Live Review

ATEEZ en Chile: Sanando en comunidad

Escrito por Juan Pablo Ossandón

Fotos por Tania Morello

 

Una gris memoria fue la fallida versión del Music Bank 2022 en nuestro país, y es que los estragos y cicatrices de la forzosa cancelación de las presentaciones de TOMORROW X TOGETHER, NCT DREAM ATEEZ en plena ejecución del show a causa del clima y la falta de medidas para ello, aún permanece hasta el día de hoy en miles y miles de fans que derramaron lágrimas de tristeza y frustración aquel día.

Es por eso que, con el anuncio de la llegada de ATEEZ a nuestro país encendió rápidamente las alarmas y volvió a impulsar las esperanzas de muchísimas almas que clamaban por gritar cada verso, y vaya que Atiny se lo tomó en serio.

Y es que los sucesos de la noche del 30 de agosto en Movistar Arena desde la misma previa ya mostraban un panorama único. Desde el despliegue logístico de seguridad previo que pudo proveer orden al fanatismo explosivo de ATINY, hasta la misma respuesta de la audiencia –unificada por un dresscode negro tácito– que cantaba antes de que empezara el show con el mismo ímpetu que tendría el show como tal. Este último detalle, totalmente extraño en cualquier show y más aún en estos tiempos, en donde la timidez ha sido algo mas prevalente en el público chileno post-pandémico.

De esta forma, ya desde el inicio del show de ATEEZ a eso de las 21:20 aproximadamente, el griterío ensordecedor combustionó de la forma más instantánea posible, derivando en miles de voces agudas que rivalizaban –e incluso opacaban– a los speakers que desprendían las frecuencias de sus pistas. De esta forma, se sentaba el tono que tendría el show en su totalidad y que contemplaría una serie de elementos de forma constante: lo bombástico, lo cercano, y lo emotivo.

Así, «HALAZIA», el track de apertura del show, resonó de tal forma que resulta difícil no recordar –casi a nivel de memoria muscular– el impacto causado, ante la impronta oscura y agresiva de los chicos, que ante sus siluetas bañadas en luces rojizas, ATINY recitaba y bailaba cada verso y beat.

Siendo una de las múltiples interacciones y diálogos que se tomarían ATEEZ, el agradecimiento que irradió cada miembro causó multiples –y ensordecedoras– reacciones de ATINY, así como se dieron una instancia de agradecer la comprensión del fandom por la ausencia de Jongho –a raíz de una lesión que le obligó a someterse a cirugía–. Incluso se dieron la oportunidad de tocar el tema de la triste cancelación del Music Bank, denotando su interés y preocupación por sus fandom chileno.

Una batería de hits como «Answer», «The Ring» y la clásica «HALA HALA» mostrarían, en este primer acto del show, todo lo que ‘The Fellowship : Break the wall World Tour’ tenía por ofrecer en este lado del mundo. El siempre factor espectacular de la pirotecnia, el cuidado meticuloso y detallista de la danza, y una interpretación vocal siempre en punto e inquebrantable ante la alta exigencia física del show, hicieron de la euforia y el éxtasis, elementos siempre presentes.

En este punto, creo que es sumamente relevante el entender y comprender el encanto que habita la propuesta de un grupo como ATEEZ, para lo que, en términos narrativos de este escrito, recurriré a los tres elementos que mencioné anteriormente.

Por un lado, lo bombástico es, de seguro, el el factor más prominente de este show. No es de extrañar, después de todo, la nomenclatura creativa que nutre las producciones del grupo recurren al EDM, el trap, el pop y distintos subgéneros atípicos de electrónica que entregan una cualidad más peculiar por así decirlo.

¿Cómo se traduciría esto en vivo? Pues con los beats retumbantes y sintetizadores envolventes que se sentían en cada centrímetro de piel, y que recibirían su retribución en un coro estridente de canciones como «Dazzling Light», «Wonderland» o «Say My Name». De alguna forma ATINY encontraba algún modo de sonar más fuerte cada vez, en especial en las últimas dos mencionadas.

Además, el aspecto escénico que, si bien se apoyaba bastante en el uso de pantallas y distintas visuales y cortos cinematofráficos, si tenían éxito a la hora de recrear ambientes. Esto, a raíz de la conjugación narrativa entre lo tecnológico, y la propia interpretación de cada integrante.

Pero eso no termina sólo ahí, y es que, muy en la línea de la actitud directa que busca encarnar –sobre todo ahora– la boy band, sus coreografías terminan siendo verdaderas acrobacias olímpicas ya que, el flujo de las mismas, iba y venía en secuencias grupales que rompían el canon de como expresar corporalmente el k-pop. De especial recuerdo es lo sucedido en «BOUNCY (K-HOT CHILLI PEPPERS)», que, a título personal, me dejó totalmente deslumbrado.

Y tomaré el nexo justamente con esta última canción para desarrollar otro de los elementos relevantes del show: la cercanía. Acudiendo a la dinámica del desafío popularizado de «BOUNCY», los chicos se tomaron la pasarela del Movistar Arena para buscar a tres personas afortunadas que tendrían la oportunidad de competir con ellos. Un gesto no común en conciertos, que de cierta forma expresa lo que tanto querían entregar ATEEZ; una experiencia inolvidable y que, ojalá, fuese única para cada asistente.

De ahí que la propia disposición escenográfica, el manejo espacial de cada quien, y las distintas muestras de carisma, permitían una experiencia casi personalizada. Ya sea desde tirarse los balones inflables entre sí y el público, interactuar de lejos y de cerca, o bien, la reconocible investigación previa de los modismos chilenos (como al inicio con el «que la pasen bacán» o el «chi chi chi, le le le»). Y creánme que cada alma notaba esos gestos.

Por lo demás, ese aspecto más íntimo descansa en aquello que, fundamente los propios principios del grupo. Así, y tal como lo mostró una de las últimas visuales, cada quien tenía una propia motivación al integrarse a esta colectividad que es ATEEZ. Superar la ansiedad, no estar solo, seguir los propios sueños… Muchas lágrimas fueron derramadas en los rostros de muchas y muchos fanáticos, les diré.

Y es justo acá, en este punto, dónde tomaré una de las preguntas expuestas en el show que quedó resonando en mí y que, de alguna forma, siento que es capaz de englobar todo lo que implica un show de ATEEZ.

¿Qué significa para nosotros estar juntos?

Dicho cuestionamiento es el que deja que canciones como «Sunrise» con su sencillo mensaje de tan sólo sigue adelante, tengan un tenor especial, o que «Turbulence» haya convocado miles de personas a levantar pancartas –en una metáfora de ayudarse a brillar ante las dificultades–. Hablamos de comunidad.

La comunidad (the fellowship) es formada por personas quienes comparten algo en común. En esta ocasión, la devoción por ATEEZ. Pero, tal y como ellos mismos dijeron, ATINY es parte de ATEEZ. Entonces, una vez dicho eso ¿qué significa el estar juntos en comunidad?

En un mundo tan complicado y cruel como el de hoy en día, en el que el individualismo frívolo puede atentar contra la creación de vínculos, es justamente lo que los chicos buscan derribar. Al menos para todo aquel que resuene su música, y es que, cada quien tiene sus miedos, ansiedades e inseguridades, vividas en el propio silencio de aquellos momentos en que nadie más nos esta viendo. El compartir esas emociones y sentimientos llama a la empatía, la comprensión y la amabilidad, un espacio seguro en el que sean capaces de expresarse.

Es con ese cariño y amor el que está fundada la comunidad de ATEEZ, que el sentimiento es tan, pero tan fuerte, que es capaz de apabullar hasta el más robusto de los bajos del Movistar Arena. Todo el mundo lo sintió. Si es que fuiste, y estás leyendo esto, definitivamente lo sentiste. Y es por eso que la frase «Break the Wall» de la gigantesca «Guerrilla» sonó en todas partes, superando los soportes acústicos de las paredes y el techo del gran domo del Parque O’Higgins.

Casi como una propia entidad. Una oportunidad perfecta para entender al porqué al fandom se le menciona en singular, y es que, conformado por más de 16.000 almas congregadas, compartieron un mismo sentir. Sanador como eufórico, encantador como explosivo, amable como electrizante. Las sonrisas dibujadas en sus rostros hablaban por sí solas, y el mejor momento para experienciar la vida, es en conjunto.

Con ATINY.

Con ATEEZ.

Con todas esas canciones que nos encantan, y que esperamos volver a escuchar pronto junto a Jongho.

Bueno, así lo prometieron.

Gracias por la dedicación.


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Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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