Escrito por Hernán Carrasco
Fotos por Juan Manuel Hernández
Nunca es tarde para reencontrarse con la música que nos une. Aquellos que se ven ensimismados con esos sentimientos tan “a flor de piel” que van vibrando el alma con cada acorde, efecto o groove de bajo. En cierto sentido, Slowdive es de esas escasas agrupaciones que llegan a tocar esa fibra sentimental y melancólica tan única, que incluso parece que nos quedamos cortos o no sabemos expresarlo bien. La sinceridad y honestidad manda en ese mar etéreo de efectos.
Y pues sabemos que la banda solo había pisado tierra nacional el año 2017 en el marco del Fauna Otoño, marcando lo que sería un debut espectacular de los británicos. Hoy en día la cosecha del público millenial que recordó con nostalgia aquella época alternativa de los años noventa, se contrastó con una creciente oleada más de la generación Z, que coreó con una energía incandescente cada tema de la agrupación. Sin duda, Slowdive ha acaparado las miradas nuevamente tras sus últimos dos discos, que llegaron luego de una gran distancia desde él abstracto Pygmalion del año 1995.
Tras su paso por los Primavera Sound de Argentina y Brasil, los oriundos de Reading, Gran Bretaña -catalogada como una de las bandas más importantes del género del Dream Pop de los 90’s- lograron brillar nuevamente en nuestro país de una manera esplendorosa bajo la gira del nuevo disco everything is alive la noche del lunes 4 de diciembre en el Teatro Coliseo.
A eso de las 20:00 horas, abrieron el telón del Coliseo los nacionales de Inverness, que desarrollaron una clase maestra de Shoegaze y Post Rock bajo el alero de la doble batería. Con un sonido profundo y sumamente ruidoso, los teloneros lograron prender y sentar el “mood” ideal de lo que se vendría. Incluso supieron sacar una carta bajo la manga con la canción “Luz Ignota” de su álbum del 2016 “Después del Mañana” grabada con el mismísimo Neil Halstead de Slowdive para cerrar perfectamente en una aura más onírica con “Continental” sencillo del 2019.
Ya a eso de las 21:00 horas se asomaba Slowdive, sin antes un mensaje de la propia banda que nos llegó a asustar un poco ya que Rachel Goswell solo se presentó a tocar y no a cantar en el show debido a una infección respiratoria. Aun así se le recibió con una ovación generalizada que fue cautivante incluso para la propia Rachel que nos miró con agradecimiento. Es en ese momento en que la algarabía del Sold Out del Coliseo se hizo sentir con suma fuerza ante la primera canción del repetorio: “shanty”, la etérea y más electrónica pieza del everything is alive y “Star Roving” que profundizó con esas texturas exquisitas llenas de reverberaciones y delays, como un manojo de sonidos retumbantes al son de los destellos de las luces.
Siguieron “Slowdive” y “Catch the Breeze” del adolescente Just For a Day (1991) que permitió seguir con los instrumentales a tope de efectos, sumergiendo la propia voz de Neil ante tamaño muro sonoro.
Sin vacilaciones y tras cambios de guitarras frecuentes, la ovación que generaba la banda en el propio público es para enmarcarlo. Sin duda que se dejó todo en la cancha ante cada canción, y así parecía sentirlo Rachel y Neil que, sin mucha platica arriba del escenario, permitieron que se desatara con locura esas sensaciones “a flor de piel” que produce la música del Dream Pop y el Shoegaze de Slowdive. Y es que aquí no importa mucho si te sabes las líricas, la propia ejecución sonora y onírica del sello de Slowdive, transmite esa catarsis emocional.
Luego, un clásico esperado del majestuoso Souvlaki (1993) con “Souvlaki Space Station” se hizo notar con creces, a pesar de las complicaciones de Neil en los efectos. Ya siguiendo con “Crazy for You” del Pygmalion y “Sugar for the Pill” del homónimo que concordaron un espectacular show de luces y gráficas psicodélicas en las pantallas. También sonó “kisses” que fue el segundo y último tema que nos obsequiaron de su último LP.
Sin duda que cuando suenan los acordes de “Alison” corre un escalofrío en la espalda, una canción muy esperada por el público asistente. El coro fue multitudinario, vibrante y lleno de alma melancólica. Como si fuera poco, le siguió “When the Sun Hits” que fue como una explosión catártica. La otrora pieza del Souvlaki fue un espectáculo, las luces, los acordes, el público, el muro de sonido de Neil, las baterías…Todo parecía conjugar en un segmento casi único del concierto. Un peak altísimo del setlist, que probablemente nadie olvidará.
El último segmento fue protagonizado por un tema mas apacible y meditativo como “Slomo” para calmar un poco las aguas tras el encore. La noche comenzaba a cerrar el paso de Slowdive por Chile. El calor del Teatro Coliseo se enfriaba, la banda nos regalaba las dos últimas canciones de un show conciso, corto pero sumamente gratificante. Así sonaron “Dagger” en un momento mucho más íntimo al ser solo tocado por la guitarra de Neil junto con algunos arreglos percutivos. Una pieza fundamental que cierra el Souvlaki, bien melancólica, punzante y minimalista.
La última pieza de la noche fue “40 Days” que fue un regreso triunfante al dream pop cargado de efectos. Onírica, llena de capas y pedales. Un cierre magnífico para una jornada magnífica.
Con una despedida corta, Slowdive dejó su paso por Chile tras seis años de ausencia -Mismos años que separan la penúltima obra en estudio-. La reacción fue intensa, “a flor de piel”, sincera y honesta. Qué más se les puede pedir, si es que fueron un murallón.
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