Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Gabriel Rivera
Fotos de Immolation por Cristián Belano
El anuncio del festival Castration to the Priest hizo eco rápidamente en las comunidades chilenas de metalheads. Y con justa razón, ya que el evento estaría encabezado por ni más ni menos que Immolation, quienes tuvieron un excelente 2022 gracias al celebrado «Acts Of God».
Pero el motivo más sustancial del porqué Castration to the Priest generó tanta expectación, fue por su cuidadosa curatoría en el cartel. Hablamos de que se estableció una oportunidad única al congregar a distintas agrupaciones del metal extremo más underground. Nombres esperadísimos por los más letrados en la materia como Assassin, Mantar, Defleshed y Purgatory. Además de contar con los brasileños Sodoma, y los nacionales Gravered y Unaussprechlichen Kulten.
Siendo las 2:30, el festival daría inicio con Gravered, agrupación santiaguina dueña de un death metal de propiedades explosivas, hábitat en el que los contundentes growls de Rodrigo Contador permitirían levantar un verdadero armatoste de presentacion. La constante arremetida de los chilenos encendería el fulgor en los asistentes más comprometidos que comenzaban a llegar al recinto.
Acto seguido, y en la medida que más metalheads se toman la cancha del Teatro Cariola, sería el turno de un clásico de culto del death chileno: Unaussprechlichen Kulten. Su muestra disonante y abrasiva del subgénero fue particularmente llamativa para los más incautos, y es que la propia narrativa diversa y rica en dinamismos de atmósferas presente en sus composiciones, resultaba ser de lo más excepcional. Top tier, si me lo preguntan.
Ya llegando el turno de Sodoma, el primer nombre internacional de la velada, los sonidos propuestos comenzarían a diversificarse aún más. Y es que la ambiciosa propuesta de la agrupación brasileña muestra una ávida propuesta que oscila entre el death metal y el blackened death metal –especialmente a éste último–. De esta forma, y con una actitud temeraria y sonido impecable de parte de la banda, el público no tuvo más opción que dejarse atrapar por la ominosidad de su set.
Por su parte, los alemanes Purgatory conjuraron un death metal de texturas rústicas y una profundidad cavernaria. Es que al escuchar retumbar los speakers del recinto con sus mazazos de canciones tales como «Accused» y «Expectato Solis», quedó ante la vista de todo el mundo la naturaleza agresiva, primal, y, porqué no, malévola, de lo obrado por la agrupación. Como un ariete despedazando todo a su paso, y que, para nuestra fortuna, pudimos presenciar en vivo.
Al filo de temas como «Cross the Cross» o «Age of the Absurd», la agrupación alemana Mantar destacó como una de las propuestas más únicas en el festival. Y es que sus intenciones sludge y black ‘n roll entregaron los matices necesarios a una velada donde el death reinaba como mayoría. De esta forma, el joven y energético dúo se presentó con carisma y una interpretación intensa que cosechó cientos de seguidores, seguramente.
Directo desde Suecia, sería el turno de Defleshed, quienes estaban pisando nuestro país por primera vez. Su entusiasmo era palpable, al chocar sus brebajes con fanáticos en distintas ocasiones antes y durante el show, y que, se traduciría en una presentación acalorada. Ello porque su death thrash metal fue capaz de conjurar los primeros moshpits de la jornada, lo que era inminente con las interpretaciones de piezas como «Grind to the Flesh» o el apoteósico cierre con «Under the Blade».
Siendo uno de los nombres más esperados del festival, y también uno de los que más congregó, los alemanes Assassin echarían abajo el Teatro Cariola con su thrash metal especialmente vertiginoso. Eso puesto que, y esgrimido en dos razones, fue porque el sonido retratado en temazos como «Assassin» y «Fight (To Stop the Tyranny)» era especialmente visceral, vertiginoso, veloz y estremecedor.
El otro motivo fue el carisma inagotable de la banda, quienes en su comprometida entrega, fueron capaces de extraer el aspecto más extrovertido de una audiencia bastante exigente. Y bueno, los circle pits nunca pararon, a decir verdad.
En lo a que Immolation respecta, todo fue una absoluta masterclass de death metal. Y es que el reencuentro de los estadounidenses con el público chileno estuvo marcado por la presencia en el set de uno de los grandes hitos del subgénero del año pasado, «Acts of God». Ya muchas bandas querrían tener la constancia e interminable creatividad de estos baluartes del death.
Con la actitud directa, comprometida y agradecida de Ross Dolan, y la interpretación pulcra y melodramática en las seis cuerdas de Robert Vigna, la agrupación dio una buena probada de su última y celebrada placa. De ahí que las características disonantes y técnicas de temas como «Noose of Thorns», «The Age of No Light» y «Blooded» fueran celebrados como clásicos de toda la vida.
Pero, con una carrera tan consistente como la de Immolation, por supuesto que aparecerían temazos del ayer y hoy, tales como «Into Everlasting Fire» –el primer tema que compusieron como banda, según Dolan– e «Immolation» del debut monumental ‘Dawn of Possession’ (1991), y también «Father, You’re Not a Father» del ‘Close to a World Below’ (2000), e incluso la presencia del clásico moderno ‘Atonement’ (2017) con «Destructive Currents».
En resumidas cuentas, el preciso set de la agrupación dialogó con fans nuevos como viejos, unificando un propio discurso de la mano de un death metal siempre aventurero e incisivo en sus intenciones. Aún con tanto pasando, su sonido inmaculado permitía apreciar cada uno de los detalles de sus interpretaciones, dejando grabados para siempre esos riffs revolucionarios en nuestras memorias.
Esta versión de Castration to the Priest fue una victoria absoluta para el under, no sólo por su line up de alto nivel, sino también por una logística cuidadosa al tener un sonido prácticamente perfecto en todas las presentaciones, y ni hablar del respeto por el itinerario, propiciado por el staff técnico que sorteaban las transiciones entre banda rápida y organizadamente.
Por más versiones más, que esta dejó la vara altísima.
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