Escrito por: Antonia Hernández
Hace menos de una semana llegó a los cines ‘El Señor de Los Anillos: La Guerra de Los Rohirrim’, la más reciente entrega de esta icónica saga, presentada esta vez como una película de animación. Dirigida por Kenji Kamiyama y escrita por Jeffrey Addiss, Will Matthews, Phoebe Gittins y Arty Papageorgiou, esta obra busca expandir el rico universo de J.R.R. Tolkien desde una perspectiva novedosa.
Décadas atrás, El Señor de los Anillos nos presentó por primera vez el Abismo de Helm y su geografía, pero fue Peter Jackson, con sus aclamadas adaptaciones cinematográficas, quien lo llevó a la pantalla grande como nunca antes. En su versión, la fortaleza de Hornburg no es simplemente una estructura junto a las montañas, sino un torreón que parece emerger directamente de ellas, la construcción de piedra entrelazándose con las formaciones rocosas de las Montañas Blancas. Con esta decisión, Jackson quiso evocar a los bunkers utilizados en la Primera Guerra Mundial, la mayor fuente de inspiración para Tolkien al momento de escribir los libros.
‘La Guerra de Los Rohirrim’ transcurre 183 años antes de los eventos de la trilogía de Jackson en este emblemático lugar, anclada a este mismo universo e inspirada en las anotaciones de J.R.R. Tolkien en el escrito original. El filme nos transporta al origen de la leyenda del Abismo de Helm, remontándose a la batalla liderada por Helm Hammerhand, el imponente rey de Rohan, y la historia de su hija Héra, que aunque nunca se le otorgó un nombre en las novelas, asume el papel de protagonista en esta historia.
No es la primera vez que el universo de El Señor de los Anillos cobra vida a través de la animación, de hecho, la primera adaptación de los libros en llegar a los cines fue la versión de Ralph Bakshi en 1978, película animada que utilizó tanto técnicas tradicionales como rotoscopia para narrar la historia de los dos primeros libros. Ahora, ‘La Guerra de Los Rohirrim’ retoma esta herencia visual de la animación tradicional en un despliegue de técnica al puro estilo anime, que además utiliza como referencia imágenes 3D capturadas mediante movimiento para enriquecer los ángulos de cámara y fluidez de los personajes.
Se trata de una aproximación novedosa, que abre un abanico de posibilidades frente a un mundo de fantasía grandioso, con numerosos paisajes, espacios, mundos e historias que contar. El primer acto es probablemente el más débil, y es que en la novedad yace lo riesgoso y como espectador los primeros minutos son de acostumbramiento a la animación, a los personajes nuevos y al estilo narrativo particular, aún así, la película se torna paulatinamente más rítmica, permitiendo al relato encontrar su cadencia y arrastrarnos a un mundo de paisajes majestuosos y emociones intensas.
Un viaje al pasado: la historia antes de la leyenda
En el corazón de la historia esta Héra, la menor de los tres hijos de Helm Hammerhan. Héra es una figura indomable, una joven que desafía las rígidas normas de la realeza con su espíritu libre, la jinete más rápida del reino y ante todo, protegida de su padre. Se trata de un personaje ejemplar, inspirado ciertamente en Éowyn y en otras figuras femeninas fuertes del universo de J.R.R. Tolkien, pero también en protagonistas de, por ejemplo, los films de Miyazaki. Héra, pese a su osadía, encarna la compasión y los matices propios de una doncella líder, capaz de gobernar y guíar a su pueblo.
El conflicto se desata cuando Helm, sólido como una montaña y temible en el campo de batalla, asesina a Lord Freca en un enfrentamiento, un noble de Dunland que ambiciona el trono. Este acto enciende una chispa de venganza implacable: Wulf, hijo de Freca, dedica años a construir un ejército de hombres salvajes, o Dunlendings, con el único propósito de arrasar Rohan, buscando adquirir la soberanía del reino y causar a Helm y su familia el mismo sufrimiento que él experimentó.
Wulf regresa entonces años más tarde, con cientos de hombres a sus pies, en una cruzada implacable decidido a saciar su sed de venganza con sangre y devastación, dando inicio a la mítica Guerra de los Rohirrim, contienda que marcará para siempre la historia del reino y de la región. A medida que la narrativa se ensombrece, la amenaza de Wulf y sus fuerzas desencadena la evacuación del pueblo de Rohan, quienes superados en número y recursos deben refugiarse en la fortaleza de Hornburg. Asediados por el ejército de Wulf, y dentro de este bastión enclavado en las Montañas Blancas, la gente de Rohan debe afrontar el cruel e inexorable invierno, encontrando su última esperanza de supervivencia dentro de los mismos parajes donde siglos después resonará la leyenda del Abismo de Helm, cuyo nombre nace de los eventos que ahora se desencadenan.
Es aquí donde Héra reafirma su lugar como personaje. Aún joven y rebelde, debe afrontar las tragedias que la guerra inevitablemente trae consigo, viéndose arrastrada al corazón del conflicto. Firme sobre su corcel, su viaje no solo refleja las complejidades del campo de batalla, sino también las del personaje en sí, quien, desde las sombras del enfrentamiento, encuentra su propio camino para proteger a su pueblo.
Un espectáculo visual con matices
La animación de La Guerra de los Rohirrim es ciertamente espectacular, triunfando especialmente en las escenas de batalla; la representación de esta violencia es ágil y fluida, logrando transmitir la intensidad del combate. Sin embargo, la belleza y fantasía innatas de los paisajes de la Tierra Media queda al debe, la familiaridad de los escenarios restando parte del impacto visual y sacrificando de cierta forma la sensación de maravilla que las películas de Peter Jackson supieron capturar tan bien. Aún así, esta elección de jugar sobre terreno seguro resulta efectiva y sienta una base positiva para posibles entregas futuras, donde quizás se explore con mayor audacia la magnificencia de este universo.
Se trata de una película certera tanto para los fanáticos de la saga como para quienes comienzan a adentrarse en este vasto universo. No es necesario entender cada detalle de cada árbol genealógico de la Tierra Media para disfrutar la experiencia, pues se trata de una obra contenida y bien estructurada, que ofrece una narrativa cerrada con algunos guiños y cameos que, aunque a veces pecan de obviedad, enriquecen la trama y aseguran una experiencia única en la sala de cine para todo aquel que la vaya a ver.