Live Review

Pet Shop Boys en Chile: Concentración uniforme

Escrito por Nicolás Merino
Fotos por Alejandra Besoain

Cuando nos enfrentamos a proyectos con carreras de este nivel, lo hacemos entendiendo que esto es lo único que les queda. Y sobre si está ganado, bueno, por supuesto que sí. De hecho, sobra ponerse a explicar las razones que sitúan a Pet Shop Boys como uno de los más grandes referentes del synth pop. Son de las primeras bandas en saltar cuando se piensa en el género completo (no es menor).

Pet Shop Boys

Hoy Pet Shop Boys es una banda que se dedica a tocar en vivo de la forma más perfecta y perfilada posible. Igual que sus compañeros de generación, a su imagen los rodea un misticismo que se retroalimenta sin recurrir a la nostalgia. Tampoco es necesario forzar la virtud de la obra clásica de PSB (ni desde las audiencias ni desde la narrativa que intente forjar la propia banda), sea a partir de la externalidad que sea. Entonces la sensación que queda es la de una banda muy realizada y cómoda consigo misma, pero no así necesariamente ubicándose en el crepúsculo despreocupado garantizado por una ganada etapa tardía. Si queda alguna duda sobre si esto realmente se explica a PSB, justo ayer dieron un concierto en el Movistar Arena que bien puede funcionar como una prueba, e incluso, como un manifiesto.

Antes de que PSB saliera a la escena, venía el turno del productor nacional ProdMarvin. En un paso que seguramente es de lo más significativo para su carrera, dejó una gran presentación impecable y de un deslumbrante sonido. Aún con lo minimalista de la puesta en escena y todo, fue un gran despliegue de imaginería sonora.

El maximalismo de Pet Shop Boys

El dúo británico salió de manera casi puntual con el hit «Suburbia». Esto en el marco de una puesta en escena que, aún concibiendo lo cuidada que estaba, daba una impresión más bien sobria. Además, esa modalidad tan relajada con la que se entrelazaban las canciones daba para imaginar que esta sería la dinámica definitiva. De hecho, pasamos inmediatamente a «Can You Forgive Her?», para luego dar un paso al reconocible beat y los múltiples y hermosos colores de la amplia paleta sonora de ese increíble clásico titulado «Opportunities (Let’s Make Lots Of Money)». Okey, este es un momento para detenerse en un aspecto más general.

Pet Shop Boys

La cultura de la música en vivo que han perfilado los dinosaurios del synth pop es, cuando menos, de un alto nivel de sofisticación y elegancia. La tecnología en conciertos ha avanzado lo suficiente como para que esas canciones tomen una nueva dimensión en su presentación en vivo. Le permiten a los artistas cocinar de maneras en las que quizás ni siquiera contemplaron a la hora de producir sus discos clásicos. Y todo esto no es challa, porque vaya que cambia. Sobre todo en un contexto en el que tanta gente está acostumbrada a escuchar música desde audífonos o parlantes singulares, el maximalismo de la propuesta en vivo de una banda como Pet Shop Boys puede invitar, incluso, a descubrir esas canciones desde cero.

Es como pasar de repetir constantemente una película favorita en una tele cuadrada “con poto” a verla por primera vez en la mejor sala de cine de Santiago (ha pasado).

Una experiencia que solo suma

Un problema con el show es que, indiferentemente de que exista una propuesta narrativa asociada que se va desenvolviendo de forma dosificada, igual se perdió un poco la grandeza de algunas canciones. Sobre todo al principio, el show se escuchaba muy bajo, lo que fuera de sus implicancias técnicas, traspasaba a lo artístico cuando se denunciaba una falta de inyección.

Y sin exagerar, estos comentarios se limitan a hacer referencia tan solo a la experiencia sonora que cualquier asistente podría disfrutar con los ojos cerrados. Cuando le sumamos todo el aparataje visual, la experiencia sólo puede seguir sumando. Incluso sin detenerse en el más básico análisis, este nivel de trabajo puede evocar tanto satisfacción como fascinación tan solo a partir de la virtud. Existe un reconocible espasmo acompañado con la sensación de total certitud que invita a pronunciar en voz alta “¡Oh, que buena!”. Pero de nuevo, estas cosas se demoraron en aparecer.

Pronto la pantalla se amplió y aparecieron varios otros músicos adicionales que estaban bien para darle una dimensión adicional a la música.

Pet Shop Boys

Clásicos al hilo

Siguiendo con el setlist, que reanudó con ‘Where The Streets Have No Name’, algo que quedó claro rápidamente entre quienes estaban atentos a la distribución de canciones a través de los discos es que cualquier recurrencia a los discos Please (1986), Actually (1987) y Behaviour (1990) era pasta de un alto momento en la noche con todo el recinto cantando. De hecho, quizás qué darían tantas bandas por tener un equivalente de catálogo como es el que ofrece el listado de canciones tan solo del Please, y ese es el debut no más.

Esa dinámica de hacer explotar un concierto en la canción más conocida es algo que PSB quizás simplemente no podría hacer, por lo equilibrados que están sus hits en cuanto a popularidad. Además, tienen un buen par de canciones que simplemente permearon a la cultura popular sin que la gente tenga demasiada consciencia de la autoría de estas. Canciones para conocer de memoria incluso antes de hacerse seguidor o fanático de la banda. Bueno, ayer tocaron varias de esas.

«Left To My Own Devices» fue la octava canción. Un punto altísimo por la popularidad de esta misma, además de la impecable interpretación. Además, fue la primera en la noche de la obra maestra Introspective (1988). Le siguió una pausa con la divertida Single «Bilingual» (llámenme loco pero estoy seguro de que incluyó una referencia a ‘Matador’ de Los Fabulosos Cadillacs) para retomar el ya mencionado álbum con una de sus canciones más populares: «Domino Dancing». Luego vendría «Monkey Business» y «New York City Boy» al hilo.

Pet Shop Boys

Pet Shop Boys y el espíritu de discoteca

Una vez armadas todas las gracias del escenario, se transformó en un concierto bastante uniforme. Digamos que estaban las facultades para hacerlo así considerando la estúpida cantidad de súper-éxitos que tiene la banda. La gente bailaba tranquilita en un solo lugar y mostraba cierta exuberancia en las canciones más populares. Esa exuberancia se manifestaba en cantar más fuerte y sacar el celular. Lejos de decirlo de forma malintencionada, le daba un espíritu de discoteca que quizás la banda también buscaba.

Pasaron varios hits y algunos momentos de particular atractivo como la versión acústica de «You only tell me you love me when you are drunk», junto el esperado cover de «Always On My Mind». El cierre falso vino con otra del Actually, «It’ s a Sin». Así, el dúo se retira del escenario con la teatralidad típica del rigor para luego volver con el clásico absoluto «West End Girls» y cerrar definitivamente con «Being Boring», del Behaviour. Por supuesto que ambas canciones fueron ampliamente celebradas.

Pet Shop Boys

Quizás la parte más sencilla de hablar de un concierto como este es la de hacer su resumen. Dentro de todo fue una experiencia bastante uniforme. De una sola tónica. Pero eso está bien, le daba cierta aura interesante y sombría al concierto. Tampoco se puede hacer la vista gorda al hecho de que también es una opción ignorar estos matices. Mal que mal es el tipo de banda que coincide en ser la favorita de mucha gente.


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