Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Jonfo Van Overbeke
El regreso de Johan Längqvist a Candlemass es un hito histórico en sí mismo. El célebre vocalista original de la banda, quien le dio voz a ‘Epicus Doomicus Metallicus’ –el opus de los suecos–, importaría una razón y argumento suficiente para brindar por esta nueva etapa de la banda, tras la partida de Messiah. Además, todo el legado histórico que arrastra el debut discográfico de Leif Edling y cía., implica un vistazo a uno de los sucesos más importantes en la historia del doom –y del metal en general–. Después de todo, es un deber escuchar tamaña pieza para entender lo que es el doom, y fueron los aportes de dicho álbum –junto con las obras de nombres como Pentagram–, las que permitieron indagar en otras sensibilidades del metal, en una época donde el maximalismo del heavy y el thrash se hacían con la popularidad máxima.
Una de las bandas encargadas de abrir el show de la agrupación sueca fue BlackFlow, agrupación nacional que entrega una impronta bastante concentrada en el aspecto melódico del doom. En ese sentido, su propuesta apunta por el escapismo sonoro, razón por la que sobre el escenario la contundencia de sus riffs resonaron como nunca, gracias a piezas monumentales como «Egomaniacal Fraternity», «Iron to Rust», o, por supuesto, el ya clásico «Indifferent to Others». Definitivamente el grupo se echó al bolsillo un nuevo grupo de séquitos hipnotizados por la aproximación atrapante y sobrecogedora de sus piezas.
Por su parte, Capilla Ardiente, un nombre ya clásico de la escena doom chilena, aplastó sonoramente a cada uno de los asistentes quienes, entre rostros atentos, hipnotizados o estupefactos, presenciaron el sonido aplastante, atronador y muscular de su sonido. Razón por la que era común ver headbangers en pleno acto de agitar los cuellos, y es que el aspecto interactivo fue importante también, aleonando a la audiencia a dejarse la vida al ritmo sopesado de sus riffs que, con canciones como «The Crimson Fortress» o la longeva y clásica «Coagula», dejaron muchas expresiones boquiabiertas.
Siguiendo, me gustaría poner en contexto de inmediato el espíritu escénico encarnado por la banda, mucho más ligado a una actitud sobria con casi nada de interacciones. Casi dejando el elemento humano interactivo en un segundo lugar, por lo que, en términos de matices y espectacularidad, es seguro decir que el concierto fue bastante parejo. No obstante, los puntos importantes y el atractivo del show que marcó el retorno de Candlemass descansan en otros lugares.
Primero que nada, aún ante una fría noche de lunes otoñal, la Blondie se repletó con un culto numeroso de seguidores que sabían y reconocían perfectamente la importancia de lo que sucedía en el escenario. Puntualmente a las 21:00 hrs., las sombras situadas de los músicos y la explosión inicial con «Mirror Mirror» –del ‘Ancient Dreams– ya mostraron un efecto instantáneo: la voz de Längqvist interpretando el trabajo realizado por Messiah Marcolin selló un direccionamiento más robusto y grave, ante la voz aguda del ya ex-vocalista de los suecos. Fue realmente estremecedor el cómo el estribillo armonizaba con las voces de un público entregado, que se vería recompensado de forma inmediata con el clásico «Bewitched» que hizo retumbar cada una de las paredes de la Blondie.
«Hello, we’re Candlemass from Stockholm, Sweden«, dice Johan con una voz sobria pero con mucha presencia, denotando el aspecto sencillo de la muestra, pero melodramática en el contenido, y es que clásicos como «Under the Oak», «The Bells of Acheron» con ese sigiloso guiño a «Ancient Dreams» en su finale, y «Samarithan» plantearon y plasmaron todo tipo de instantes en el que, puños en el aire, ovaciones y gesticulaciones exacerbadas mostraban el efecto electrificante que tenían los tonos oscuros. Un aparataje sonoro formidable, comparable con un verdadero firmamento en el que la figura impasible de Leif destaca de forma especial.
Tras una breve visita a su discografía tardía y reciente con «Sweet Evil Sun», y a «Bearer of Pain» –de ‘Ancient Dreams–, llegó uno de los momentos favoritos de la jornada –y el mío a nivel personal–. «Crystal Ball», monumental como ninguna, interpretada con una paciencia respetable, y es que el solo de guitarra en solitud acaparó todas las miradas en un tema que se permitió nutrirse del aura intensa y quieta del momento.
Ya en el encore, el público estaba completamente absortos en los recuerdos de perdición que llegaban de la mano una ola de clásicos del ‘Nightfall’ y su LP debut: el mar de voces que se engendró en «The Well of Souls» y «A Sorcerer’s Pledge» no dejo a nadie indiferente, componiendo a cada individuo presente en una propia entidad que llego a su epítome expresiva en el clásico infalible «Solitude», cerrando una jornada que bordeó el carácter de sagrado, para la dicha de cientos y cientos que esperaron su regreso, que se concreto de la mejor de las formas.
Setlist:
- Mirror Mirror
- Bewitched
- Under the Oak
- The Bells of Acheron
- Dark Are the Veils of Death
- Samarithan
- Sweet Evil Sun
- Bearer of Pain
- Crystal Ball
- The Well of Souls
- A Sorcerer’s Pledge
- Solitude
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