Sigrid en Chile: Nuestra radiante compañera

Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Joss Moisan

«We’re not strangers anymore«, se leía en un lienzo instalado al medio de la Platea del Teatro Coliseo, denotando el inmenso valor que yacía en el debut de Sigrid en Chile. Uno que llegó en el momento justo, trayendo desde Noruega una colección de canciones encantadoras de un pop colorido e infeccioso.

Cada detalle fue seleccionado de forma minuciosa, incluso dentro de la sencillez general de la propuesta del show. Sobre todo en la elección del opening act, siendo Karla Grunewaldt –la hada de nuestro país– quien tomó dicha tarea con un manejo envidiable de la audiencia. Su carisma y personalidad magnética captó rápidamente la atención de la audiencia, quienes recibieron con gusto temas como «Transparente» y «Desatar», dejándose atrapar por su pop alternativo con múltiples arreglos de cámara. Un ambiente tan mágico como los imaginarios repletos de frondosos bosques que conjura en su música.

Con un telar rojo cubriendo la parte trasera del escenario, Sigrid y sus músicos toman escena inmediatamente en el Coliseo, desplegando «It Gets Dark» y «Burning Bridges», ante la respuesta de un público sumamente entusiasta que no duda en dejarse la voz y el cuerpo entre sus gritos y saltos. Una entrega que se correspondía recíprocamente con la energía radiante de la artista noruega, quien brillaba por su alegría contagiosa, invocando todo tipo de sonrisas y expresiones de júbilo en la audiencia.

«We’re finally here«, declaró Sigrid previo a presentar «Plot Twist», dejando entrever el propio anhelo que ella y sus músicos sentían de tocar para el público chileno. De alguna forma –e insisto– dentro del minimalismo de recursos, se escondía un brote emocional y bondad totalmente gigante. Cada ser se dejó cubrir por ese velo cálido que conjuró la noruega, quien oficiaba como frontwoman de maravilla con un clásico como «Sucker Punch», grabando en las retinas de los asistentes un recuerdo que esperaban desde el lanzamiento del álbum del mismo nombre en 2019.

No había nada más que momentos tras momentos que se mostraban como pequeños tesoros suspendidos en el espacio-tiempo, nutridos por la honestidad de los versos de Sigrid Solbakk Raabe –su nombre completo–. Instantes como las palmas al unísono en «High Five», irradiando una gentileza que quedaba increíble ante el favoritismo que expresó la artista por dicho track. También en «Head On Fire», con la bajista Liva Sværen tomando el lugar de los versos de Griff –quien está originalmente en esa canción–, generando un contraste exquisito en el diálogo de ambas voces.

Ni hablar de «Home To You» y «Dynamite», con una Sigrid en solitario en el escenario con un teclado, mostrando su increíble rango vocal y sus capacidades de interpretación –y de paso su sentido del humor, bromeando sobre que el público no la quería ver ebria el resto de las canciones al tomarse una cerveza–. Si ya con la banda de regreso en escena, el guitarrista Sondre Berg Abrahamsen vestía una camiseta de la selección chilena, recibiendo un canto de feliz cumpleaños –uno de muchos que han vivido los músicos mientras giran por el mundo–.

Sigrid en Chile

Finalmente, el despliegue de energía era desbordante. Canciones como «Grow» tocaban la fibra por su espectro emocional intenso, a lo que la artista precisó que tiene que ver con la vida girando, llamando a confiar en el proceso –de alguna forma; o «The Hype», una de las piezas más recientes de su catálogo que puso a todo el mundo a bailar. Aunque el karaoke nunca fue tan fuerte como pasó con «Don’t Kill My Vibe» y «Don’t Feel Like Crying», dos de sus hits más grandes de su repertorio que pusieron al público como protagonista, mientras los músicos noruegos y la cantante se vivían la vida en el escenario.

Tras el encore, «Mirror» y «Strangers» sellarían la experiencia en lo más alto. La bandera chilena flameaba con los manerismos de una Sigrid que vino a cerrar su gira latinoamericana en el país del fin del mundo, prácticamente al otro extremo del globo desde su natal Noruega. Sin embargo, aún con los miles y miles de kilómetros que nos separan, el sentimiento forjado en este show nos hizo saber que ya no somos extraños. Siempre recordaremos las energías de nuestra radiante compañera, quien nos prometió regresar.