Live Review

The Winery Dogs en Chile: Ojos incrédulos, corazones encantados

Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Andie Borie

 

Richie KotzenBilly SheehanMike Portnoy son de la casa ya, y es que, más allá de sus abultados currículums, ya se han presentado un par de veces como The Winery Dogs en nuestro país. Eso puede tener muchas explicaciones, siendo una de las más sencillas el tremendo arrastre que cada músico tiene por sí solo, ya sea por lo obrado en Mr. BigDream Theater –entre muchísimas bandas más–, pero, y al mismo tiempo, si bien el concepto de supergrupo es llamativo, muchas veces no logra superar la anécdota. No obstante, ese no es el caso de The Winery Dogs, quienes concretaron finalmente su regreso la noche del 25 de abril en Teatro Coliseo, después de unos largos 7 años, y con nuevo disco bajo el brazo.

Con un retraso de unos 15 minutos aproximadamente, el recinto de Nataniel Cox ya se mostraba bastante repleto e impaciente para que comenzara una jornada explosiva del mejor hard rock contemporáneo. De esta forma, la agrupación chileno-estadounidense Velvet Chains toma el spotlight del Coliseo con una muestra bastante vigorosa de un rock que toma aquellos elementos que tanto encantan de este género con tanta historia: una base rítmica robusta, una interpretación vocal apasionada y en punto, y, por supuesto, guitarras afiladas que disparaban riff tras riff, encantando a muchos. Y es que el grupo radicando en Las Vegas fue agradecido con el hecho de poder tocar para el público chileno, y dicho nexo se fue gratificado en la profunda atención que tuvieron tracks como «Wasted», «Back on the Train» o el clásico del rey del rock, Elvis Presley, con «Suspicious Minds». Hay muchísimo potencial.

Para las 21:15, el Teatro Coliseo estaba completamente repleto. Quizás el sold out nunca fue anunciado oficialmente, pero no sería de extrañar que en términos técnicos sí haya agotado. Y la verdad es que eso fue tan solo una de las señales que mostraron la ansiedad por vivir y dejarse llevar por lo que nos tenían preparado los legendarios músicos en escena. De esa forma, con el anuncio profético de «American Band» de Grand Funk Railroad en los speakers, SheehanKotzenPortnoy tomaban sus posiciones en un oscurecido escenario, para que el destello de luces comenzara con «Gaslight» y «Xanadu», tracks del nuevo disco «III» que tuvo un buen recibimiento, aunque claro, algo tímido considerando lo bastante reciente de su lanzamiento. Pero esa pasividad no duró tanto, ante la llegada de clásicos como «Captain Love» o «Hot Streak», que mostraron el lado más salvaje de la audiencia gritando cada verso de Richie, y saltando al ritmo de lo obrado por MikeBilly.

Recalcando la idea de que los supergrupos suelen ser anécdotas en muchas ocasiones, no era el caso de The Winery Dogs. Todo el mundo sabía que no vienen a tocar clásicos de sus otros proyectos, ni tampoco están interesados en descansar en sus tiempos dorados, y eso se traducía en miradas asombradas e incrédulas por el musicianship desplegado en canciones como la reciente «Breakthrough» o «Time Machine» –del disco homónimo–. Es cosa de ver cuando el trío desplegaba secciones desafiantes a nivel interpretativo, y lo hacían parecer tan fácil. En especial Billy Sheehan, quien con un sonido robusto demostró una vez más lo protagónico que puede ser el bajo, y, al mismo tiempo, cargar con ese 50% de la base rítmica tan elemental. Es que, los aplausos y ovaciones entre medio de las canciones eran más comunes que al fin de éstas, y eso es algo bastante raro de ver, al menos en estas proporciones.

La longeva «Stars» –del «III»– fue, sin duda, una de las canciones con mejor recibimiento del nuevo material, y es que su paso sutil y progresivo en matices permitió a cada uno de los músicos brillar desde sus distintos sitiales, en la medida que los rostros boquiabiertos de goce se replicaban en la audiencia. De esta forma, y al paso del show que desplegaba temazos como «Mad World» o «Desire», llegó uno de los momentos más grandes –y mi favorito personal–: el solo de bajo de Billy Sheehan. Lejos de la mera improvisación, el músico de 70 años entregó un solo diverso, utilizando diversas técnicas y recorriendo la paleta de colores completa para maravillar a cientos y cientos de personas agolpados en el recinto, de forma atenta. Si es que pueden ver videos de ese momento, háganlo por favor.

Con toda la banda de regreso, el cierre de la primera parte del show llegaría con dos de los clásicos más grandes de la banda: la sentida «I’m No Angel», en que Richie demostró todo su rango vocal, pero, por sobre todo, su ímpetu interpretativo; y la incendiaria, técnica y revoltosa «Oblivion», que incendió el local con saltos agitados que resistían el calor. Había que vivir cada segundo, dinámica que no se detendría ante la pausa breve que se vería terminada con el vocalista tomando posición en el teclado situado a un costado del escenario, para entregar una solemne y sufrida «Regret». Un momento clásico en conciertos de hard rock que tan bien encarnaba el músico, que se vio acompañado en breve por sus compañeros –con un Mike Portnoy vistiendo la camiseta de la selección chilena– para dar fin al recital en el punto más alto con «Elevate». Los aplausos nunca pararon, y es que, tras 1 hora y 40 minutos de shows, los corazones del público quedaron encantados.

Setlist:

  1. Gaslight
  2. Xanadu
  3. Captain Love
  4. Hot Streak
  5. Desire
  6. Breakthrough
  7. Time Machine
  8. Stars
  9. Damaged
  10. Mad World
  11. The Other Side
  12. Solo de bajo
  13. The Red Wine
  14. I’m No Angel
  15. Oblivion
  16. Regret
  17. Elevate

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Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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