Escrito por Felipe León
Existe cierto culto hacia bandas que quizás en su momento recibieron un éxito local en sus respectivos nichos generacionales, geográficos o por escenas musicales, siendo el país del sol naciente un constante innovador a la hora de entregarnos bandas y artistas capaces de llevar sus propuestas por carriles poco y nada visibles en la cultura occidental. Casi como un catalizador de influencias, aparece Fishmans con un toque regulado por la constante de reinterpretar ciertos patrones estilísticos, desde una perspectiva tan única que hasta la fecha, nada ni nadie se les ha logrado siquiera acercar en parecido. La temprana muerte de su vocalista Shinji Sato pudo dejar una deuda pendiente en la banda, quienes entre 1996 y 1997 verían su pico creativo plasmado en tres maravillosas obras como Kuuchuu Camp, Long Season y Uchu Nippon Setagaya.
Long Season fácilmente podría considerarse como la piedra angular de todo lo que una banda como Fishmans puede llegar a evocar, desde una provocación genuina de memorables epopeyas sonoras que terminan sintiéndose como una revelación en todas sus dimensiones. Partamos por la idea de que esta sola pieza unitaria de 35 minutos de extensión, aborda tantos detalles, sensaciones, paisajes e imágenes que acuden a nuestra cabeza casi como arquetipos de una obra ligada a una especie de divinidad o sabiduría milenaria, como si en sus monumental percepción del sentido del tiempo y la vida, navegara un grupo de ideas dispuestas a cambiar las reglas del juego. Así se siente, como un hecho tan fácil de apreciar y difícil de obviar.
Este álbum aparecía solo unos meses después de Kuuchuu Camp cambiando por completo la tónica flotante por un viaje de tomo y lomo, en donde la música acompaña cada paso y paisaje que vamos dando en medio de rítmicas constantes, adoptando todo tipo de sensibilidades ligadas a un entendimiento mayor, donde cada detalle calza a la perfección con el espíritu de la obra. Invita a soñar, a maravillarse con las proezas de un grupo de músicos liderados por un gigantesco Shinji Sato capaz de imaginar las posibilidades más eternas de la composición musical, todas dispuestas con una sutileza artística de un alto carisma, profundamente conectado con la idea de trascendencia radicada en cada rincón de esta épica viajera.
Es difícil explicar el impacto de Long Season porque precisamente su carácter impactante necesita casi de la conexión personal que uno pueda entablar con su naturaleza enigmática y brillante. Imaginen ese shock que tiene «Echoes» de Pink Floyd o «La Poderosa Muerte» de Los Jaivas como creación musical; algo similar ocurre con este álbum, como si guardara un secreto elemental, un saber milenario guardado eones en el tiempo. Su fusión progresiva de la neo-psicodelia, pasada por reminiscencias Dream Pop y esos detalles Pop/Folk que a ratos se transforman en puro Post-rock no son calificativos suficientes para abordar la maestría implícita en este verdadero testamento de pureza y conocimiento emocional.
Como testimonio muy personal, la primera vez que escuché esta canción/Ep/obra sentí una sensación similar a la vez que veía Dragon Ball en la tele cuando era un niño (¿97/98?), en esa forma de narrar el aspecto aventura en su concepción, con todas las etapas clásicas del «Viaje del héroe«, como una letanía apasionante sobre la interacción del humano con su entorno, maravillándose, generando ese sentir existencialista de sentirse pequeños en un mundo gigantesco e inimaginable. Pero no es un álbum que te deja diminuto, al contrario te hace sentir «parte de», un afortunado a la hora de presenciar tales divinidades. Sinceramente Long Season es de esas experiencias que pueden llegar a cambiar tu vida; y lo bueno es que afortunadamente podemos darle play cuantas veces queramos.
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