Escrito por Teresa Leiva
Fotos por Aarón Castro
Un piano, una guitarra y Pedro Aznar al medio, de punta en blanco, ¿qué más podemos pedir?
El cantante cruzó la cordillera para reencontrarse con el público chileno y llevarlo en un viaje por sus etapas como músico. La propuesta de su tour “Celebrando 50 años de música” comenzó con “El grito de dolor de la muerte es el silencio”, canción que compuso a los quince años. Luego cantó temas de Serú Girán, de su primer disco como solista, de sus colaboraciones con músicos amigos y de sus álbumes más recientes. Mientras la interpretaba, en el fondo se proyectaba una foto de él en cada faceta musical.
“Septiembre”, canción instrumental de su primer álbum, trajo un lujo de solo de bajo y el artista fue vitoreado por el rebosante público. Las personas eran tantas que algunas tuvieron que sentarse en las escaleras.
El bajo, un instrumento usualmente discreto, fue el protagonista de la escena. Es que Pedro siempre ha sabido darles lugar a todos los instrumentos y hacerlos brillar.
El bajista habló sobre su proceso creativo antes de presentar “Rencor”. Expresó que, para él, la música exigía de oficio, de trabajo, de rigurosidad y de luz, intuición, de escuchar musas que te hablan en el oído. “Por suerte he tenido muchas musas”, dijo mientras contaba que el álbum “Ahora”, en el que se enmarca la canción, lo hizo aislado de mundo para dedicarse plenamente ejercer el oficio musical. Se autoobligó a componer una canción diaria y lo logró con creces.
También compartió que, para inspirarse y encontrar nuestros sonidos, afinó su guitarra en otro tono y se convirtió en “un niño de cinco años jugando a aprender las notas de nuevo”.
Interpretó canciones de otros artistas como Charly García, Ramón Ayala, María Elena Walsh y Luis Alberto Spinetta, pero antes, presentó a su banda: dos percusiones, un piano y una guitarra.
Para “Los Dinosaurios”, de Charly, contó que cuando este lo invitó a grabar “Clics Modernos” en Nueva York y le mostró la canción, además de pensar que era un verdadero himno contra la dictadora, pensó que le vendría bien unos tambores que simularan una marcha. A Charly no le gustó la sugerencia, pero Pedro se quedó con las ganas, y ayer, el Caupolicán fue testigo de la materialización de esa idea.
También cantó clásicos sudamericanos como “El cosechero” y “Como la cigarra”, e interpretó “Seguir viviendo sin tu amor” de “el artista que dejó la mayor obra de Argentina”, su amigo Luis Alberto. Comentó que, en la feria del libro de Buenos Aires, tocó esa canción junto a él y que a pesar de que casi no sentía los dedos por el frío, nunca había tocado en un ambiente más cálido.
Terminó con canciones de su repertorio más reciente. En “Corpoland” aprovechó de hacer una crítica a la sociedad de consumismo en la que “las corporaciones, con su dinero sucio y sangriento, tienen más poder que los gobiernos y las personas”. Luego de despedirse, hizo una última aparición y cantó “Quebrado” a capela.