Escrito por Juan Pablo Ossandón
La vasta historia del rock progresivo es de lo más variopinta, destacando un sinfín de bandas que se nos puedan venir a la mente como nombres clásicos como Rush, Yes, Pink Floyd, King Crimson, o si nos vamos hacia el lado del krautrock con Van der Graaf Generator y Magma. O bien, nombres actuales que conviven con el metal como Porcupine Tree, Opeth o Tool. En este panorama –bien superficial pero bastante gráfico de lo postulado–, The Mars Volta resalta con un carácter especial.
¿Por qué? Quizás, y como la propia tesis que da corazón a este escrito, es que Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala son los que tienen un vistazo más ecléctico y distintivo al respecto. Y sí, obviamente mantengo las proporciones de ese dicho ya que, bajo ningún concepto diría que algo como King Crimson es limitado, en lo absoluto. Esto va más bien que, al situar a The Mars Volta en plena década de los ’00, es la extrapolación de conceptos aparentemente «lejanos» como el post-hardcore lo que renueva esta sinergia progresiva.
«¡Pero The Mars Volta es una banda de rock experimental!«, probablemente me dirían. Sí, también lo son. Pero no es que The Mars Volta sean experimentales por el mero afán de serlo, sino porque esa visión les permite moldear su propuesta a su antojo. De ahí que en su discografía excelsa aparezca el art rock, el rock psicodélico, la neo-psicodelia, el avant-prog, el art pop, y, por supuesto, los ya mencionados post-hardcore, rock progresivo y rock experimental.
De esa frondosidad musical, de una densidad difícil de corroer pero fascinante de admirar, es que The Mars Volta sitúa, además, una actitud mucho más ligada al post-hardcore en sus interpretaciones en vivo. Aquí, por supuesto, cobra vital importancia la presencia de la otra banda de Omar y Cedric, At The Drive-In –uno de los nombres más importantes del post-hardcore a nivel mundial–. Es aquí en donde, lo estrictamente musical más la impronta entregan algo nuevo, fuera de los canones elitistas del prog, que subvierte su propia actitud seria y consolida una faceta más rebelde y desinteresada, en donde sus guitarras suenan más ruidosas que nunca.
Es esta personalidad la que hace de The Mars Volta un monolito impasible que destaca a su propia forma, y que, de cierta manera, se adelantó por lo menos dos décadas a como otras agrupaciones comenzarían a entrometerse en esos reinos con actitudes similares –nómbrese a black midi–. Lo que la agrupación hizo fue dejar en claro que, lo visceral y descarnado puede convivir con lo cerebral. En el fondo lo que sale en las composiciones es la explosión de una vorágine creativa ligada íntimamente con lo emocional.
The Mars Volta se presentará el 31 de mayo en Movistar Arena
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