Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Diego Gamboa
El dúo de darkwave y minimal synth Boy Harsher, compuesto por Jae Matthews y Augustus Muller, regresó a nuestro país a tan sólo un año de sus presentaciones en marco del Primavera Sound Santiago de Chile 2022. Como una de las apuestas más novedosas y únicas de este marco más obscuro y gótico de lo sintético y bailable, lo sucedido el año pasado fue una muestra ejemplar del impacto que tiene este proyecto, quedando completamente visible que un eventual retorno sería una instancia exitosa y sumamente memorable. Y claro, desde el anuncio ya se veían luces de ello.
Corriendo el timing una media hora más tarde, la mítica Blondie –y la sede más adecuada y apropiada para este show– estaba llenando su aforo poco a poco, con una INAD que fue todo un descubrimiento para aquellas personas que no conocían de su propuesta. Denominado como «neobolero«, las expresiones sonoras marcaban un pulso lúgubre, enigmático y totalmente revelador en el que una proposición electrónica del art pop más sugerente, encapsuló la atención entre visuales abstractas nutridas de una imaginería desafiante –de Poli Mujica–, la actitud protestante al apoyar a Palestina, y, por supuesto, canciones como «Algo de tí» y «Sin mal» –con un final que cosechó múltiples ovaciones–.
Ya siendo el turno de Boy Harsher, con una Blondie sudorosa y acalorada que sentía hasta la médula el pulso abstracto «Keep Driving» –track de apertura de ‘Careful’ (2019)– que instaló el momentum necesario para explotar con «Give Me a Reason», rompiendo la tensión con un synthpop sumamente oscuro y minimalista que convirtió la pista de la disco en lo que siempre estuvo destinada a ser, un lugar para bailar. Tras el velo nocturno de las atmósferas recreadas, Jae recita «Hola, hola! We are Boy Harsher, and we love Santiago«, sacando múltiples aplausos que se difuminarían en el pulso magnético de «Morphine», una de las favoritas de la audiencia.
En este punto quedaba relativamente claro –y se confirmaría después– que este show persigue más o menos el mismo esquema de las presentaciones del año pasado. Créanme que eso no importó en lo absoluto, pues los motivos e intenciones compartidos por Boy Harsher y el público chileno era encarnar la fiesta, en todo el significado de la palabra. La bohemia nocturna, el carácter volátil de sus composiciones, y el loop inagotable de cuerpos danzantes era una postal continua que jugaba una y otra vez con la depechemodiana «Fate», un track nuevo bien recibido, y múltiples hits como «Come Closer» y «Towers».
Como una masa poliforme, sintiente, que presentaba todo tipo de identidades, y que, también, estaba revestida en cuero y latex, el público celebraba de múltiples formas las piezas y muestras darkwave de Jae y Augustus. Así sea cantar el cover de «Wicked Game» –de Chris Isaak–, saltar sin descansar la frenética «LA», o bien, enlazarse al finale de «Modulations» y, sobre todo, «Pain», bajo una entrega que dibujaba sonrisas constantemente en los rostros del dúo. Una imagen encantadora que, seguramente, contuvo un montón de historias de desenfreno, sexualidad, y, en general, compartir el espíritu seductor de este grandioso show.
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Boy Harsher
