Escrito por Nicolás Merino
Fotos por Diego Gamboa
La cartelera metalera en Chile no es acotada. De hecho, hay quienes dirían que eso está tan lejos de la realidad que se transforma en un problema. En este contexto, una jornada pequeña al aire libre, una suerte de excusa de festival, puede parecer muy arriesgada. Quizás efectivamente lo fue, pero el resultado del primer Metal Beer Open Air no puede ser otra cosa que satisfactorio.
El festival contó con la presentación de seis bandas nacionales y el homenaje a Death, Death To All. Esto desde temprano y a un costado de las gradas (no en el pasto donde hacen los festivales de cumbia y las fondas). El evento prometía una tonalidad relajada, al aire libre y con cerveza. Las tres cosas se cumplieron.
Si lo ponemos en términos de diversidad de actividades o bandas, tampoco era muy cercano a otros festivales masivos que se hacen en Chile. Lo de ayer fue un evento que perfectamente se pudo haber hecho en el Teatro Caupolicán, pero precisamente con la gracia de que no fue en el Caupolicán, sino en este espacio bien acondicionado que le daba un aire distinto a este tipo de eventos. Cerca de las 14:00 horas, empezaron las bandas nacionales.
La presentación de Parasyche fue bastante sólida. No es secreto el terreno difuso en el que se encuentra la banda. Es una suerte de problema comunicacional que no tiene nada que ver con la música. La salida de Borie afecta la identidad de la banda, y eso aún cuando los guturales de Chris puedan ser incluso más interesantes y aportadores para la música de la banda. Pero tampoco se puede desconocer el carisma y la personalidad que brindaba Borie, que además es una suerte de figura muy significativa para gente un poco más joven que entró a este mundo musical a través de personajes de internet como él.
Aún dicho lo anterior, la presentación estuvo lejos de considerarse desabrida o tosca. Las canciones siguen siendo potentes y la banda tiene una cohesión que igual pasa por envidiable para tantos otros proyectos de metal que dan vueltas hoy.
Metakiase le aportó a la jornada una dosis de Heavy Metal más puro. Es una banda con intenciones que, en pleno 2024, podemos considerar como “clásicas”; harta chacalidad y una notoria búsqueda por conquistar al auditor. El propio catálogo de la banda demostraba un paseo que, a grandes rasgos, repasaba la historia de algunos de los motivos de canciones más repetidos entre los sonidos clásicos del metal. Esa era su onda y estuvo muy bien ejecutada.
Difícil determinar si sonaron tan bien para ser un trío o, precisamente, por ser un trío, pero es la banda que mejor sonó después de Death To All. El vocalista, indiferente de la mejorable puesta en escena, tenía un manejo genial de su instrumento. La presentación fue muy placentera de escuchar.
Ya con Nuclear la jornada tomó otro cariz. Empezaban las bandas chilenas más celebradas de la jornada y Nuclear, como siempre, no se anduvo con ningún rodeo y desplegaron su arsenal del Thrash Metal más decidido entre lo que se puede escuchar hoy. Thrash sin ningún adorno, incluso en consideración de ese juego estético que intenta cruzar la banda con la cultura del Hardcore o el Crossover, eso no quita que la música en cuestión sea tajantemente “metalera”. Y la verdad es que nunca les ha fallado. Es fascinante. Nuclear es una banda de altísimo nivel y hay por ahí al menos dos discos que lo demuestran sin espacio para dudas.
Nuclear pasó como la banda nacional más segura sobre el escenario. Tampoco es música fácil de interpretar a la vez que se mantiene ese nivel de energía. Al mismo tiempo, ser una banda tan profesional imprime respeto por algunas cosas mínimas de las que otras bandas chilenas no gozan, como cierta noción entre la gente de la estructura discográfica del cuerpo de trabajo de la banda. Por lo mismo, podían tocar canciones del Formula For Anarchy y que legítimamente se sintieran como clásicos.
Por supuesto que la gente respondió bien y ya se empezaron a ver los primeros mosh hechos y derechos. Además, cerca de esta hora ya se podía hablar de una masa de gente más considerable entre el público.
Al menos en términos de popularidad en el circuito metalero, Dorso y Criminal deben ser las bandas chilenas más grandes. Esto dejando fuera aquellos que salieron al mainstream o a conquistar círculos más específicos, como Sinergia o 2X respectivamente. Entre los metaleros del país se suelen mencionar esos dos ejemplos de manera inmediata. Y aún cuando, indiferente del ritmo, ambos proyectos siguen lanzando música, en contextos como este igual se siente cierta comodidad para subirse al escenario. Sin ignorar que igual son bandas frecuentemente llamadas a telonear a grandes proyectos internacionales.
Nada de esto está mal, solo es un cariz necesario de mencionar, pues la experiencia de verlas en vivo -en estos contextos- pasa necesariamente por estas consideraciones. En el caso de Dorso, ellos fueron muy relajados para soltar su humor y carisma de siempre e interpretar las canciones clásicas de siempre. Había cierto sentimiento de familiaridad y seguridad con el show preparado. Por lo mismo, tampoco hay demasiado que criticar. La guitarra de Álvaro si llevaba un efecto de guitarra algo innecesario y que entorpecía el despliegue de algunos de los riffs más reconocibles. Y sobre el baterista “nuevo”, lo mínimo que se puede decir sobre su forma de interpretar las canciones es que es extraña. Las soluciones para evadir los fills de las versiones originales en general fueron menos interesantes. Entre estas dos objeciones, sumaban matices interpretativos cuya escucha se hacía algo extraña y diluía el poder de una canción clásica.
Sobre Criminal se puede decir casi lo mismo que en cualquier otra participación en festivales o como banda de apertura. Se trató de un repaso por las más populares de casi todos los discos. Igual si existieron decisiones entretenidas, como empezar directamente con la potencia de ‘Por la Fuerza de la Razón’ o no terminar con ‘Hijos de la miseria’ y extender el show un par de canciones más. Eso igual le dio un poco más de naturalidad a la propuesta del show.
Por supuesto que los músicos estaban muy bien compenetrados entre ellos. Excepto, como siempre, por ese detalle en los gestos tan intensos de Reisenegger para cantar música que en verdad no es tan brutal. Esa energía siempre ha dado una sensación de frustración. Igual suma a la música, se puede decir que ha hecho a la banda más “metalera”, pero a través de una fuerza algo innecesaria.
Death To All: El homenaje perfecto, y más
13 de diciembre de 2001, el día que tristemente falleció Chuck Schuldiner, quién lideró la importantísima banda Death, precursores tanto del Death Metal como del Technical Death Metal. Siete discos, todos buenos. Una discografía mutilada y un legado eternamente celebrado por prácticamente cualquier metalero del mundo.
La gracia de Death no sólo descansa en el buen -e histórico- timming, sino también en esa tan bien resuelta inquietud artística con la que Schuldiner pensaba sus obras. Su música siempre fue intrincada, y sus líricas dignas de competencia con cualquier letrista en la historia de la música popular. Y aún con lo instalado que estaba el proyecto en el mundo del metal, Schuldiner siempre empujó los estereotipos, intentando llevar la música hacia los parámetros más lejanos posibles y rechazando las limitantes que salían desde los vicios culturales del metal. Todo esto le da una circularidad al proyecto digna de la más unánime de las admiraciones.
Death To All es un proyecto que existe hace doce años ya. Se trata de cuatro ex-miembros históricos de la banda que han asumido una suerte de responsabilidad de mantener el legado vivo del proyecto. No han publicado música nueva. Es una iniciativa exclusivamente pensada para conciertos. Es bastante digna, las menciones a Schuldiner son constantes. Incluso el hecho de no llamarse “Death” ya es una declaración de principios inédita entre los dinosaurios del metal y el rock.
De alguna forma, el legado fue tomado de la mejor forma posible. Podríamos vivir en un universo paralelo donde Death siguió tocando y haciendo discos malos sin Schuldiner.
Death To All ya se había presentado en Chile el 2014 en el Teatro Caupolicán. Incluso Death había venido a Chile en 1998 y en el mismo lugar (pero en ese entonces llamado Teatro Monumental), precisamente con Dorso abriendo ese concierto. La relación del país con la banda es grande. Basta con salir a la calle en Santiago, si igual es una banda de poleras recurrentes. Da la impresión de que cualquier interesado por el metal tuvo su etapa de obsesión con esos siete discos; interpretando las letras, descifrando los cambios de tiempo o discutiendo entre amigos sobre cuál es el mejor de los álbumes (eterno debate todavía sin resolución).
Death To All subió al escenario a la hora. Partieron con la brutalidad media de Open Casket y siguieron con la metódica The Philisopher. Una del Leprosy y una del Individual Thought Patterns. Con estas dos canciones inmediatamente pudimos armar un panorama de lo que se venía. La discografía de Death está compuesta, en términos generales, por tres discos de Death Metal y cuatro de Technical Death Metal. Tres tarro y cuatro cabezones. Por supuesto que las más antiguas son las más brutales y las que más incitaban al mosh, pero a medida que avanzaba la jornada, la gente se llenó de adrenalina y las festejó todas de manera intensa.
La banda en vivo cumple con todas las expectativas y más. Lo único que quizás pueda molestarle a un purista extremo que no entiende el concepto del homenaje es la ausencia de Schuldiner, pero para eso que mejor no vaya. La banda suena increíble en el sentido literal, de verdad era algo difícil de creer que existiese una interpretación tan fidedigna y pura a esa música tan compleja. Fue bueno que el concierto fuera en un espacio con gradas porque las canciones igual daban para disfrutarlas sentado, como siendo parte de un espectáculo docto y brutal. Los dos guitarristas estaban increíbles, el bajo de DiGiorgio como casi ningún bajista tocando hoy y, bueno, quien seguramente se robó la noche fue Hoglan. Que baterista. Derechamente impresionante.
Está de más decir que sonó impecable. Era deslumbrante como pasaban invictos por varios cambios de tiempo o secciones más desordenadas que se hubiesen perdido en manos de otros músicos. De hecho, pasó un par de veces unas horas antes durante las interpretaciones de otras bandas en el mismo escenario.
Las canciones iban en bloques interrumpidos por palabras de DiGiorgio. La mayoría eran de los discos posteriores, colando una que otra de las más agresivas. Igual por supuesto que considerando que el Spiritual Healing está como en la transición entre ambos sonidos, de hecho, aún así, se notaba como el setlist jugaba con estas variaciones como un recurso para hacer el show más dinámico. Tocaron temas de todos los discos. Fue una celebración de la obra con todas sus letras. Un homenaje muy estudiado y consciente.
Algunos momentos particularmente destacables pasan por canciones muy enérgicas e integrales como Scavenger Of Human Sorrow, Flesh And The Power It Holds o Crystal Mountain. También hubo momentos más tirados a lo brutal como en la interpretación de Infernal Death, u otros pensados más para el despliegue técnico como en Overactive Imagination.
El público adoptó rápidamente una actitud muy dispuesta. Los mosh no solo eran grandes, rápidos e intensos, sino que de alguna forma se sentían legítimos. Era la misma energía que el público chileno le hubiese dedicado a, no sé, Anthrax o algo así de famoso. Además, el ambiente era muy bueno; al aire libre, con una vista abierta hacia la izquierda y, aún con la venta de alcohol, manteniendo cierta disciplina para hacer del evento uno familiar.
Luego de Crystal Mountain vino un sentido bis compuesto por Zombie Ritual, Spirit Crusher y Pull The Plug. Canciones que, indiferente de la irregularidad en los estilos, cumplían con ser canciones de las más famosas de la banda, muy coreables y perfectas para la instancia de un concierto en general. Incluso Spirit Crusher se llevó una sección adicional y una transición bastante “rockera” hacia Pull The Plug. Fue el momento donde la presentación se sintió un poco menos pautada y se coló una energía especial entre los músicos.
La banda se retiró en una genuina y palpable felicidad. Lo mismo la gente del público, que ya lo venía demostrando. Incluso se puede hablar fuera de la esfera musical del concierto. Fue la oportunidad de escuchar a una banda de primer nivel al aire libre en un domingo de relajo entre el agobio de marzo. Es genial que existan instancias así.
En un año que se ve particularmente cargado de festivales de metal masivos en Santiago (al menos cuatro), absolutamente nada hace siquiera atisbar algún riesgo en términos de asistencia para una convocatoria del estilo de esta. ¿Era una propuesta rara? Puede que sí cuando se le mira con la lupa encima. Ahora, estando ahí, al frente del escenario y en compañía de gente que solo quiere disfrutar, ahí es distinto. En la cancha, cualquier análisis adicional da lo mismo.