Live Review

Sonata Arctica en Chile: Así luce la fidelidad

Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Martín Obreque

 

Tuvieron que pasar 3 largos años para que finalmente aconteciera el regreso de Sonata Arctica a nuestro país. Es un fenómeno curioso, y es inevitable volver a hablar de la pandemia y el sinfín de conciertos que no pudieron suceder por su causa; después de todo, el retorno de los finlandeses se pactó para el 19 de abril de 2020 y después para el 19 de noviembre del mismo año –y como ya sabemos, las medidas sanitarias tanto en Chile como en el mundo no permitieron que se concretara–. En 2022, cuando ya todo parecía que los conciertos estaban de regreso –aún con el COVID-19 bien presente–, los finlandeses se contagiaron con el virus por lo que su visita repactada al 14 de abril de dicho año no se llevó a cabo. Pero, al fin, sucedió. 3 años, no es menor, es un hecho que hubieron cientos que mantuvieron sus tickets desde 2019 que salieron a la venta por primera vez. Y, adelantándome un poco, lo sucedido la noche del 24 de marzo en el Teatro Caupolicán, hizo que cada segundo de espera valiese la pena.

La jornada comenzó a las 20:00 puntualmente, con unos Austral ansiosos por brindar un show preparado –y probablemente reformulado– desde, a lo menos, 2020. Naturalmente, mucha agua pasó bajo el puente, y cómo no, si el camino al sucesor de «Patagonia» (2017) se ha venido gestando a pulso, con una batería de sencillos lanzados desde 2021 que muestran una faceta aún más filosa de su metal étnico. Dicho de otra forma, no es sino lógico que la banda haya encarnado en algo nuevo, que, y como diré en breve, mucho tiene que ver con el showmanship de Nicolás Araya y el cómo ello nutre y se complementa con la fuerte presencia de LuisJorgeMarioJuan Francisco.

Con «Muerte a la Etnia» y sus percusiones tribales, el set de Austral daba comienzo jugando totalmente al impacto. El sonido era de lo más arrollador, razón por la que la audiencia casual se vio cautivada de inmediato, y por su parte, los fanáticos con recorrido estaban a gusto al escuchar, probablemente, estas nuevas canciones por primera vez en vivo. Acto seguido, fue la clásica «Newen» la que sentó la nota coreada, muestra de un groove sobrecogedor y una interpretación robusta de Nicolás, sacando a relucir así el lado más idiosincrático de su propuesta, y definiendo de inmediato todo lo que significa Austral.

A lo largo de los 25 minutos de set, sonó con fuerza «Atsowen», su track más reciente que agitó hasta al más incauto e impresionó a los incrédulos con un acto performático que mostraba parte del horror de la discriminación a los pueblos originarios –inspirados principalmente en el pueblo selk’nam–. Por su parte, «Premonición» fue un mazazo de alturas temibles, denotando que lo nuevo de la agrupación se viene sin resquemor alguno, manteniendo el momentum de maravillas para un cierre de fábula con «Cacería», el hitazo de «Patagonia» (2017) que vio a la banda dominando y echándose al bolsillo a la audiencia por completo, con un Nicolás jugando a las grandes ligas, haciendo interactuar a cada sector del Teatro Caupolicán. Pedazo de show.

Ya un par de minutos antes de las 21:00 hrs., las luces ya se encontraban apagadas, como si la ansiedad viniese de cada actor involucrado en que este evento sucediese: técnicos, banda, producción y público. Todos totalmente compenetrados e inmersos en la experiencia, que, para cuando salió Tony Kakko y compañía al escenario con «The Wolves Die Young», la locura se desató completamente, flujo de energía que se desataría aún más con el clásico moderno «The Last Amazing Grays», avivando entre saltos, gritos y fuertes coreos del público un instante tan añorado por muchos, y que el vocalista, como buen maestro de ceremonia que es, lo notó de inmediato. De ahí que, previamente a «Storm the Armada», se haya dado un momento para agradecer por la espera de 3 años, profetizando una gran jornada.

Una de las favoritas de era más progresiva de los finlandeses hizo presencia: «Paid in Full», mostrando al mar de voces emotivo y enérgico que se apoderó del Teatro Caupolicán, para cantar con fuerzas el verso «It’s hard for me to love myself right now», uno de los trabajos líricos que demostraron la versatilidad en la pluma de Kakko, fuera de los clichés del power metal, lo que puede explicar porque esa canción fue coreada con tamaña fuerza. Hay un aspecto humano inherente a la propuesta de Sonata Arctica, que explica su éxito por estos lados, con canciones que acompañan en distintos aspectos del día a día. Asimismo, una vez terminada la interpretación, los sintetizadores absorbentes y atrapantes de Henkka trajeron un clásico indiscutido del «Silence» (2001), «Sing in Silence» que, aún en su midtempo reposado y melódico, de todas formas trajo individuos entusiastas dispuestos a saltar cada coro. Lo que sería premiado con «una canción más rápida» –en palabras de Tony– como lo es «Kingdom For a Heart», que, si bien estaba en una afinación más baja de la original –para adecuarse al rango vocal del cantante que no es inmune al paso del tiempo–, vaya que mostró uno de los rituales más bellos del género. La algarabía absoluta entre los tiempos acelerados, guitarras inquietas, coros incesantes y una épica capaz de conmover a cualquiera.

Con una voz femenina envasa apoderándose de los speakers, el teclado de Henkka relucía tal cual gema para dar cabida al paso gélido de «Caleb», otro de los grandes tracks del «Unia» (2007), que brindó un momento ceremonioso y mesurado que gozó de una intensidad ritualesca vigorizada por la vitalidad de las voces de cada asistente armonizando con la voz de Kakko. Acto seguido, y con el vocalista entregando un discurso de cómo hay que abrazar al animal interior, sea cual sea, llega «Closer to an Animal», del no tan celebrado «The Ninth Hour» (2016), que de todas formas se hizo un lugar entre el respeto y un fanatismo comprometido. Después de todo, era evidente en este punto que la banda se proponía revisar todos los álbumes que componen su discografía. Así, y con un concepto sencillo pero magnético de lo que es ser frontman, Tony une el discurso anterior con que uno perfectamente podía ser la «oveja negra», lo que estalló de inmediato con otro de los grandes hits más ovacionados de la noche: «Black Sheep», encantando por su poderío melódico y un coro reconocido en cualquier rincón del teatro.

En este instante, el vocalista de Sonata Arctica se da un momento para explicar que, viniendo desde un país tan lejano a Chile como lo es Finlandia, en esta ocasión tuvieron problemas con los vuelos lo que impidió que trajeran todo su equipo, faltando guitarras y amplificadoras que fueran capaces de entregar la experiencia completa. No obstante, aún si que este fue el caso, eso no sería excusa para brindar una noche para recordar por siempre, aún si la siguiente canción permanece quebrada. Sí, «Broken» entregó el matiz necesario para bajar la velocidad percibida anteriormente, pero sosteniendo la energía desplegada al son de este tema de un metafórico desamor. Después de esto, la voz desnuda de Tony Kakko pronunciando «Give me the right to be heard, To be seen, to be loved, to be free (…)» dio paso a una escalofriante versión de «I Have a Right».

Uno de los momentos que quedarán para la posteridad será el cómo se paró el tiempo con «Tallullah», en el que público y banda se convirtieron en una misma identidad, pronunciando con una pasión desbordante cada palabra que componen los versos de la sentida balada de desamor de los finlandeses, pincelando una postal preciosa entre el contraste de las luces telefónicas dándose ver entre la oscuridad solemne que rodeaba los gélidos azules que bañaban las siluetas de los músicos en escena. Un momento realmente precioso que llegó a su clímax con el estallido emocional que vino posteriormente con «FullMoon», en donde la comunión y fidelidad de la audiencia con la banda era palpable, comprometiéndose a saltar cada galope de la batería, y recitar con un ímpetu descomunal el «runaway!, runaway!, runaway!«. Pelos de punta, honestamente.

Agradeciendo el compromiso con la música en vivo, el asistir a estos eventos, mantener los tickets tras las reprogramaciones y el manifestar un apoyo inconmensurable a las bandas que se ganan la vida en este rubro, Tony Kakko y sus compañeros de banda traen el final con una combinación infalible. «The Cage» y «Don’t Say a Word», entregando un final de lo más celebrado que hasta invocó moshpits en el sector derecho de la cancha, dando final a un concierto que fue capaz de resistir el paso del tiempo. Aún con unos músicos más viejos, aún con la voz desgastada pero firme de Kakko, aún con una historia algo difícil de sostener con las decisiones creativas de la banda post-2009. Nada de eso importaba, y sí, Chile es de los más grandes consumidores de power metal en el mundo, pero eso responde a algo más que una variable geopolítica, sino al acto de lealtad y fidelidad que se entregan en el en vivo, en donde los límites de la realidad se desdibujan para vivir el más lindo cuento de ficción representado en la vida real.

Setlist:

  1. The Wolves Die Young
  2. The Last Amazing Grays
  3. Storm the Armada
  4. Paid In Full
  5. Sing In Silence
  6. Kingdom For A Heart
  7. Caleb
  8. Closer to an Animal
  9. Black Sheep
  10. Broken
  11. I Have a Right
  12. Tallulah
  13. FullMoon
  14. The Cage
  15. Don’t Say a Word

 

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Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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