The substance
Cine

The Substance, de Coralia Fargeat: Harto más que sus referentes

Ensayo por Nicolás Merino

¿Qué es The Substance?

  1. El camino natural de Coralia Fargeat
  2. Un cover de Death Becomes Her
  3. Una historia de bonachones exiliados sociales a lo Tim Burton
  4. Un capítulo de Black Mirror
  5. Todas las anteriores

La respuesta, naturalmente es tanto ‘E’ como también una opción escondida, ‘F’, que cita discreta pero certeramente “Ninguna de las anteriores”.

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The Substance es lo que es. Y así mismo también lo es este texto. Más que una crítica, son unas palabras (más de un par, pero no importa). Sobre la película: en un contexto para el cine como el presente, lo primero que simboliza es un acto de rebeldía. Es una película que se siente gigante aún cuando no se anda pavoneando con esa naturaleza. Para un Hollywood donde esta sensibilidad parece estar reservada para obras autoflagelantes, un evento como The Substance no puede responder a otra cosa que un acto brutal de despliegue de actitud.

Partamos por el puro casting; Demi Moore y Margaret Qualley protagonizando. Ok, entonces de verdad es una película “de verdad”. Y se tratan de actrices que no están ni al metro con entrar en la maquinaria estúpida de las franquicias donde, muy probablemente, quizás sí que encontrarían un hogar más provechoso económicamente. Pero están en otra, de hecho, Qualley puede estar apuntando al Oscar. No necesariamente a ganarlo con esta actuación, pero sí a entrar en la liga más considerable de su generación, junto a otras bestias como Léa Seydoux o Florence Pugh.

Y sobre el trabajo de Fargeat en la dirección, hay tanto que decir que cualquier atisbo de adjetivo absolutista no sería más que una ridiculez pretenciosa e insuficiente para el nivel de talento desplegado. Está en un nivel de atención al detalle que puede parecer distante al de su única película previa, Revenge (2017), pero en realidad es una cristalización del estilo, esta vez importado a las grandes ligas.

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Una pausa para hablar sobre Revenge: es una gran película. Hay fallos aquí y allá pero, para tratarse de lo que se trata y aún cediendo ciertas concesiones a los espacios comunes de estas historias, igualmente es de un nível algo inédito para el panorama. Nunca dejan de salir artilugios narrativos de alto nivel que enriquecen muchísimo el hilo que se va refinando y perfilando.

Hay algunos que resistieron hasta la segunda película. Algunos generales como el magistral control del ritmo, pero también otros como las formas de graficar lo grotesco, y como si fuera poco, controlar como nadie la definición de cuando ese carácter grotesco está a disposición de la ridiculización -asquerosa- de un personaje o la victimización de otro. Aún cuando los recursos, que parecen distintos, en el fondo comparten una base bastante espiritual bastante similar.

Con este nivel de consciencia, que Fargeat se venga a sentar en este escenario con toda la mochila de Cronenberg, Jeunet o hasta Lynch (ese otro Lynch) para asentarse como el referente feminista de más alto nivel instalado en Hollywood simplemente se siente lógico y obvio. Hay fallas aquí y allá, pero el nivel es ineludible. Un par de películas más y la gente hablará de ella en los términos que hoy se habla de Lanthimos.

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Ahora, sobre los referentes que este mismo servidor sacó al baile al comienzo del texto. Sí, hay un tema con Death Becomes Her, ese peliculón tardío del señor Zemeckis. Ambas historias son sobre mujeres que se ven enfrentados a un mecanismo mágico (sí, mágico, porque esto no tiene nada de ciencia ficción, y cualquier intento de explicación no sería distinto a esas excusas innecesarias sacadas del bolsillo con las que la gente ha intentado explicar, no sé, la picadura de araña que se lleva Peter Parker u otros determinismos aleatorios). Este instrumento les permite acceder al elixir de la juventud. Y como cualquier cuento moral, el abuso de esta pócima termina castigándolas.

Y, de hecho, digamos que entre los finales de ambas películas no hay demasiada diferencia. Los recursos visuales son lo suficientemente cercanos como para que se haga inapelable que la intención de Fargeat toma el recurso de Zemeckis como base. Está bien. Igual la historia es más vieja que el hilo negro. De hecho hay un par de religiones bastante populares basadas en ese famoso libro, El Antiguo Testamento, que parte con una fábula así.

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La gracia de The Substance es que pone la fábula bajo el contexto del mercado del entretenimiento. No, en realidad es más denso, la esfera del mercado del entretenimiento basado en encantos físicos femeninos. El personaje de Moore aparece en una burbuja conformista tanto para ella como para el estado del mercado: tipografía a lo Flashdance, coreografías medicinales y una actitud positiva con la que se sabe que muchas mujeres de su generación simplemente no comulgan (aunque esté instalada la narrativa de que reman para el otro lado). El personaje de Qualley es más caricaturas, pero la actriz le da una dimensión de tamaño brutal, que no la tendría en otras manos menos talentosas.

Desde ese punto de partida, se desenvuelve una historia más o menos predecible, pero contada con un pulso envidiable e irresistible. De a poco, esas deformidades y brutalidades se van pasando de un lado a otro, disparando golpe de gracia tras golpe de gracia. La película no para, incluso esos finales falsos llegan a recordar al Cameron o al -sorpresa- Zemeckis de los ochentas.

Y sobre eso, qué tributo más elegante a todos los monstruos clásicos (Warner, Universal, Hammer, y digamos que en pleno 2024 hasta Tim Burton pasa) que tirarse con una pausa para presentar “AL MONSTRUO”. Una brutalidad de secuencia, muy consciente de su propio lenguaje, que además le acompaña una vuelta de tuerca a Carrie (Stephen King) muy interesante.

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Si incluso algunas novelas de Welsh como La Vida Sexual de Las Gemelas Siamesas o Secretos de La Alcoba de Los Grandes Chefs pueden salir al baile. Esto porque en otra dimensión, The Substance también es una historia de gente opuesta que se odia, peros e necesita, como lo son simplemente cualquier par de personalidades que habitan dentro de las personas, más si están inscritas en un contexto de diálogo constante y dependiente con la cultura pop. Más encima estos problemas son reales, y nadie lo sabrá mejor que las mismas realizadoras. Citando a Bad Religion en una canción precisamente sobre las miradas al ombligo de la cultura mediática de Hollywood:

 And you can’t deny the living is easy

If you never look behind the scenery

It’s showtime for dry climes

And bedlam is dreaming of rain

 

El nuevo filme de Fargeat es una brutalidad que trata de muchas cosas al mismo tiempo. Varios de esos puntos se disparan y el resultado cae con precisión exquisita. No es perfecta, quizás un poco larga y algo redundante, pero sigue siendo una gran película. De lo mejor del año, con distancia.

The Substance, de Coraile Fargeat se estrena el 19 de septiembre en Chile.

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