Live Review

Hordatoj y Portavoz en Sala Metrónomo: Epicentro de la vieja escuela

Escrito por María Paz Carrasco
Fotos por Bárbara Hernández

Entre todas las múltiples variables de la música, la nostalgia es de las más importantes que comanda la motivación a ver shows en vivo. Y un reencuentro tan potente como el de dos íconos del rap chileno vieja escuela y del underground es una oportunidad única para quienes crecieron o se refugiaron en las rimas de Hordatoj o Portavoz.

La cita era a las 8pm y desde antes ya había gente bordeando la cuadra de Ernesto Pinto Lagarrigue. La Sala Metrónomo, ampliada para que se pueda reventar más aún de música, se iba llenando a través de un delgado y lento flujo de gente que, expectante e impaciente, cabeceaba la música ambiental previo a las presentaciones. Había humo en todas sus variedades propagándose por todo el salón, y a medida que avanzaban los minutos, una densa atmósfera de neblina ahogaba el recinto.

La vigencia del mic

Para el momento en que Hordatoj posa sobre el escenario, difuminado por el entorno, el retroceso en el tiempo comenzó a través de temas como “Hay luz”, cantada al unísono por el público, y pasajes de “Entre Lo Habitual y lo Desconocido”. Un show minimalista pero potente en lo medular: rap agresivo y consciente en donde el público también participa continuamente, aquí lo importante es el flow y la austeridad pura y dura, nada más ni nada menos. Inclusive el rapero admitió que ya no realiza presentaciones de manera seguida, ya que vive lejos de la capital, y se mostró sorprendido por lo repleto de la sala.

Así, entre la escenografía cortesía de la potente máquina de humo, Portavoz, podríamos decir, fue el plato fuerte de la noche dado el fervor de su entrada, como siempre, muy power tomándose cada centímetro del lugar. Característica también reflejada en su setlist, directo al grano y dirigido hacia lo que sus seguidores quieren: lo clásico y nostálgico.

Un reencuentro full dedicado al boombox, al parlante reventado, a lo emocional y residual de la mente. Una velada perfecta para su público, mayoritariamente de un rango etario más adulto, disfrutaba de los dinamismos como pasajes en silencio donde sus referentes rapeaban a capella o dejaban fluir la música nada más que con un micrófono.


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