Escrito por Felipe León
Fotos por Iguana Producciones
No es menor reunir a tantas leyendas de la música argentina y chilena en una sola jornada, marcada por el notorio acercamiento al rock y pop de antaño. Proyectos que a su manera, cambiaron la vida de miles de personas en ambos países, y que para fortuna nuestra, se congregaron con escándalo y pasión en la primera versión de Santiago Rocks.
Un caluroso día en el Hipódromo Chile fue el contexto que albergó a distintos clásicos latinoamericanos, demostrando que muchos de estos actos están lejos del retiro. Aún hay cuerda para rato.
Primeros destellos
La apertura del evento estuvo a cargo de Robert Rodríguez, quien se dedicó a interpretar junto a su grupo algunas piezas de la Banda 69. Pese a no contar con un catálogo tan abultado como el resto de nombres del certamen, sí o sí representan lo que se podría afirmar como una banda de culto.
Por lo mismo, la llegada de canciones como «James Bond», «Para olvidar» o la tremenda «Fantasías sexuales», ayudó a encender los ánimos desde el comienzo. Porque si bien el lugar no estaba lleno, varios fueron los asistentes que se acercaron al escenario para no perderse este notable momento.
Lo mismo sucedió con UPA+, proyecto reformado hace algún tiempo ya y que no ha parado de generar nuevas memorias en su andar. De esta forma, Santiago Rocks tuvo el agrado de contar con otra agrupación clave en la escena local, y que para suerte nuestra, se encuentran en gran forma.
Con un set cargado a sus discos ‘Upa!’ (1986) y ‘Que nos devuelvan la emoción’ (1988), los santiaguinos desplegaron sus éxitos frente a la mirada atenta de la gente. «Fotonovelas», «Sueldos», «Ella llora» y «Cuando vuelvas» fueron algunas de las más cantadas.
El legado en sus hombros
El calor ya estaba desatado, pero no era impedimento para seguir disfrutando de las joyas que iban y venían al escenario del Hipódromo Chile. Como no si la presencia de un ex Los Prisioneros como Claudio Narea jugó a favor del certamen, debido a lo que su solo nombre significa en el panorama musical local e internacional.
Una presentación que contó con la particularidad de centrarse en el álbum ‘La voz de los ’80’. En específico, 7 fueron los temas que el guitarrista, encargado también de las voces, materializó frente a una audiencia que se volvió un karaoke humano, al son de «Sexo», «Brigada de negro», «Paramar», «Nunca quedas mal con nadie», entre otras.
Algunos minutos tuvieron que pasar para que finalmente Bahiano aterrizara en el recinto, cargando un legado que musical que fue bastante celebrado por el público presente en Santiago Rocks. Pues, el baile y el canto fue la tónica, en medio de sonidos ligados a una escuela propia del reggae y ska latino como es la de Los Pericos.
El buen ánimo y la conexión fue parte fundamental de su nuevo paso por Chile, encendiendo la llama de la memoria en base a un delivery instantáneo de hitazos. De tal manera, canciones como «Me late», «Runaway», «El ritual de la banana», «Waitin'», «Pupilas lejanas» o «Sin cadenas» fueron abrazadas con entusiasmo y entrega por ambas partes.
Tesoros trascandinos
Tras la ausencia de Los Enanitos Verdes, la banda Virus fue la encargada de ocupar su lugar en el evento. Una decisión más que acertada considerando el buen nivel en el que se encuentran actualmente, y por supuesto, la monumental obra que les precede. Por lo mismo, su presencia en Santiago Rocks fue algo a destacar.
El listado de canciones que trajeron los argentinos balanceó de buena manera su legado, generando bailes y suspiros por igual, gracias al carisma y el añejado idóneo que presentan sus temas. La aparición de «Me puedo programar», «Superficies de placer» e «Imágenes paganas» les jugó a favor desde el comienzo, aunque las más cantadas sin dudas fueron «Amor descartable», «Wadu-Wadu», «Mirada speed», «Pronta entrega» y «Una luna de miel en la mano». Qué manera de tener éxitos.
El tono más sofisticado fue cedido a lo más solemne con la subida al escenario de Miguel Mateos, quien ha estado viniendo bastante en los últimos años. Algo que agradecen sus fans que se congregaron para verlo y escuchar su propuesta. Sin embargo, el reto fue para el público que menos le conoce, y que pudo probar de primera fuente sus encantos.
Porque si hay algo que destacar en el trasandino es su presencia sobre el escenario, debido a un carismático enfoque que rescata buena parte de las tradiciones del rock a nivel histórico. Así, el arribo de «Mi sombra en la pared», «Llámame, si me necesitas», «Obsesión», «Atado a un sentimiento» o la simbólica «Cuando seas grande», terminaron por dejar una muy buena impresión. Se mantiene intacta su gracia.
Los Tres son Cuatro
Para los últimos dos actos la afluencia de público se hizo notar con creces. Como no si ambos iconos del rock en Chile y Argentina siguen tan famosos como antaño, aunque ahora mucho más consolidados.
Álvaro, Titae, Ángel y Pancho subieron al escenario de Santiago Rocks con la misión de entregar un buen momento a quienes resistían desde temprano la alta temperatura. Aunque los ánimos estaban por las nubes a esas alturas, lo que fue aprovechado por Los Tres en un paso que claro, pudo haber tenido un poco más de tiempo de duración, pero que a su modo contó con lo necesario para dejar un sabor de boca dulce.
Sigue La Revuelta y estas canciones no agotan su encanto. Del mismo modo, la química existente entre los cuatro miembros originales alcanza niveles sorprendentes de destreza, sin dejar de lado el aspecto coloquial que impregna sus líricas. Desde piezas movidas como «Sudapara», «La torre de Babel», «He barrido el sol» y «La espada & la pared», pasando por «Hojas de té», «Gato por liebre», o «Tírate», las cosas no hacían más que subir. Mientras que «Olor a gas», «Déjate caer» y «Un amor violento» sellaron el costado más pausado y expansivo que tan bien les queda. Un lujo verlos en acción.
Zumbidos al extremo del cono sur
Ya para el final lo explosivo de Los Fabulosos Cadillacs sintetizó el espíritu más pelusón de la música, a tono con las exigencias que traen sus canciones enriquecidas de tradición musical. Tal como con Los Tres, la mezcla de sonidos es algo digno de destacar, aunque más importante aún, el buen humor y desplante que en ocasiones en vivo le brindan un plus a propuestas de este tipo.
Son 40 años exactos de vida como banda, con Señor Flavio, Vicentico y compañía oficiando como maestros de ceremonia de una música que invita al carnaval, a perderse en sus tonalidades entre el ska, dub, reggae y rock, a emocionarse y celebrar. Por ende, la ejecución de «Manuel Santillán, el León», «La luz del ritmo», «Padre nuestro», «Mi novia se cayó en un pozo ciego» o «Calaveras y diablitos» se perfiló de forma brillante.
Lo mismo con «Siguiendo la luna», «Mal bicho», «Matador», el recordado dueto con Celia Cruz, «Vasos vacíos» y el épico final con «Yo no me sentaría en tu mesa», siendo esta última la banda sonora de la gente en la salida del Hipódromo Chile.