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Deafheaven y «Sunbather»: El pináculo del blackgaze

Escrito por Juan Pablo Ossandón

«I’m dying»
«Is it blissful?»
«It’s like a dream»
«I want to dream»

 

Un 11 de junio de 2013, sale al mundo el segundo álbum de Deafheaven: el magnífico «Sunbather«, el cual fue lanzado a través del sello Deathwish, y que cambió el juego tanto para la banda como para la atmósfera en la que se encontraba sumido el metal en la década pasada.

El panorama creativo del metal y el nacimiento del blackgaze

Es seguro decir que el metal, como paradigma musical, siempre mantuvo su creatividad a flote –que no es lo mismo que tenga éxito comercialmente–. A lo largo de su historia, han nacido todo tipo de subgéneros así como distintos proyectos que han marcado un antes y un después en el género: «White Pony» de Deftones, «Symbolic» de Death, «Lateralus» de Tool, «Jane Doe» de Converge, y un gran etcétera. Estos álbumes representaron un cambio argumental en la forma de concebir el metal, al menos en comparación a lo que se hizo a finales de los ’70’s y en los ’80’s por grandes nombres como Black SabbathMetallicaIron Maiden –entre muchos otros–. El aspecto aventurero primó, y elementos como las emociones tomaron un rol más protagónico a la hora de componen y crear, así sea desde la sutileza sobrecogedora de lo que hizo «White Pony» o la visceralidad de «Jane Doe», y, por otro lado, el extremar recursos y conducir el sonido a través de la filosofía y las matemáticas es lo que permitió que trabajos como «Lateralus» y «Symbolic» hayan aparecido.

Por supuesto, ejemplos hay muchos de discos game changers: «Toxicity» de System of a Down, «Blackwater Park» de Opeth, «Slaughter of the Soul» de At The Gates, «In the Nightside Eclipse» de Emperor, o «Through Silver in Blood» de Neurosis –entre muchos otros–. Dicho eso, lo que hizo la última banda mencionada, Neurosis fue ayudar a concebir lo que conoceríamos a futuro como post-metal. Este subgénero, que toma las formas y lógicas del post-rock, extremando recursos para adoptar las estéticas del metal, fue construido desde los ’90 al menos, por bandas como Cult of LunaIsis. Pero no fue hasta 2006 en que vería el surgimiento una de las formas más revolucionarias del post-metal: el blackgaze; gracias al «Souvenirs d’un autre monde» de Alcest, agrupación francesa que tomó sus influencias del shoegaze de bandas como Slowdive y las combinaron con su amor por el black metal, recreando uno de los sonidos más oníricos y sensibles a la fecha, abriendo un sinfín de posibilidades para el género, y, por supuesto, para este subgénero que recién había nacido.

El nacimiento de Sunbather

El contexto previo al lanzamiento de «Sunbather» explica ciertos elementos del porqué tomaron dicha dirección. Por una parte, hubo un cambio de formación estructural bastante importante tras «Roads to Judah» (2011) –el LP debut de la banda–, fundamentado en las altas exigencias que tenía la agrupación en esa época, ya sea por los calendarios exigentes de las giras o la férrea ética de trabajo de George ClarkeKerry McCoy. Por otro lado, se tomaron más tiempo para trabajar en su nuevo lanzamiento (a diferencia de los rangos de tiempo cortos que hubieron entre «Roads to Judah» y EP’s previos), lo que claramente dio mayor campo de crecimiento como músicos y personas.

Una vez que ingresó el baterista Daniel Tracy en las últimas sesiones de grabación del disco, este terminó de tomar forma. Su estilo camaleónico que goza de una interpretación que puede ser tan vulnerable como brutal, fue un elemento fundamental para «Sunbather», tal y como asegura George Clarke.

Ya con todos los elementos en orden, el 11 de junio de 2013 ve la luz «Sunbather», la obra maestra de Deafheaven.

Desmenuzando emociones

Si el rasgo característico de Alcest –banda amiga de los estadounidenses– es la cualidad onírica de sus composiciones, el de Deafheaven es la crudeza de las emociones. Su vocalista y frontman, George Clarke posa su vulnerabilidad como persona de una forma totalmente poco acostumbrada en el metal, especialmente desde una figura masculina, y la forma en que el artista procesa sus emociones es absolutamente intenso y exigente a nivel emocional. No sólo desde lo lírico, en el que su prosa delicada se desvive en metáforas –encarnadas en elementos más cercanos de los que creeríamos– e ignora el esquema clásico de la canción «verso, coro, verso, coro, puente, coro», sino que también desde lo interpretativo en el vivo, en el que su lenguaje corporal muestra diversos manerismos que le hacen ver más como alguien frágil, en comparación con la imagen robusta de los cantantes de metal.

En lo musical, siempre me ha gustado decir –tomando de base la analogía dicha anteriormente–, que si Alcest es Slowdive con black metal, pues Deafheaven es My Bloody Valentine con black metal. Mucho más abrasivo, mucho más ligado al noise, como si se tratase de una bomba de tiempo a punto de explotar, retratando a la perfección el peso abrumador de los conflictos personales de Clarke. Así se siente en otros elementos como las guitarras de McCoy, que pueden ser tan luminosas como filosas, reflejando un contraste constante en el que habita la ansiedad humana. Es cosa de ver el carácter dinámico de las baterías que realiza Tracy, quien realiza un trabajo titánico en canciones que rozan el promedio de los 9 minutos, con cambios rítmicos una y otra vez. Además, su estilo de tocar es sumamente honesto, intentando hacer hablar los platillos y tambores, entablando un lenguaje traducido en matices de los decibeles cambiantes –dependiendo de con qué tanta fuerza usa las baquetas–. Formidable.

La idea detrás y cómo se percibe el álbum a casi 10 años de su lanzamiento

Como la banda ha dicho en reiteradas ocasiones, una de las metas era retratar las emociones, miedos, sensibilidades y ansiedades humanas de la forma más fidedigna posible. Es decir, abandonar el sentido cristalizado de que «no es masculino sentir», y tan sólo dar libertad al paso vertiginoso de la naturaleza humana misma. Eso, es honestamente, revolucionario. Y vaya que era urgente. Tampoco es que la sensibilidad no existiera en el género ni tampoco Deafheaven fue la primera banda en realizarlo, pero los estadounidenses crearon un concepto sin intermediarios ni catalizadores. Emoción cruda, pura y dura. Nada más.

A casi una década del lanzamiento de «Sunbather», es un álbum revisitado constantemente y que, por los cambios que propone, aún puede generar opiniones divididas. No obstante, el compromiso con la faceta más vulnerable del ser humano, al punto de la incomodidad de la melancolía y sentimientos deprimentes, ha permitido que este álbum no haya envejecido en lo absoluto.

Si revisamos las líricas, es cosa de ver el cómo temáticas sociales son abordadas desde la emoción pura. El tema que da título al disco tiene una visión bastante particular de las desigualdades económicas, dando un vistazo prístino de lo que ocurre en la psiqué del vocalista de la banda.

Es gracias a elementos como este, situados en el rincón más íntimo de las personas, desde lo interior, y no desde la intromisión exterior hacia el interior –en donde se vincula lo colectivo y cultural, lo que podría caer en una racionalización que rememora de cierto contexto en específico–, que este disco es atemporal. ¿Qué más atemporal que la emoción humana? El símbolo eterno que ha persistido a lo largo de toda la historia. Y, en una era tan compleja como la actual, en la que el sentir pareciese estar prohibido, vaya que es necesario encontrarse con trabajos como este.

Gracias Deafheaven.


La agrupación norteamericana se presentará este 8 de marzo en Club Blondie, junto a los nacionales Sectarian y Loud, marcando su regreso a nuestro país de la mano de su último trabajo, «Infinite Granite».

Entradas disponibles a través de Eventrid o sin recargo en Tienda RockMusic (Eurocentro).

Produce Atenea

 

Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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