La última vez que Distancia se había subido a un escenario había sido el 2012. Desde entonces, simplemente habían dejado de operar. Muchísima agua pasó debajo del puente. Y la banda parece consciente de esto, aunque no así necesariamente su música, que sigue bastante imperecedera. El concierto de ayer en Espacio Del Ángel lo demostró. Esas canciones son inmortales y ningún receso de más de una década es capaz de cambiarlo.
Fotos por Nicolás Hernández
En su momento fueron una banda instantáneamente clásica. De la generación de Asamblea Internacional del Fuego o Marcel Duchamp, y un poco instalándose en la memoria colectiva como una banda más partícipe de esa estirpe de punk chileno que de la otra más cervecera. Algo así como punk para melómanos, parecido al puesto que ocupa Supersordo en la historia de la música nacional.
Distancia se ganó su lugar en la historia haciendo el que, probablemente, debe ser el disco de “emo” nacional más celebrado de la historia del país. Después Del Tiempo (2007) es un clásico del screamo, de talla internacional. No solo está muy actualizado respecto a lo que hacían otras bandas alrededor del mundo, sino que también está demasiado bien en su carácter ensimismado. Tiene una identidad propia y unas letras de tal competitividad que ya le gustaría ostentar a tantas bandas que vinieron después.
Para el caso de esta reunión, la banda encargada de abrir la jornada fue Punto De Inflexión, que dan con una mezcla de crust punk y noise rock bastante consistente, pero ciertamente derivativa. Es una lástima porque a pesar de que la banda supo dar un buen show y mantener la frente en alto con buenas canciones, la respuesta de la gente fue más bien tibia.
Distinto fue el caso de la segunda banda invitada, Miserere, un proyecto argentino de beat down hardcore bastante intenso y sin rodeos. Con una gran vocalista haciendo frente y una Sala Del Ángel más llena y entusiasmada que antes, Miserere fue capaz de encender el ambiente para dejarlo a la altura del evento convocante. Los riffs son aplanadores, los breakdowns considerablemente creativos y la destreza vocal fue el encanto adicional necesario para cristalizar lo que no califica como otra cosa que simplemente una gran actuación.
Cerca de las 20:30 horas, llegó el turno de la reunión de Distancia.
En situaciones como esta, parece poco fortuito dedicarse a repasar el setlist, porque mal que mal, Distancia hizo ejecución absolutamente todas sus canciones. Tampoco son tantas (diecisiete, para ser exactos), pero suficientes para llenar una hora de show. Aunque sí, claro que existió cierta jerarquía. Partir con la dupleta de ‘Después Del Tiempo’ y ‘Teoría y Enfermedad’, con esos focos rojos que evocaban la portada del Después Del Tiempo prendieron al público desde el minuto uno. De hecho, tampoco es exagerado decir que este fue el concierto con un público más hiperactivo de todo el año.
Actualmente, en Santiago se viven múltiples modas que rodean al mosh; Retorciéndolo, modificándolo, apaciguándolo y forzándolo. Pero en un contexto como este, esas reglas nuevas no corren. No existen esas pausas ni pautas para la tensión, ninguna de esas tan propias del metal o del rock alternativo. La gente explota y punto. Ni siquiera se dedican a grabar el escándalo, se vería ridículo. Tan solo los fotógrafos se limitan a subirse al escenario -sin ningún orden determinado- para capturar la energía de la manera más fidedigna posible. Aunque ninguna foto ni ningún texto (incluido este) es capaz de aterrizar el nivel de violencia que se vio en la tocata.
La razón de esto es que es una violencia que trasciende los márgenes estilizados con los que ejerce el festejo en los conciertos hoy por hoy. Y la estetización natural de un texto o una fotografía son ajenos a la naturalidad con la que un treintañero simplemente decide subirse al escenario a robar un micrófono para luego saltar encima de otro montón de treintañeros. No hay ningún mérito en edulcorarlo de más.
Y lo más importante, nunca existió (que se manifestara, al menos) algún tipo de espasmo con el hecho de que esa banda estuviese reunida frente a las narices de los asistentes. Parecía como si el tiempo nunca hubiese pasado.
Canciones como ‘Crazy After Techno’ no solo tienen una estructura muy propicia para la participación exhaustiva del público, sino que también funcionan como un buen ejemplo del balance entre lo melancólico del screamo y la fuerza visceral en la fórmula de Distancia. Naturalmente, todos actuaron en consecuencia. Volaban brazos, piernas y cuerpos de un lado para otro. Nadie alegó.
Algo parecido se dio con otros temas clásicos como ‘El Pecador’ o ‘Cuando Las Sonrisas Mueren’. También estaba la mano para sacar los coros del alma. De hecho, muchas veces no era necesario ni que absolutamente nadie le cantara al micrófono y las letras colmaban el aire del local igual. Un fenómeno rotundo.
La banda igual jugó con múltiples samples que le dieron todo un toque a canciones como ‘Estilo de vida’ o ‘Resurrección de bolsillo’. En general se sintió como un concierto bastante completo y lejos de cualquier tipo de precariedad propia del género. Todo cayó en su lugar, asimismo de hecho, el in crescendo con el que se llegó a canciones como la particularmente brutal ‘Vivir como diógenes’ o ya derechamente la última que tocaron, ‘Rituales Nihilistas’. La gente se veía agradecida de estar en un evento de tal talla. Incluso, cosas que no tienen nada que ver con la música como el merchandising o el horario y la ubicación del evento le dieron cualidades particularmente cómodas. Fue una tormenta perfecta que terminó por dar con uno de los mejores conciertos hechos por una banda chilena en el año. Si no derechamente el mejor.