Reseña por Vicente Grondona
El Ladrón de Perros es una película dirigida por Vinko Tomicic que sigue la historia de Martín, un joven que intenta ganarse la vida lustrando zapatos en las calles de La Paz, Bolivia. Uno de sus clientes recurrentes es un hombre que posee un pastor alemán llamado Astor, que ha ganado varias competencias. En un intento por ganarse la atención del hombre, Martin roba al perro con la ayuda de un amigo y luego ayuda al dueño a encontrarlo. Mientras más se demora el perro en aparecer, el dueño está dispuesto a pagar una recompensa cada vez más alta. Sin embargo, el dinero no es lo que Martín busca realmente.
No hay que engañarse por su premisa digna de thriller e intriga, esta es una película más bien dramática y de fuego lento. Es un realismo cotidiano, duro, sin llegar a ser visceralmente violento. Se toma su tiempo en arrancar y posee una progresión narrativa algo fracturada, pero que, viendo la película en su totalidad, funciona. Al ser una coproducción entre varios países, se espera un valor de producción más alto, y vaya que sí se nota.
La ambientación es un elemento para destacar, retratando La Paz como un lugar de matices, desigualdad y clasismo. Tierra, suciedad, basureros, grafitis y una precariedad palpable forman la cotidianeidad de nuestro protagonista. Esto contrasta enormemente con los lugares a los cuales le gustaría asistir, pero en donde no es del todo aceptado: su colegio, la casa en la que trabaja su tutora, la sastrería de su mejor cliente y clubes prestigiosos. Todos estos lugares, con un tratamiento audiovisual más pulcro, hacen ver a Martín como un pez fuera del agua. Además, la genial ambientación se complementa con un arte de época muy sutil. Esto es algo que puede pasar desapercibido en primera instancia, pero que consigue darle una sensación de atemporalidad a la película, como si pudiera transcurrir en cualquier época.
No es sencillo llevar a cabo un largometraje sobre los hombros de un protagonista retraído y tímido. Sin embargo, hay un muy buen trabajo por parte de Franklin Aro, quien logra transmitir a un personaje con un fin muy puro a través de medios inmorales. Con una fotogenia absoluta, y junto a su trabajo junto a un siempre magnético Alfredo Castro, logran brindarle lo más interesante a esta película en la relación entre sus respectivos personajes.
Hay un debate interno muy claro en Martín y este es transmitido a través del silencio y la falta de acción, tratamiento elegante, realista y coherente con toda la película, en especial para la cultura latinoamericana en que se inscribe. En ocasiones el guion toma algunas vueltas en subtramas que se desvían un poco, pero que, en última instancia, nunca dejan a la película sin rumbo.
En definitiva, El Ladrón de Perros es una película que se centra más en el silencio y contemplación que en la acción. De la mano de una ambientación y dirección de arte sobresalientes, y de unas excelentes actuaciones de su dupla protagónica, logra contar una historia dramática que se siente atemporal para el escenario latinoamericano.
El ladrón de perros forma parte de la cartelera del SANFIC20 que se realiza del 18 al 25 de agosto.