Reseña por Dominga Chamorro
«Milonga», el primer filme de la uruguaya Laura González, camina una delicada línea. Busca retratar la violencia doméstica desde la perspectiva de una mujer cuyo ambiente normalizó y silenció su sufrimiento por tantos años, mientras lidiando con sentimientos encontrados una vez que su esposo fallece.
Tomando lugar en Uruguay, el filme se centra en Rosa, una mujer en sus 60s, personificada por la actriz chilena Paulina García. Después de perder a su marido en un accidente, ella tiene que lidiar con una creciente soledad, a medida que la relación con su familia se deteriora debido a la súbita muerte. Seis meses después del suceso, Rosa conoce a Juan (César Troncoso), un pintor de casas con quien comparte un amor por el tango.
El romance entre los dos protagonistas es testamento de la vida después del abuso doméstico: sus encuentros son tímidos e incómodos, parecidos más a los de adolescentes que a los de gente viviendo el otoño de sus vidas. A través de este romance, somos invitados a conocer la vida interior de Rosa: su relación complicada con su hijo y nuera; sus salidas a la Milonga con su amiga extrovertida Margarita, personificada por Laila Reyes Silberberg; el amor que ella tiene por su perrita Coco; y el trauma que la sigue persiguiendo.
La actuación de García es delicada y sutil; su postura es cerrada, protegiéndose a sí misma. Sus ojos rondan por la pantalla y sus manos están en constante nerviosismo. La manera en la que ella mira su foto de matrimonio está llena de emoción; una pena reprimida.
El diseño sonoro es crucial. El mundo alrededor de la película suena claro, como debería ser para una historia que se concentra tanto en el tango. El sonido también es utilizado para retratar la sofocación propia del trauma.
A pesar de todo esto, el mundo alrededor se siente, ya sea de manera intencional o no, pequeño. Con pocas excepciones el guión se deriva de la casa de Rosa, aunque la escenografía, particularmente con el jardín y la cocina revelan aspectos de la historia de Rosa: su libertad encontrada de su marido.
El verdadero desafío de esta película es su tono, particularmente durante el final. Los temas sutiles construidos a lo largo de la narrativa son traídos al frente durante los últimos quince minutos en una manera que resulta desconcertante. Los personajes que hemos llegado a conocer de pronto empiezan a actuar de una manera irreconocible durante las últimas escenas que anteceden el final.
«Milonga» tiene buenas intenciones. Generalmente, retrata la violencia doméstica con respeto, matices y delicadeza. Trata su personaje principal, no como una mujer fundamentalmente rota, si no como alguien que tiene un futuro al cual esperar, desafiando las convenciones de las mujeres de su edad. A pesar de esto, el final convierte el subtexto en texto de manera torme, rompiendo el delicado balance que ha sido construido a lo largo de la película.
La naturaleza precisa del tango hace que sea un baile difícil de dominar. A este filme aún le queda un poco de confianza para poder bailar el tango.
«Milonga» es parte de la cartelera del SANFIC20 que se realiza en Santiago del 18 al 25 de agosto.
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