Face to Face
Live Review

Face To Face + A Wilhelm Scream en Chile: Postales platónicas

Escrito por Nicolás Merino A.
Fotos por Aarón Castro Pino

Es una tradición anual. Empiezan algunos rumores sobre las bandas que participaran en la iniciativa We Are One de ese año. Suben unos, caen otros. Algunos países ganan actos exclusivos, otros los pierden. Lo único que definitivamente se sabe que pasará en algún momento del año es que un par de bandas legendarias de la tradición del hardcore melódico y/o el skate punk se darán una vuelta por Sudamérica juntas. Este año fue el turno de A Wilhelm Scream y Face To Face.

La jornada convocada para ayer en la Sala Metrónomo no era exactamente una edición del We Are One, o al menos no en la forma, aunque el fondo fuese prácticamente el mismo. Dos bandas fundamentales para la historia del skate punk (y de escuelas tanto distintas como distintivas) estaban citadas a una jornada hecha por y para fanáticos de este hermoso sonido particular. Estas son unas palabras sobre lo que se vivió ayer.

A Wilhelm Scream

Naturalmente, A Wilhelm Scream fueron los encargados de abrir la jornada. Para el horario que estaban programados, 20:00 horas, el local estaba considerablemente vacío. Pareciera que eso motivó un leve pero insignificante atraso de la banda hasta que la sala ya estaba un poco más llena. Y ahí dispararon sin tregua ni vergüenza, si llegaron hasta Chile es para tocar como mejor lo saben hacer.

Aún con una banda tan emblemática dándolo todo arriba del escenario, no dejaba de ser algo descorazonador presenciar la tibia audiencia a la que se enfrentaban. Más radical se hacía el abismo entre una energía y otra con la performance de Pereira, que claramente está profundamente influenciado por los más emblemáticos frontmans del hardcore neoyorquino. Se veía poseído y en la suya. Bien por él. Aportó mucho a la presencia de la banda.

Una mirada más cínica diría que esta distancia no ayudaba. Pero en realidad sí que ayudaba a lo que realmente importa, que es que la banda pueda transmitir su mensaje con claridad, y A Wilhelm Scream lo logró. Dejaron la piel pasando por alto a toda esa multitud que los miraba pasivos. Seguro que ayudó el hecho de que las ejecuciones de las canciones exijan una constante comunicación visual entre músicos. Ellos también la estaban pasando bien en su mundo aparte luchando por la misión de sacar -con seguridad siempre, por supuesto- esas composiciones hasta el final. Se notó y fue muy gratificante y divertido de ver.

La irreverencia de clásicos como ‘I Wipe My Ass With Showbizz’ o ‘Me vs. Morrisey’ (o cualquier cosa de los primeros tres discos) contrastada con ese impecable carácter performático que roza lo progresivo transmitieron una experiencia que antes de cualquier adjetivo a la mano, era refrescante para una ciudad con la cartelera de conciertos que tiene Santiago. A Wilhelm Scream en vivo es la ventana a una cultura específica, tanto musical como performática. Siempre es un lujo acceder a algo así.

Aún así, hay narrativas que el entorno fuerza y que es difícil negar. El show estuvo muy bueno, pero el peso del resto de las condiciones no cooperó con la épica. De repente se sentía como una instancia muy de teloneo, lo que naturalmente es injusto para una banda de este calibre. Ahora, uno igual puede preguntarse si esa épica tiene o no algún valor. Si se decide que no, el show queda como impecable, enmarcado en esa postal más puritana que dejó el simple hecho de tener a A Wilhelm Scream tocando en Chile.

Con la perspectiva de las horas, se puede decir ya que la verdadera magia estaba por llegar. De un minuto a otro, la Sala Metrónomo prácticamente duplicó su gente. El ambiente era muy bonito. Y que no se pierda la oportunidad de celebrar el trabajo del DJ Thomas Nikki, que se encargó de mantener a todos coreando y bailando con puras sandías caladas de las esferas adyacentes a las bandas del cartel.

Face To Face

Más que hablar de sinergias, un evento como el de ayer invita a hablar sobre sintonías. Sería miope negar que salieron unas cuantas, o más bien simplemente se manifestaron, no salieron de ningún lado. Y aún cuando A Wilhelm Scream se sacó del bolsillo un show de primer nivel, el verdadero acto que amarró la jornada fue el de Face To Face.

Estas jornadas de múltiples bandas extranjeras suelen exponer varios factores que inciden en demostrar, de forma más o menos legítima, cuáles son nuestros comportamientos como audiencia chilena (o más bien santiaguina) frente a la música popular y la cultura de sus manifestaciones en vivo. Entonces, ¿qué pasa cuando un concierto se transforma de una banda para otra? Bueno, puede ser que pasen muchas cosas, partiendo por el simple hecho de que Face To Face es una banda más conocida. Eso responde a una causalidad lógica, lo que no se explica es de que bolsillo se sacaron (músicos y audiencia) la magia para cristalizar una presentación tan buena.

El skate punk es un tipo de música cuya vistosa tecnicidad suele brillar por el carácter apretado y empaquetado de sus canciones. De hecho, hay quienes teorizan que esta es la motivación etimológica del término: andar en skateboard exige un pulso uniforme y disciplinado. Es verdad que algo así pasa con este tipo de música. Y son características intrínsecamente sonoras, sí, pero invariablemente terminan reventando por la expresión física de los propios músicos. Face To Face salió al escenario con más elegancia que solemnidad. Saben que vienen a tocar canciones festivas y aceleradas, pero lo harán con clase. Esas dos Les Paul eran un manifiesto de estilo por su sola presencia.

Existen múltiples escuelas de tecnicismo en el skate punk. Para no extenderse demasiado, digamos que Face To Face corresponde a la primera y a la más basal, propia de otras bandas como Pennywise o No Fun At All: velocidad, pulso, melodías oreja y para adelante. No le hacen el quite y, orgullosos de sí mismos, son capaces de subirse a un escenario chileno y disparar ‘You’ve Done Nothing’ y ‘You Lied’. Canciones cuadradas y al hueso. Tiene algo de misticismo ver a estas figuras desplegar esa disciplina hermosa, pero lo más hermoso fue ver a una audiencia tan motivada y feliz. Fue algo inédito.

Se habla mucho sobre tal o cual género del metal que es particularmente convocante en Chile. Son conversaciones algo ajenas al punk porque, aunque efectivamente hay varios conciertos y tocatas, proporcionalmente tampoco son tantas instancias como las que se dan en los mundos del metal o el rock. Entonces es válido olvidarse de las actitudes que toma la gente, que por cierto que son de lo más acogedoras y pasionales. Sin ir mucho más lejos, y descontando ciertas bandas que fueron parte del Lollapalooza, la última vez que una banda de skate punk anglosajona se había presentado en Chile había sido en diciembre del año pasado (No Fun At All en la Blondie).

¿A qué va esto? A que estos sonidos tienen cabida en Chile. Y no solo, existe una sacramentalidad que rodea a los eventos que es prácticamente irrepetible. Prácticamente no había celulares arriba y la gente cantaba y cantaba canciones que a veces a uno se le olvida que otros también conocen y gozan. Una cosa es saber de la existencia de Face To Face y haber escuchado los discos clásicos, otra distinta es estar listo y armado para saltar con puño al aire en sintonía con cada una de las letras. O el autor de esta crítica vive bajo una piedra o fue legítimamente mágico.

Pasadas como la de la pop-punkera ‘Ordinary’, la mainstream ‘Blind’ y la ramonera ‘Walk The Walk’ al hilo podrían pasar coladas como una obviedad muy bien ejecutada, o eso al menos en el papel, porque en la práctica encendían la Sala Metrónomo como pocas bandas lo logran. El entusiasmo era real. Sería injusto decir que la banda se estaba echando al público al bolsillo o algo así, algo que implique posesión sobre el otro. En verdad nadie se estaba ganando a nadie. Solo se dio una configuración espacio temporal que reunió a un montón de gente a pasarlo bien un miércoles casi llegando a fin de año. Necesario.

Cualquiera que sepa como es el ambiente en un concierto de cualquier tipo de música mínimamente estridente seguro ya se sabrá algunos códigos. Y sí, esos códigos estuvieron, todos, pero de alguna manera la naturalidad con la que la gente mosheaba, cantaba, gritaba, saltaba del escenario y se abrazaba le dio al concierto una épica muy específica, como de una postal. Cualquiera de esas que tantas veces hemos visto en videos de estas bandas tocando en el primer mundo, pero fotocopiada en una hoja de papel chileno que, mal que mal, resultó ser no solo de mejor calidad, sino tanto más cálida como refrescante.

Sacando los dientes que la propia discografía del proyecto permite, Face To Face sacó un recorrido bastante responsable e íntegro por su carrera, que es lo suficientemente sólida como para permitirse esos lujos sin perder al público ni por un acorde. El disco que salió más regaloneado fue el homónimo, que es lógico siendo el que tiene más canciones en la punta del iceberg de la banda, pero que además son canciones que demostraron funcionar demasiado bien afuera de los audífonos. Vivir una tocata así en carne y hueso también saca a la calle esa música con la que a veces se raya en privado: “sí, estas expresiones existen y estamos todos en las mismas”. Es simplemente mágico.

Espacios como ‘A-Ok’ le permitieron a la banda incluso dejar el micrófono de lado, ese era el nivel de entusiasmo. Por ahí se asomó un extraño pero bienvenido solo de bajo. Y esa además fue la primera instancia en la que la banda se empezó a soltar un poco. Luego vendrían algunas canciones extendidas muy bien logradas, sobre todo para una banda de sonido tan apretado.

Entre el gran pulso que permite una discografía así de sólida, igualmente terminaron por destacando algunos de los últimos hits pre-bis como ‘It’s Not Over’ o ‘Disconnected’. Ahí la Metrónomo simplemente explotó. Todos lo anticiparon y así pasó.

El bis estuvo compuesto por unas versiones extendidas de ‘How To Ruin Everything’ y ‘Complicated’. Curiosamente, estas extensiones llegaron en una clave muy roquera, que recordó tanto a Springsteen como a Zeppelin, que no digamos que es algo muy propio de la cultura del skate punk en vivo, pero bueno, funcionó perfecto. De hecho, ese último coro de ‘Complicated’ terminó por amarrar una especie de narrativa interna que el show había sido capaz de construir, y fue el cierre perfecto, nada que decir.

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