Escrito por Barbara Conejero
En el año 78, en la España de la transición, Cecilia Bartolomé tomó lo mejor de las road movies, representó las complejidades de la relación madre e hija y cuestionó al matrimonio para crear lo que en pleno 2024 sigue siendo una cinta con una mirada feminista fresca. Esta es Vámonos, Bárbara.
El film cuenta la historia de Ana (Amparo Soler Leal) una mujer de 40 años que comparte una relación fría y distante con su marido y decide separarse, con todas las consecuencias que esto conlleva. Se atreve a marcharse de vacaciones provisorias con su hija Bárbara (Cristina Álvarez) de 12 años, con el propósito de dejar el pasado atrás y vivir una vida sin ataduras.
La trama principal pone un gran énfasis en el futuro, en aquello que se debe cambiar para lograr una independencia. Ana, por su parte, tiene una mirada confiada en el futuro, que, aunque choca con su época y lo que le está pasando, mantiene la esperanza de un momento de cambio para las mujeres. Sus opiniones contrastan con su alrededor, incluso las mujeres de su entorno, quienes si bien critican el sistema a la vez permiten el desarrollo de la desigualdad. Ana sabe lo que quiere y a medida que avanza la película está cada vez más decidida a tomar las riendas de su vida sin depender de nadie, pero siempre acompañada de su hija.
Bárbara, interpretada por Cristina Álvarez, es la acompañante activa que interpela a su madre y lo que la rodea. Las conversaciones de madre-hija son de “tú a tú”, en gran parte, cortas y argumentativas, hasta incómodas. Pero es una incomodidad real, fiel a la experiencia de muchas mujeres con sus madres u otras personas que emulen esta figura.
Vámonos, Bárbara se luce por su tono humorístico para retratar la sociedad de la época. Los diálogos entre Ana y sus amigas u otras mujeres incluso más mayores develan en clave de comedia las atrocidades del sistema. La escena del bus mantiene este tono, pero no por eso es menos efectiva en su mensaje que otras escenas puramente serias. Una película moderna donde son las mujeres las que se roban el espacio, las que están a la luz. En la sombra están las parejas de Ana que incitan la acción, pero no tienen una presencia física relevante.
Una decisión importante de Bartolomé es la incorporación de desnudos que van más allá del cuerpo en sí mismo, simplificado en mero objeto sexual, si no que como un objeto diario.
El auto, por su parte, también es un símbolo que además de permitirles movilizarse, funciona como el punto de gravitación de las decisiones y conversaciones más fundamentales. Da cuenta del dinamismo y la evolución de a Ana y Bárbara, gracias a los diferentes tipos de planos. Usando planos más generales al inicio de esta travesía y primeros planos en los momentos más agudos de madre e hija.
Cecilia Bartolomé logra crear para su época una obra con una mirada feminista muy contemporánea que no deja de ser entretenida en ningún momento. Ver Vámonos, Bárbara es ser espectador de un verano con playas hermosas donde mujeres de todas las edades comparten las mismas vivencias, un drama reivindicativo que todas las mujeres deberían ver.