Death Angel Chile
Live Review

Death Angel y Exciter en Chile: Sanas manías

Escrito por Nicolás Merino
Fotos por Francisco Aguilar

En un año particularmente cargado de festivales de metal en Chile, aún así no dejan de existir llamados de convocatoria a estos micro festivales como el de ayer: el esfuerzo de traer a dos bandas extranjeras interesantes e inventar una jornada agradable. En esta oportunidad, las bandas en cuestión eran Death Angel y –sumada un tiempo después– Exciter.

Bandas que, dentro de todo, son famosas pero tampoco demasiado. Lo suficiente para un evento de estas características: un día de semana en el Teatro Coliseo.

La banda encargada de abrir la jornada fue Dezaztre Natural, que para sorpresa de nadie brindaron un show buenísimo. Es una banda dotada de una energía genuinamente envidiable, aparte de ser una muy creativa. Alguna vez fueron más cercanos al Nu Metal (aún conservando esa brutalidad que parecen llevar en las venas). Hoy están más por el Thrash más pesado posible. En vivo suenan genial. Además, la conciencia social de las letras le da ese -a veces necesario- sentido callejero y real a un tipo de música que recurrentemente se puede volver muy fantasioso.

Bat es un trío americano no particularmente conocido. De hecho, en el marketing de este evento pasaba desapercibida entre Exciter y Death Angel. Hasta ahora, tienen solo un disco publicado (Wings of Chains, 2016) y otro que espera ser publicado en mayo, del que por supuesto se adelantó más de una canción.

Hay varias cosas que se pueden decir sobre el rol colateral del Speed Metal a partir del desarrollo natural de la historia del metal desde los ochentas tempranos. Incluso se pueden discutir desde el prisma de Exciter denunciando cierto “atraso” estilístico en relación a sus pares contemporáneos. La sola existencia de Bat es una ñoñería en sí misma porque evoca nostálgicamente un sonido demasiado específico: una bisagra en la historia.

Lo que sí hace muy entretenida a esta banda es el genial desempeño y compromiso mitológico con el que se despliegan. Un sonido bien como entre Exciter, Motörhead y hasta con elementos propios del Metallica más temprano.

La gente respondió de forma bastante enérgica. Era a lo que el trío estaba llamando con su puesta en escena, la que por cierto era bastante destacable. Incluso gozan de tener un bajista zurdo, lo que permitía formarse con los mástiles de sus instrumentos en direcciones contrarias. Era estéticamente placentero y, apresurandose, se puede decir que hacía una referencia gráfica al nombre y logo de la banda. Fue una presentación algo breve pero de un altísimo nivel. El guitarrista en particular es de un nivel espectacular. Seguramente fue una sorpresa agradable para más de alguna persona. Terminado este show, era el turno del primer plato principal certificado de la noche: ese dignísimo bicho raro canadiense ochentero llamado Exciter.

Exciter siempre ha sido una banda con una posición tan extraña como fascinante en la historia del metal. Los ángulos desde donde abordar esto se hacen infinitos. Podríamos partir desde los más mercadotécnicos: son canadienses y el vocalista es el baterista. Inmediatamente eliminamos EEUU como plaza de exposición céntrica, así como también exiliamos a la banda de toda esa cultura del entretenimiento que centra los proyectos musicales de cualquier género en la personalidad del frontman o frontwoman. Aquí ni siquiera hay “front”.

Luego podemos pasar a algo más denso, pero que a cualquier luz es mucho más interesante: la música. El Speed Metal es un género un poco auxiliar en la historia del metal. Sus aportes son dispersos y al identificar en las que empezaron a tocar las bandas clásicas, hoy con una posición un poco más cínica se puede hacer la aserción de que estaban haciendo un tipo de música un poco carente de norte. Digo, las explosiones del Heavy Metal y el Thrash Metal a comienzos de los ochentas presentaban una carrera sin piedad en creatividad para la que el Speed no tenía por donde meterse a aportar. E incluso, en retrospectiva, llega a dar la impresión de que terminaron haciendo ese tipo de música por su desinterés de decidirse por algún género. Hoy es perfectamente rastreable un aura de inquietud en discos como Violence & Force o Welcome To Hell, indiferente de lo meritorios que contengan, que generalmente no son pocos.

Escuchar Exciter por primera vez generalmente incluye una distorsión en la brújula; ¿son Thrash o Heavy? Ninguna de las dos. Lo curioso es que a la banda parece no haberle importado nunca toda esta conversación, ni en ese entonces en el que se tenían que hacer camino más o menos tan solo entre metaleros dedicados que tuvieran la disposición de entregarse su propuesta. Hoy su público no ha cambiado demasiado, pero ya no necesitan abrirse camino. Están instalados. De hecho, no por nada hace unas horas estaba tocando en Chile (de nuevo, banda canadiense ochentera) un día lunes y ante una cantidad de asistentes nada despreciable.

Estos canadienses deben tener claro que están lejos de las estrellas y la gran mitología del metal. Ese reflejo de autoconciencia les da una virtud y personalidad en el escenario que es francamente envidiable, sin desestimar su condición enérgica más elemental y que despierta el atractivo fundamental que exige cualquier presentación en vivo de algún artista con música mínimamente enérgica. Las cartas están sobre la mesa. Tienen la mano para rockear en el aquí y el ahora, qué tanto con todo lo demás.

El show de la banda no fue otra cosa que una expresión de esa actitud. Al igual que con Bat, no dejaba de impresionar nunca la capacidad para llenar la sala con solo una guitarra. La disposición de los músicos, sobre todo considerando la edad que tienen, solo podría señalarse como mágica. El Coliseo tampoco estaba a la mayor capacidad que alcanzaría durante la noche, pero la gente estaba muy atenta y seducida. Estaban las ganas de pasarlo bien por sobre todo.

La banda sale al escenario con un clásico telón a la antigua. Unas ilustraciones de amplificadores Marshall en el estilo de los de la portada del Heavy Metal Maniac adornan los costados. Cualquiera sabe que no son amplificadores, e incluso los de verdad son visibles abajo en el escenario, pero lo que vale en un contexto como este es el despliegue de actitud. Esos dibujos le dan poder a la presentación de la banda. Los músicos salen con toda la potencia de Stand Up And Fight. Guitarrista y vocalista giran alrededor del escenario, medio pagando la deuda impuesta por la historia de la cultura pop que dicta que uno de ellos debería estar cantando,y medio porque claramente lo sienten. Toda esta actitud y estética una pose, si, pero una a la antigua y más sana que esa aproximación caricaturescamente ruda que tantas bandas fuerzan de una forma tan insoportable. Esto es fascinante.

En juego de combinación de estructuras, pasamos directo a Heavy Metal Maniac, quizás su canción más conocida. La gente canta con ganas. Existe un ambiente positivo y alegre. Existen suficientes espacios vacíos para que la gente circule con libertad.

El concierto de Exciter fue algo compacto: bastante cerca de una hora. Más o menos siempre en la misma tónica. A lo anterior le siguió Iron Dogs y ya después un repaso pequeño por sus otros discos más celebrados. Cerraron con un cover de Iron Fist, de Motörhead. Como con cualquier cover de esa banda interpretado en vivo, todos se volvieron locos. Exciter se fue en lo alto.

Bien se puede decir que cuando Death Angel salió al escenario, su sola presencia invocó una reivindicación inmediata de los principios del Thrash. Sobre todo para una jornada de condiciones como la que se estaba desarrollando hasta ese minuto. La sola disposición de los músicos con sus respectivos instrumentos llamaba a un tipo de música más complejo e intenso. Así además se demostró con la seguidilla de los primeros temas; Lord Of Hate y -como ya es tradicional- inmediatamente un regalo en el gusto con una más antigua, Voracious Souls.

Fue un show particularmente largo para una banda de este tipo: dieciséis canciones que incluyeron un repaso por cada uno de sus discos. Es una banda que claramente se tiene gran estima a sí misma (merecidísima) y no pretenden renegarse a vivir celebrando un disco en específico (aunque podrían). El sonido de esas interpretaciones tan impecables le daba un respeto muy digno a la obra de la banda, que por lo demás siempre ha sido musicalmente intrincada.

Pasaron los clásicos mezclándose con el material más nuevo. Salía un 3rd Floor y entraba un I Came For Blood, y así. Igual es relativo aquello que podemos considerar como material “clásico” de Death Angel, considerando lo muy celebrados que son discos como The Dream Calls For Blood (2013) o The Evil Divide (2016). Es una banda que genuinamente ha mantenido una gran forma a lo largo de los años. Este setlist lo demostraba. De hecho, no volvieron al The Ultra Violence sino hasta cerca del final, con aquella canción homónima y Mistress Of Pain.

Ese pequeño medley igual dura unos quince minutos. No es despreciable. Después de ese capítulo que invitaba a la máxima atención entre los asistentes, se fueron con toda la furia de Thrown To the Wolves. Fue un concierto espectacular.

En general fue un evento bastante ñoño. El teatro nunca estuvo particularmente lleno. La sola fama tan específica de las bandas internacionales invocaba un público bastante particular. La gente estaba feliz e irradiando su tranquilidad. No había nada de gente demasiado preocupada por figurar o hacer levantar el evento a un carácter épico que en verdad a nadie le interesaba integrar. De alguna forma, Exciter parecía estar robándose la jornada, pero la presentación de Death Angel niveló desde otros lados. Al final, la suma de ambos shows comenzaba a evocar la justa sensación de haber disfrutado de una buenísima jornada. Tranquila, con los indicados y con gran música.


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