Escrito por Nicolás Merino
Fotos por Alejandra Besoain
Symphony X y Chile siempre han tenido una relación particularmente estrecha, expresada en shows de lo más variados en cuanto a convocatoria y propuesta. Y aunque pasaron un tiempo sin venir entre el 2013 y el 2019, ya es tercera vez que vuelven desde esa pausa. Es el caso de una banda que aunque se resista a publicar nueva música, también se resiste a ser demasiado nostálgica (por no decir que derechamente reniega parte del material que los puso donde están). Entonces qué pasa realmente a la hora de visitar Chile en un contexto así.
Partamos por el hecho de que Symphony X no es necesariamente una banda que haya hecho un aporte de un carácter inmaculable, pero si lo suficiente para tener en consideración como una banda particularmente importante. Incluso se da el fenómeno de que quizás los discos clásicos simplemente son aún mejores que la importancia misma que significan y proyectan. En los noventas hicieron discos que no solo fueron sendos aportes tanto para el power metal como para el metal progresivo, sino que también fueron pioneros del género que precisamente empezó como la intersección de esas filosofías: el metal neoclásico. Tanto The Divine Wings of Tragedy (1997) como V: The New Mythology Suite (2000) son discos fundamentales para tres géneros. No es menor.
Y se sabe que Chile es tanto proguero como powermetalero, son géneros que evocan un entusiasmo y una venta de entradas que en otros países de la región siguen siendo simplemente inéditos. Vaya a saber uno el por qué. Y hay pocas cosas menos aportadoras que teorizar una conspiración basada en anécdotas que permita explicar este supuesto cariño especial. Pero de que existe, existe. El Teatro Coliseo no estaba exactamente lleno, pero si que se veía bastante lleno. Y de gente que hacía muy transparente tanto su entusiasmo como su expectación.
También hay que decir que, en pleno 2024, Symphony X entra en esta enorme brecha de bandas de metal europeas veteranas que hoy gozan de una fama más o menos “media”. No pasan desapercibidas, como tampoco entran tanto en consideración a la hora de discutir sobre música. Quizás es extraño cuando se pone a trasluz respecto a la importancia de lo que hicieron, pero es el contexto en el que viven estos proyectos hoy. Tampoco está mal asumir que hay que pensar a estas bandas hoy día como proyectos de música en vivo antes que cualquier otra cosa.
La previa
El proyecto encargado de calentar los motores fue Pacífico, banda chilena que ha suscitado un respeto particular últimamente. Muy buenos músicos y de un carisma suficiente para llenar el escenario. Ellos suelen hacer hincapié en que la industria no sabe dónde ponerlos por lo hermético de su música, pero al menos en vivo logran alinear esa supuesta excentricidad en un rock progresivo más alineado con cierta fuerza del hard rock. Parecido a la etapa temprana de Rush (a veces sospechosamente parecido). El baterista fue lo mejor que tenía para ofrecer su show, simplemente impresionante. En general hicieron una buena presentación.
Era el turno de Symphony X.
Los nuevos aires
A un tiempo más o menos puntual al horario acordado, todos los músicos, salvo Allen, salieron al escenario a interpretar la canción Iconoclast. Una de las, no digamos nuevas, pero sí modernas entre el catálogo de la banda. Fue una decisión inteligente porque la propia estructura de esa canción permitió transmitir una especie de introducción instrumental que sirvió como buen primer paso para el concierto completo.
Lo que se podría denominar como la primera mitad del concierto estuvo bastante dominada por el trabajo más tardío de la banda. Es un trabajo que no genera opiniones tan divididas, en parte porque su propia tibieza obviamente se resiste a debates demasiado acalorados. Son buenos discos y quizás la expresión más genuina de la etapa en la que está la banda, en cuanto se refiere a sus inquietudes como intérpretes.
Canciones como Nevermore o Serpent’s Kiss son propuestas sólidas de metal neoclásico. Aunque las interpretaciones claramente pasan por ese filtro medio empaquetado que suelen tener bandas de estas características, el carisma de Allen y la maestría de Romeo mantuvieron el concierto en alto. Que manera de tocar la de Romeo por cierto, un espectáculo en sí mismo y de un nivel incluso comparable al de la suma de las partes del proyecto. Al menos en vivo, aunque quizás también en el estudio. Siempre fue lo más cercano que tuvo esta banda a un líder.
El encuentro con el público
El público tuvo un comportamiento esperable para cualquier velada chilena cercana al metal progresivo. Gente relajada, algunos cantando, otros haciendo como que tocan, otros mirando tranquilos y también gente que no alcanzaba a decirse que estaba mosheando, pero si saltando y empujándose. Fue una dinámica más o menos uniforme durante toda la jornada.
Without You supuso una aproximación más cercana a la balada. No una balada como tal, pero sí una expresión de esa esfera más pausada en la que Symphony X siempre se ha movido con facilidad. En el contexto de las reglas de la música en vivo y como momento aislado del concierto, funcionó bastante bien. La gente cantó, sacó el celular, levantó los brazos y todo lo que se espera de un momento así. Luego vino To Hell And Back, para después pasar a la primera muestra de la etapa realmente clásica.
Ya, hay algo en lo que es inevitable detenerse.
Hay una sensibilidad nerd de la que Symphony X hace décadas que parece estar bastante interesado en deshacerse. Y no responde sólamente a un giro artístico, la misma selección de canciones para tocar en vivo no solo no ha cambiado mucho en la última década, sino que también ha tendido a ignorar un poco la época pre Paradise Lost, o más que a ignorarla, a dejarla de lado a cambio de una sobre estimación del valor de lo que vino después.
El paso del tiempo
Cuando empezó a sonar la compleja Evolution (The Grand Design), entre el público se dejó entrever un prístino chispazo que expresaba “oh, es esta etapa de Symphony X”. Casi como si recién el teatro hubiese puesto de acuerdo en la personalidad de la banda que había congregado la velada. Esa interpretación fue un gran momento, por cierto. Aunque no duró mucho el entusiasmo porque la banda (claramente conscientes de la energía lograda) inmediatamente pasó a uno de los cortes más raros (no en el sentido de que sea profundo, sino en lo fuera de lugar que se siente) de su discografía: Run With The Devil.
A Run With The Devil la anticipó una introducción algo demasiado teatral, más propia de un proyecto de hard rock o heavy metal que de una banda de metal neoclásico. Igual iba con la onda de la canción. Además, dentro de esta pieza fue que los músicos se fueron presentando a sí mismos. Fue una sección algo más tierna dentro del marco general del concierto.
Por cierto, no es que todo lo que haya hecho Symphony X desde el Paradise Lost (2007) haya sido algo así como un desperdicio ni nada parecido. Pero era tan específica y fresca la propuesta que habían logrado destilar antes, que por supuesto que se siente como una banda muy distinta aquella que eligió sacrificar ese compromiso por la construcción de narrativas propias y cerradas, a cambio de ceder en ciertas concesiones a la estandarización de ciertos sonidos del metal más condensado y que no tiene pretensiones nostálgicas (aunque, lamentablemente, a veces tampoco existe un esfuerzo por mirar a futuro). Ese sonido que hace cerca de veinte años que viene pareciendo norma para las bandas veteranas que siguen sacando música.
El cierre previo al bis llegó con Set The World on Fire, una de las épicas pero ni tan épica. La banda había logrado generar cierto contacto estrecho con la audiencia que generaba un ambiente muy ameno.
Cerrando el telón
El bis estuvo compuesto por la mismísima Paradise Lost, paso en falso para lo realmente bueno que vendría después: Out Of The Ashes y Of Sins and Shadows de corrido. Las dos canciones con las que parte uno de los discos (si no el más) celebrados de la banda; The Divine Wings Of Tragedy (1997). Aunque nada quitaba esa impresión de que el show tan solo asomaba de manera turística esa etapa de oro del proyecto. Habrá que esperar a que vuelvan. Igual, el nivel del show y el carisma de los músicos deja estas críticas en un plano más secundario.
Aunque tampoco tanto.
Symphony X es una banda importante y de alcance internacional. Lo que hagan en Chile solo es reflejo del modus operandi que deliberadamente decidieron adoptar hace un buen tiempo ya. Es curioso que esa banda que, entre tanto rock y metal contemporáneo a la época clásica de la banda, pero que era profundamente estereotípico y superficial para levantar discos “conceptuales” que siguieran los pasos convencionales de la disciplina narrativa de una forma mínimamente legible, aquella que mejor lo logró, que precisamente fue Symphony X, la única narrativa que intente levantar hoy sea la de que sus últimos tres discos son más importantes que lo que hicieron en los noventas.
Aunque de que estuvo bueno, estuvo bueno.
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