Claudio Narea en Sala Metrónomo: El latido persistente de los 80

Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por María José Muñoz

«Cuando sacamos ‘La Voz de los 80 no había una escena«, fue una de las tantas declaraciones que brindó Claudio Narea en Sala Metrónomo en la fría noche del sábado 29 de junio. Un dicho no menor, pero no menos cierto. Parafraseando sus palabras, el debut de Los Prisioneros fue el puntapié inicial para la formación de un movimiento musical en Chile. Por supuesto que no estamos hablando de la tradición folclórica de Los Jaivas o la nueva canción latinoamericana, sino más bien de algo aún más sencillo y popular.

Esta instancia de celebración de 40 años de ‘La Voz de los 80’ realmente se perfiló como un ritual necesario. Generaciones de todas las edades repletaron la Sala Metrónomo –especialmente niñas y niños– se congregaron para poder cantar las piezas de una de las obras fundamentales del rock chileno, y de la música popular de nuestro país en general. Aún si Los Prisioneros ya no existen, su legado persiste de forma firme en el ADN de cada chileno.

Claro, Jorge González y Miguel Tapia fueron esos otros dos componentes fundamentales para que nos permitamos hablar de Los Prisioneros. Y la otra pieza del rompecabezas, la flamante guitarra de la agrupación oriunda de San Miguel, Claudio Narea, es quien se embarcó en la hermosa tarea documentativa y prácticamente biográfica de acercar esas canciones a su fiel y familiar público.

En ese sentido, la primera parte del show fue justamente eso, el debut de Los Prisioneros interpretado en su orden original canción a canción, motivo por el que el inicio con la icónica canción homónima sentó las bases de un show lleno de corazón. «Ya viene la fuerza, la voz de los 80«, monumental estribillo que resonó fuerte en el recinto de Barrio Bellavista mostraba un panorama particular; un arquetipo chileno patentado e inculcado por Narea y sus ex-compañeros.

Como eterna profecía, «Brigada de negro» mostraba un vistazo demográfico de los asistentes, quienes venían a revivir esas memorias de sábado por la noche en su juventud, o, por el contrario, crearlas por primera vez. Cada canción, un relato distinto. La comunidad y protesta de «Latinoameríca es un pueblo al sur de Estados Unidos», el obsequio y lujo de «Eve-evelyn», o los poderosos cánticos con un público protagonista en «Sexo» y «¿Quién mató a Marilyn?». Todo suponía dicha, y todo era motivo de celebración.

El efecto dominó que se generó en el circuito musical en Chile tras el lanzamiento de este debut es algo que se sigue visualizando. ¿Cuántas bandas y artistas vieron germinar sus deseos de hacer música por escuchar «Paramar» por primera vez?, ¿cuántos vieron la necesidad imperiosa de sacar la voz tras oír los versos de «No necesitamos banderas»? De seguro incluso en esta noche bastantes adolescentes y niños quedaron con tamaña impresión, con la increíble ventaja de escuchar a Claudio Narea relatando como se llevaron las grabaciones del disco, qué cosas inspiraron algunas letras, o simplemente rememorar cuando tocaban estas canciones para muy poca gente en el 1984.

Si hasta nos llevamos un regalo como el de «Mi profesor se está volviendo loco», canción que no quedó en el corte final del álbum, pero que, como lo comentó el ex-Prisionero, sí tocaban en vivo en esos años.

Con el fin de esa gloriosa primera parte, el resto de la velada ya entró en la propia cabeza de Narea, quien revisitó las distintas obras de las que formó parte. De ahí que sonaran temas de Profetas y Frenéticos como de su carrera solista, entregando un vistazo más profundo de las distintas andanzas del guitarrista. Puede que el público haya estado más introvertido, pero los paralelos que articulaban con su época en Los Prisioneros eran notables, en especial por el contraste que el rockabilly de «Profeta y frenético» lograba. Asimismo pasó con esa tríada de ‘El largo camino al éxito’ (2006), con el tema homónimo, «Mario» y «Baile mental».

Por supuesto, Claudio aprovechó de seguir recorriendo el catálogo de Los Prisioneros con verdaderos himnos del cancionero nacional como «We Are Sudamerican Rockers», «Muevan las industrias» o «¿Por qué no se van?», demostrando también lo sólido que es la banda que conforma el proyecto en total. Con tres guitarras en la nomenclatura, el sonido era más contundente y atrapante, lo que hizo que incluso una pieza más desconocida de ‘La cultura de la basura’ (1987) como «El vals» pusiera a todo el mundo a bailar con mayor vigor.

Pero por supuesto, el grand finale estaba dictadísimo con «El baile de los que sobran», canción que en su preámbulo Narea aprovechó de recalcar el significado que tiene para la sociedad chilena, incluso con el valor adjudicado ante coyunturas históricas como el estallido social. Quizás ahí radica la belleza de sacar la voz en la música, puesto que esos mismos versos superan el paso del tiempo siempre y cuando las personas las escuchen y resuenen con estas canciones. El latido de los 80 persiste, es visible en las comunidades que son convocadas con las canciones de esos tres muchachos sanmiguelinos hicieron en dicha década.

De esta forma, esta fiesta y celebración llegó a su fin con «Lo estamos pasando muy bien», dejando el espíritu envalentonado y dichoso tras un espectáculo de más de dos horas. Hay que agradecérselo a Claudio, y desearle lo mejor en llevar estas canciones por el resto del mundo –tal y como nos comentó durante el show–. Que ‘La voz de los 80’ llegue a todas partes.