue clave la relación íntima que se generó ya que estos excelsos músicos fueron capaces de aterrizar una musicalidad virtuosa y conceptos líricos tan densos narrativamente al fuego vivo, al sudor desprendido por la constante agitación, a las cuerdas vocales desgastándose intentando emular los decibeles de la amplificación, a la algarabía de ver a tus héroes musicales siendo tan cercanos. Todo un privilegio.

El paso por su discografía también permitió ir por ese The Ocean más directo e inquieto del «Pelagial» (2013), de la mano de «Bathyalpelagic I: Impasses» y «Bathyalpelagic II: The Wish in Dreams», asombrando por el despliegue escénico, la interpretación cerebral, y por un extraño vínculo entre polirritmias y un headbanging incansable. Pero nuevamente, momento hubieron miles y es que entre que Robin Staps se lanzaba al público y que Paul se hizo con la voz en «Holocene» permitieron ver diversas facetas de una banda que en verdad cree en lo que brindan, y que de verdad lo disfrutan.

Tras una pequeña pausa, el encore fue una absoluta locura. La muscular y eterna «Jurassic | Cretaceous» fácilmente se coronó como uno de los momentos más altos de la noche, en el que cada sección desarticulaba cada aspecto de lo que puede suceder en vivo, ya sea desde la admiración atónica hasta el acto kinético poseído por el momentum de lo que acontecía. Esos raros momentos en que The Ocean Collective se permite ser completamente brutal y avasallador, retratados en unos blast beats atronadores hicieron estallar a cada asistente para expresarse de la forma que mejor les sirviera. Si les soy sincero, me dieron escalofríos en ese instante, totalmente inolvidable.

El cierre llegó con «Firmament», el magno track de «Heliocentric» (2010) que surgió tras un bravo olé olé del público, y así The Ocean le dio cierre a uno de los mejores shows del año –lo que no es para nada una exageración–. Es que ahí es donde reside la gran idea que hubo detrás de este evento, en el que la humanización de lo cerebral y progresivo de The Ocean, las tempestades creadas de La Bestia de Gevaudan y el apabullante sludge de IIII permitieron retratar una verdadera colisión de conceptos, de aquellas que fuerzan crisis para crear nuevos paradigmas. Aquellas que les dan fuerza y validez al cliché del «un antes y un después». Sinceramente, un día para recordar por la posteridad enmarcado en nuestras memorias.

Setlist:

  1. Triassic
  2. Silurian: Age of Sea Scorpions
  3. Bathyalpelagic I: Impasses
  4. Bathyalpelagic II: The Wish in Dreams
  5. Miocene | Pliocene
  6. Oligocene
  7. Pleistocene
  8. The Cambrian Explosion
  9. Holocene
  10. Jurassic | Cretaceous
  11. Permian: The Great Dying
  12. Firmament

 

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Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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