Escrito por Bárbara Conejero
Con cuatro estatuillas bajo el brazo, Edward Berger vuelve a los Oscar en su edición n° 97 para ascender una vez más su nombre en las grandes ligas.
Esta vez no se trata de un drama bélico, pues Berger ha abandonado los vastos campos de batalla de la I Guerra Mundial para enclaustrarse en las cuatro paredes del Vaticano durante la elección del nuevo Papa con un elenco de primera categoría.
Basada en la novela homónima de Robert Harris, Cónclave se posiciona como un thriller lleno de giros dramáticos y personajes complejos que develan las ironías y contradicciones de la Iglesia como institución.
La cinta del cineasta alemán presenta una visión que, aunque se da licencias en su veracidad, resulta sumamente plausible. Pues, aunque no revela secretos reales per se, sí invita a reflexionar sobre las dinámicas de poder dentro de esta institución y como la corrupción y manipulación van aniquilando aquellos pilares alguna vez establecidos en la Iglesia.
El cónclave es un acontecimiento históricamente rodeado de misterio y solemnidad que determina la elección del próximo Papa a través de un candidato que obtenga dos tercios de los votos de los cardenales electores. Para que esto ocurra, pueden pasar días y hasta semanas en las que los cardenales de distintas partes del mundo estarán desconectados de cualquier influencia exterior. Pero cuando el poder entra en juego, la ambición se apodera incluso de aquellos más virtuosos.
El filme tiene un tono conspirativo, lleno de misterio, que convierte la experiencia de ver esta obra en algo absolutamente absorbente. Los distintos plot twists están ubicados de manera perfecta. De modo que, cuando aún no terminas de asimilar lo que acabas de descubrir, la bola de nieve sigue creciendo, llevándote a descubrir otro de los secretos que se esconden entre las paredes de la Capilla Sixtina. Se genera un ambiente intenso donde la lucha por conseguir la mayoría de los votos, las alianzas secretas y las promesas de lealtad marcan el ritmo de la trama.
Pero la cinta no solo resulta absorbente en su mensaje, ya que el director de fotografía Stéphane Fontaine se encarga de potenciar al máximo los rincones más recónditos del Vaticano para evitar caer en la repetición y monotonía visual. Logrando una riqueza estética que juega con distintos ángulos y movimientos de cámara. Podría pensarse que la paleta tan restringida de la vestimenta de los cardenales y los espacios limitados en los que circulan limitarían la expresión creativa, pero es ahí donde el talento de Fontaine reluce al usar la luz como otra herramienta para comunicar los momentos de más tensión y revelación.
El sonido, por su parte, también juega un papel importante, pues ayuda a impulsar aquellos momentos de intriga y pecados. En películas de suspenso muchas veces una melodía vale más que mil palabras y en Cónclave esto se cumple a cabalidad.
La representación de las luchas internas y las ambiciones personales de los cardenales son el corazón de la película. Los personajes resultan ser contradictorios, demostrando una vez más como los intereses personales en el terreno religioso se van develando en la lucha por el poder. Y como fe y política siempre han ido de la mano.
Ralph Fiennes interpreta al cardenal Thomas Lawrence, uno de los principales candidatos a Papa y un hombre que empieza a tener dudas sobre su fe. La evolución del personaje de Lawrence oscila entre el deber moral y la certeza. Ralph Fiennes encarna a la perfección a este cardenal entendiendo los tonos necesarios de cada momento. Una actuación digna de un Oscar.
Uno de los grandes momentos del papel interpretado por Fiennes es cuando sostiene un monólogo donde pone en cuestionamiento el porqué de la fe, señalando que la fe nos permite tener menos incertidumbre y como esta es algo de lo que aferrarse, pero que la Iglesia ha ido tergiversando por sus conflictos internos llenos de luchas de poder. Lo que Cónclave acusa no es la religión en sí, sino que la institución, específicamente la Iglesia Católica.
Por su parte, Stanley Tucci, en el papel de Aldo Bellini, representa a un liberal con un discurso progresista que no duda de hacer maniobras dignas del campo de la política para evitar que un Papa con ideales conservadores tome el trono significando esto un retroceso de valores y la pérdida de la poca credibilidad que queda hacia la Iglesia Católica.
No hay que olvidar a Isabella Rossellini, quien, en su papel de la silenciosa, pero formidable hermana Agnes, brinda una actuación de primer nivel que la ha llevado a estar nominada en la categoría de Mejor actriz de reparto.
Cada mirada y suspiro transmite con exactitud el constante dilema moral que se genera a medida que pasan los días en el Vaticano y la preocupación de Agnes por esta. El personaje de Rossellini es maravilloso porque pone de manifiesto el rol de las mujeres en la Iglesia y en cualquier terreno en el que el poder esté en juego, donde, en su mayoría, son los hombres los que dominan el campo. La hermana Agnes tiene que ser invisible y, sin embargo, está completamente presente.
Los personajes encarnan el gran problema de la institución eclesiástica: la contradicción que surge cuando aquellos que están en el poder condenan actos que, en realidad, ellos mismos cometen.
En un momento en que la Iglesia enfrenta desafíos tanto internos como externos, Cónclave pone de manifiesto la necesidad de la institución de adaptarse y enfrentarse a las transformaciones estructurales que debe afrontar, además de plantear el cuestionamiento sobre la legitimidad de la autoridad religiosa en una sociedad cada vez más pluralista y crítica.