Escrito por Franco Ascui Fuenzalida
Fotos por Joss Moisan
El connotado artista argentino Andrés Calamaro finalizó su visita a Chile con un Teatro Caupolicán atestado de gente en una noche memorable para sus fanáticos. En el contexto de su gira «Agenda 1999», «El Salmón» presentó 14 canciones de su aclamado disco ‘Honestidad Brutal’ en una noche marcada por la nostalgia y el rock n’ roll.
Calamaro ha visito la capital en reiteradas ocasiones. La primera, fue en 1997 en la SCD en Bellavista y, desde entonces, se hizo costumbre que el compositor trasandino se presentara en el Movistar Arena. Pero en esta oportunidad, el Teatro Caupolicán fue la sede para que «El Salmón» y su banda cerraran su paso por territorio nacional con broche de oro.
Siendo pasadas las 9 de la noche, los músicos salen a escena liderados por el protagonista de la noche, que actualmente se encuentra en su «Bruce Springsteen era», y sin pronunciar una palabra empiezan el concierto con los primeros acordes de «Kashmir», un clásico de los inmortales Led Zeppelin. De inmediato, pasan a «El día de la mujer mundial», un tema que marca la pauta de la velada con sus guitarras distorsionadas y su hipnótico coro de voces.
La poca comunicación de Calamaro fue una tónica de toda la noche. En tanto, la banda se dedicó a lograr una presentación sólida en términos musicales. Con el volumen de su guitarra más bajo que el de sus compañeros, «El Salmón» tenía la libertad de dejar de tocar e incluso equivocarse sin necesidad de perder el ritmo de la canción o perderse en las letras de más de veinte canciones.
«¿Para qué», «Cuando te conocí» y «A los ojos» suenan al hilo mientras la gente se sienta y se vuelve a parar de sus asientos, una postal bastante atípica en lo que se considera un concierto de rock n’ roll. Asimismo, la galería se desvivió por Calamaro, que recién al cuarto tema agradece a la gente por venir, coreando cada canción del argentino como si se tratara de una barra en cualquier estadio del país. Los temas no paran de caer y «Las heridas», «Los aviones» y «No tan Buenos Aires / Clonazepán y circo» son unos de los puntos más altos de la noche. Si bien el rockstar trasandino es esquivo con apelar a la nostalgia en sus en vivo, esta vez se le mostró bastante relajado y conectado con su banda, sacándole el provecho a un público que bailó y coreó a lo largo de todo el concierto.
Sea como sea, ‘Honestidad Brutal’ (1999) es el mejor trabajo de Calamaro. Es básicamente su ‘London Calling’ (1979), algo así como una épica de los rincones de su imaginación, chocando fuertemente con unas letras honestas que venían de un momento de transición en su vida. Está difícil no apelar a la nostalgia cuando tienes un disco de esta magnitud. Es el disco más largo del «rock nacional argentino». Considero que es una placa importante dentro de su discografía y que con la actual forma del ídolo argentino, un show completo dentro de sus estándares rockeros.
Llegando a la parte final del show. «El Salmón» le regala a su público «Flaca» y «Paloma» de inmediato. Una transición que llevó al Teatro Caupolicán a un viaje de 25 años al pasado. Con la garganta bien exigida y los recuerdos a flor de piel, el público fue como un séptimo músico que se coló en el escenario. Le sigue una rendición de «Volver a los diecisiete» de Violeta Parra, una linda costumbre que tiene Calamaro al homenajear a artistas sudamericanos y del hemisferio norte dentro de sus sets con este tipo de versiones.
«Estadio Azteca» y «Los chicos» le cierran el telón a esta inolvidable jornada para los fanático de Andrés Calamaro. Con un Caupolicán rendido a sus pies, me doy cuenta que la forma de comunicarse del artista con su gente es a través de la complicidad en su mirada. Puede que no sea el show favorito de Calamaro aquí en Chile, pero si hubo una parte de él que acogió la nostalgia gracias a sus fanáticos de todas las edades.