Pocos ejercicios cinematográficos del año han demostrado una capacidad condensadora sobre tesis tan simples como lo logró Nicole Chi con Guián. Es deslumbrante.
La base del proyecto es tanto simple como autovalente: Chi entrelaza imágenes de su archivo personal con aquellas filmada por ella misma, y a partir de este ejercicio, va enhebrando la historia de su familia, poniendo como eje central la figura de su abuela, inmigrante china en Costa Rica.
Lo primero que llama la atención es el altísimo nivel de cine con el que se mueve el filme. Aquello que en un principio se anuncia como un desfile de cámaras subjetivas de lo más tradicional para una producción latina, rápidamente se transforma en un ojo atento y tierno con el que se van retratando no solo múltiples imágenes absurdamente precisas en la condensación de su valor, sino también en su proyección emocional.
Tanto las imágenes como el pulso narrativo aterrizan la historia con un oficio natural que ya le gustaría tener a tantas otras producciones de ficción. El lenguaje del documental despierta múltiples destellos en aquella historia que parece tan simple pero que -y queda claramente demostrado- su supuesta simpleza sólo descansa en la naturaleza acelerada con la que funciona el mundo que ignora las historias más simples y que conservan emociones de tamaños inmaculados. Son historias que muchas veces no se pueden expulsar porque ni siquiera un buen relato es capaz de transformarlas en un relato digno. Bueno, Guián lo logra.
Por supuesto que hay un tema en la forma de retratar Costa Rica, que por cierto que se extiende a una amplia parte de Latinoamérica, aunque no así necesariamente la calidez y la bondad de los personajes, fenómeno que aparentemente resulta ser exclusivo de ese sector de la región. Y sí, por supuesto que también existe una conversación sobre las implicancias del proceso migratorio desde Asia hacia Sudamérica. Esta última parte es particularmente decidora y no se puede pasar por alto al revisar el filme. Sería una irresponsabilidad tremenda, pero también está claro que todas las vivencias duras del documental no anulan la extensa parte emocional, acaso hasta mejor lograda, indiferentemente de las motivaciones de los realizadores.
Como tantas cosas en la vida, aquella mirada social hacia el colectivo externo se termina transformando en un discurso personal e interno. Aunque, siendo específicos, en realidad el metraje nunca busca dar a entender otra cosa. Es una gran película, simple (75 minutos) y demasiado bien lograda, sin subestimar sus ambiciones (todo lo contrario).
por Nicolás Merino
Tanto Guián como otras múltiples grandes películas son parte de la programación de la edición 2024 del festival SanFic, cuya programación se puede revisar pinchando aquí.