Escrito por Juan Pablo Ossandón
En la época del génesis del death metal, muchos nombres conocidos proliferaron inicialmente. Verdaderos powerhouses del género como Death, Obituary y Cannibal Corpse –y si miramos un poco al lado, Napalm Death también, entre muchos otros–. Y aunque es total y absolutamente innegable la influencia de cada uno de estos proyectos –en especial el comandado por Chuck Schuldiner–, la verdad es que, en términos estéticos y estructurales, Morbid Angel se alza fuertemente como el blueprint definitivo del death metal.
Si es que hay que pensar en el “sonido” característico del death metal, una buena forma de definirlo con ejemplos, sería con la discografía temprana-clásica de la agrupación de Tampa, Florida. Trabajos obligados para todo metalhead como ‘Altars of Madness’ (1989), ‘Blessed Are The Sick’ (1991), ‘Domination’ (1995), y ‘Covenant’ (1993). ¿Cuál sería dicho factor común? Bueno, pues la presencia de David Vincent como vocalista y bajista.
El músico sentó los cimientos más sólidos de la voz gutural, en cuanto al estilo y técnica de la misma en el panorama del death metal. Y es que, sí, el death como tal es un concepto amplio en el que nombres como Possessed y los ya mencionados Death fueron fundamentales a la hora de hacer avanzar las técnicas y el tipo de sonido del ‘death growl’, pero no fue sino David Vincent quien terminó de redondear estilística y técnicamente esta tan característica cualidad del death metal.
De esta forma, perfilándose como uno de las voces más importantes del subgénero, influyendo a generaciones completas de bandas de metal extremo, tales como Gorguts y Gojira, ejemplos vivos de cómo las técnicas vocales de Vincent se transmitieron generacionalmente, llegando a distintos rincones del espectro del subgénero –llegando incluso a otros lados, como con Behemoth–.
Además, cada uno de estos primeros 4 álbumes de Morbid Angel gozaban de un tenor distinto. La cruza de ‘Altars of Madness’ o la ominosidad de ‘Domination’, la solidez y contundencia de los growls de David fueron capaces de elucubrar, en conjunto con sus ex-compañeros, trabajos formidables del género.
Qué mejor que presenciar el legado en persona que yendo a ver a I Am Morbid, el proyecto de David Vincent que revisita el catálogo de Morbid Angel y que, en esta oportunidad, le traerá a Chile celebrando los 30 años de ‘Covenant’, y que le traerá a distintas ciudades de Chile: el 12 de octubre a Temuco, el 13 de octubre a Concepción, el 14 de octubre a Santiago y el 15 de octubre a La Serena.