Escrito por: Bárbara Conejero
Desde “obra maestra” hasta “indefendible”. Esas palabras se han usado para describir la nueva película del director francés Jacques Audiard, Emilia Pérez. La cinta, galardonada en el extranjero, pero criticada por el país que intenta retratar y sus vecinos, sigue a Rita (Zoe Saldaña), una abogada que recibe una propuesta inesperada: ayudar al poderoso narcotraficante Manitas Del Monte a fingir su muerte y cambiar de género.
Por las temáticas que aborda, la producción parece orientada a un tono más cercano al thriller o la acción. Sin embargo, Audiard tomó la arriesgada decisión de convertir esta historia sobre el narcotráfico en México y la transición de género en una comedia musical. Esta elección no solo le jugó en contra en términos de coherencia narrativa, sino que, además, provocó la oposición de toda Latinoamérica por exponer, una vez más, la soberbia del cine europeo y norteamericano al retratar realidades ajenas sin realizar una investigación adecuada, cayendo así en la irresponsabilidad y falta de respeto hacia la cultura local.
Si tan solo el problema fuera la forma
Uno de los aspectos que más se le ha celebrado a Emilia Pérez en el extranjero es su propuesta diferente y arriesgada, porque no hay por dónde negarlo, contar una historia de narcotráfico en forma de comedia musical sí que es un desafío.
Si hay algo que caracteriza a este género es la maravilla de impulsar la acción a través de sus números musicales, hazaña que Emilia Pérez se encuentra muy lejos de lograr.
Cada número musical de esta cinta se siente puesto de manera forzada, frenando la acción y dejándonos con el sentimiento de: esto podría haberse explicado de muchísimo mejor manera y haber calado más a fondo en el mensaje, en una escena de diálogo.
Pareciera ser, por la forma en la que los personajes “cantan”, que la decisión de hacer esta película un musical fue de último minuto. No hay timing musical; todos los personajes parecen estar hablando o susurrando en lugar de cantar, careciendo de un mínimo de ritmo. Y qué hablar de las letras, sin duda hay un grave problema de traducción y chequeo de las líricas.
Algunos ejemplos desde hace semanas andan dando vuelta por redes sociales y, aunque sean compartidos en forma de meme, muy en el fondo producen en hispanohablantes un gran sentimiento de pena. Pena por la poca preocupación en estudiar a fondo un idioma (entre otras cosas que se hablarán más adelante) por parte de los encargados de producir esta cinta y también por los que encarnan a los personajes, que por lo demás, no está de sobra decir que el elenco cuenta con tan solo una actriz mexicana, siendo que en teoría todos los personajes son mexicanos.
Al final, lo que ocurre explica muy bien por qué ha sido tan bien recibida en el extranjero y los pocos cuestionamientos a pesar de su falta de pulcritud en la representación del idioma madre de donde se sitúa la historia. Si uno ve la película y no sabe bien español, pero si hay una coincidencia entre lo que los actores gesticulan y los subtítulos, uno no se lo cuestiona más allá de si está bien traducido o no, pero si uno sabe el idioma, se da cuenta de que los diálogos son un cortar y pegar de palabras y dichos de distintas partes. Esto afecta el nivel actoral de la producción, el cual, resulta ser pobre al no saber expresar con matices las palabras y sentimientos del idioma.
El mismo problema de siempre
Ya que hablamos del idioma, se ha criticado mucho el mal acento de Selena Gómez, cuestión sumamente cierta, pero que tiene de trasfondo un problema mucho más grave que ya se develó un poco con la falta de estudio del idioma.
Emilia Pérez es una película que, como bien se ha dicho, se sitúa en México y tiene como temática central el narcotráfico. Como ha ocurrido con otras producciones que ahondan en esta temática, la película habla de tópicos sensibles como la corrupción, la narcocultura y la desaparición forzada de manera superficial.
Esto queda ejemplificado en el giro de la trama, cuando ‘Manitas’, cuatro años después de haber realizado su transición de género, regresa a México como Emilia Pérez. Motivada por el encuentro con una mujer que sostenía el cartel de un desaparecido, Emilia decide reparar el daño causado durante su tiempo como líder de un cártel. Así, funda una ONG dedicada a la búsqueda de personas desaparecidas en México.
El problema con el arco de personaje es que no existe. No se muestran las motivaciones de Emilia por este cambio, demostrando una redención falsa y sin empeño. Además, es problemática al considerar que la forma en la que financia su organización es con la recaudación de fondos de los mismos políticos que perpetúan el sistema violento.
El filme termina por generar un retrato lleno de estereotipos sobre México, sin el menor interés por parte del francés Audiard en investigar lo mínimo de estos sensibles tópicos. Hay pequeñeces que con tan solo una rápida búsqueda en internet le podrían haber ahorrado un montón de problemas y descartarlo de la lista de directores que usan las tragedias de países latinoamericanos para crear productos de entretenimiento.
El tono musical solo termina por sepultar el fracaso del filme, generando que los temas que de por sí ya son tocados con frivolidad, al incorporarse en lo que podría llamarse melodías, terminen por banalizarse, romantizarse e incluso ridiculizarse. Las ya usadas calaveras y flores repiten el imaginario muy utilizado de México sin entregar nuevas perspectivas.
Una premisa insostenible
Por esta falta de conocimiento y frivolidad con la que es abordada, es que Emilia Pérez a nivel narrativo resulta ser una historia plana que carece de hilo narrativo.
Es un film que salta de un suceso a otro sin ninguna explicación, sin dar a entender las motivaciones de nuestros personajes. El argumento termina por ser inverosímil y nuevamente una parodia a México y a la transexualidad.
Hubiera sido interesante ahondar más en el aspecto de la transición de género contemplando las complejidades emocionales, al menos haber salvado la trama por ahí, pero nuevamente no se dio tiempo para nada y se generó un enlace incongruente para dar paso a la siguiente escena como si de una carrera se tratara.
Uno de sus grandes problemas es que oscila entre dos tonos muy distintos y no termina por asentarse con ninguno de los dos. Audiard mismo se mete en un laberinto sin salida al afirmar desde un inicio los temas que va a tratar y dar a entender que lo hará con seriedad.
Si hay algo que se le puede salvar, es su dirección de arte. Finalmente, en el único aspecto que resulta atractiva es en lo visual; la iluminación está bien trabajada y se nota un cuidado general en postproducción.
En resumen, Emilia Pérez se presenta como una propuesta, en su narrativa distinta, pero que termina por caer en los mismos estereotipos. Careciendo de congruencia tonal y, por sobre todo, vacía en su mensaje.