Reseña por Bárbara Conejero
En la cima de una montaña, en algún pueblo de Argentina, una tormenta de arena se desata. Se escucha un ruido agudo que se siente como un chirrido, se aprecian las manos de muchos jóvenes desesperados por contactarse a través de sus teléfonos, y en la cámara se pone en foco a Simón: Simón de la montaña.
La ópera prima del director de cortometrajes, Federico Luis, nos cuenta la historia de Simón (Lorenzo Ferro), un chico de veintiún años que se hace amigo de un grupo de jóvenes que forman parte de un centro asistencial de personas en situación de discapacidad.
Simón se hace muy amigo de Pehuén (Pehuén Pedre), con quien establece una relación confidencial llena de juego y risas, pero a quien parece estar copiando en sus tics faciales y movimientos de cabeza.
Una serie de sucesos llevan a Simón y Pehuén a la oficina del rector del centro asistencial, y es ahí donde descubrimos no solo que Simón no tiene su carnet de discapacidad, sino que su madre no tiene ni idea de que Simón ha estado asistiendo a ese centro. Es ahí donde nace la interrogante de: ¿Cuál es la historia de Simón?
La respuesta nunca es dada con claridad. La ambigüedad, siendo su fortaleza y debilidad al mismo tiempo, es lo que caracteriza a la producción realizada entre Chile, Argentina y Uruguay. Ambigüedad en las motivaciones del protagonista, pero una ambigüedad intencionada que nos invita a pensar y que una vez finalizada la película nos hará volver a la primera escena y reconstruir el rompecabezas.
En su casa Simón es uno, pero cuando está con Pehuén, Colo y el resto de sus amigos es como si tuviera una vida pararalela. Cuando conoce a Pehuén, le dice que es asistente de mudanzas y que a veces ayuda al novio de su madre.
Su madre le cuestiona sus extraños movimientos de cabeza, diciendo que nunca los había visto antes. La madre de Simón, que es interpretada por Laura Névole, parece no reconocer la discapacidad de su hijo y mucho menos querer hablar de sus nuevos amigos. La primera vez que conoce a Colo, amiga y aparente interés romántico de Simón, las primeras palabras que salen de su boca una vez que se va son: “No te veo con alguien así”.
Un gran acierto de Simón de la montaña es hacer una propuesta mucho menos puritana de lo que se está acostumbrado a ver en producciones con esta temática. La cinta de Luis explora la curiosidad adolescente de sus personajes sobre el sexo y la sexualidad.
Otro aspecto que eleva a otro nivel la película es el trabajo sonoro que hay detrás. En las primeras escenas en que vemos a Simón hablar, una de sus nuevas compañeras le presta una prótesis auditiva, y desde ese entonces, el elemento del sonido juega un rol importante. En su nuevo círculo social para ser parte y en su casa para dejar de ser parte cuando ya no se siente comprendido.
Aunque está filmada con sensibilidad, y momentos de ternura, con un toque de humor, Simón de la montaña parece impulsada por el objetivo de generar incomodidad en su audiencia y obligarla a lidiar con esos momentos. Una apuesta arriesgada y sin condescendencia que nos invita a pensar y hacer un trabajo de normalización.
Al llegar al final de la película, lo único de lo que tenemos certeza es que Simón no sabe limpiar el baño, intenta cocinar, aunque solo un poco, pero sabe hacer la cama.
«Simón de la montaña» forma parte de la cartelera del SANFIC20 que se realiza del 18 al 25 de agosto.
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