Live Review

Los Tres en Puerto Montt: Transformar el pudor en euforia

Escrito por Felipe Oyarzún
Fotos por Mariana Soledad

Hace 10 años, el 07 de febrero de 2014, Los Tres se presentaron gratis en la Arena Puerto Montt durante el Festival Sentados Frente al Mar. Al día siguiente, Ángel Parra pisó el mismo escenario junto a Manuel García. Durante esa noche, el entusiasmo y al mismo tiempo el reproche de un público joven, salvaje, cubierto de humo de cigarro y sudor, eran palpables. La reciente salida de Parra del grupo (2013) aún era difícil de asimilar para sus fanáticos, quienes lamentaban no volver a ver a ese tridente. Las declaraciones y reproches indirectos en los medios de comunicación enterraban las esperanzas de un reencuentro.

Ayer, 08 de junio de 2024, el ambiente era distinto. Una tranquilidad familiar acompañaba el preámbulo del concierto. El consumo de cerveza, marihuana y tabaco dentro del recinto, común hace 10 años, fue sustituido por la compra de empanadas, bebidas y merchandising que se vendían dentro de la Arena Puerto Montt. A las 19:50 horas, la ambientación musical de Elton John, Tame Impala, Gorillaz y música country —tan diferente al inconfundible estilo de Los Tres— reflejaba el cambio generacional en la audiencia que ingresaba lentamente al concierto.

Las familias eran el principal público de la velada: padres, madres e hijos llegaban con tranquilidad, algunos de estos últimos parecían obligados. Los grupos de jóvenes o solitarios eran menos numerosos que hace 10 años, ya que muchos adolescentes no estarían dispuestos o no tendrían el dinero para pagar los precios de La Revuelta. Aun así, había una cantidad notable de jóvenes que pagaron 55.000 pesos para acceder a la cancha general.

Fantasía del reencuentro

Bastián Altamirano, Vicente Márquez y Emiliano Quintana, jóvenes que tenían cinco años cuando Ángel Parra se fue de la banda y aún no habían nacido cuando Pancho Molina se alejó —hace más de 20 años— estaban entusiasmados y ansiosos por ver el reencuentro de la banda de la que se hicieron fanáticos, en parte por la influencia paterna y por haber aprendido sus canciones en la escuela.

Se habían criado con la banda penquista, pero la idea de un reencuentro era para ellos una extraña fantasía a la que no podían entregarse, conformándose con escuchar sus discos favoritos: el disco homónimo (1991) para Altamirano y Márquez, y Fome para Emiliano Quintana.

En medio de esta fantasía del reencuentro que vivían los jóvenes y algunos cuarentones que, en un acto de hermoso aprecio y entusiasmo, cantaban el Cumpleaños Feliz a Titae, existía cierta indiferencia o cansancio en una gran cantidad de fanáticos veteranos.

Deshacerse del pudor

A las 20:00 horas (tiempo estipulado para el inicio del show) se podía ver a algunos asistentes de la Cancha VIP sentados en bancas que habían conseguido, mirando el celular. Pese al atraso, los gritos de ansiedad por la espera no se hicieron oír hasta las 20:07 horas; el público puertomontino era indolente hasta en su impaciencia.

Sin embargo, a las 20:10 horas, se apagan las luces y el público empieza a mostrar más entusiasmo. Álvaro Henríquez llega al escenario ataviado al estilo de Liam Gallagher, Ángel Parra como la Pantera Negra, Roberto Lindl con su inconfundible atuendo caribeño, y Francisco Molina vestido con un sombrero y un traje al estilo de Robert Crumb. El único elemento visual que cohesionaba a la banda eran las gafas.

El concierto comienza a las 20:11 horas con «Follaje en el invernadero» del disco ‘Se Remata el Siglo’. Aunque no es recibido con el entusiasmo esperado para una banda legendaria, que según Jaime Corre, fanático de más de 30 años, es una de las más importantes de la historia de la música chilena, empieza a estimular la voluntad del público, que muy lentamente se irá deshaciendo del pudor a lo largo de la noche.

Le siguieron a esta introducción una seguidilla de clásicos e himnos del repertorio latinoamericano: «Sudapara», «El aval», «Gato por liebre», «Hojas de té». Si bien eran coreadas por el público, se notaba un pudor del cual este no podía desprenderse. Ni siquiera la clásica línea «Qué no se te olvide acordarte que me tienes que olvidar», que antaño había hecho volver afónico a más de un fanático, pudo despertar al somnoliento público de la noche.

El fin de una larga espera

Sin embargo, el cuarteto estaba entregando todo en el escenario: Álvaro mantenía la misma voz que 20 años atrás, Titae el mismo entusiasmo, Pancho el mismo virtuosismo que lo ha hecho uno de los bateristas más importantes de nuestro país. Sobre todo Ángel Parra, quien era el único que, con su inigualable sonido, sus siempre magníficas representaciones e improvisaciones y carisma, lograba romper lentamente esa vergüenza provinciana que ha ido devorando lentamente los conciertos en Puerto Montt. Sus solos podían, por un instante, sacar los aullidos y el lado animal de un público soporífero. La espera para volver a verlo había sido larga y se hacía notar.

A las 20:36, la actitud del público comenzó a transformarse. «La torre de Babel», la obra maestra de Los Tres, desencadenó un cambio palpable. Lentamente, el pudor de los jóvenes, influenciados por el aburrimiento de algunos veteranos, desapareció al ritmo de la historia del pequeño cigarro Gabriel. Ya no temían gritar ni mostrar su entusiasmo desbordado. Los gritos de amor hacia los miembros de la banda resurgieron, como hace una década atrás. «Silencio», «Feria Verdadera» y «Olor a gas» fueron recibidas con mayor efusividad que los primeros clásicos interpretados.

Cumpleaños feliz

La indiferencia o el temor del público quedaron completamente disipados cuando, después de tocar las canciones instrumentales «Claus» y «Largo», realizaron un intercambio de instrumentos. Álvaro se puso a la batería, Pancho al bajo y Titae al piano. Luego, a las 20:56 horas, volvieron a cambiar de instrumentos y sorprendieron a Titae, quien celebraba su cumpleaños, cantándole «Las Mañanitas» en una versión con el instrumental de «Another Brick in The Wall» de Pink Floyd.

El resto del equipo de la gira «La Revuelta» le regaló una torta, ante lo cual un emocionado Titae fue ovacionado por todo el público de la Arena Puerto Montt. Esta escena era justo lo que los espectadores necesitaban para entregarse por completo a la emoción de presenciar a una de sus bandas favoritas.

Después de esa escena, que según Cecilia Castro, una puertomontina que no había visto a su banda favorita en 20 años, representaba la esencia de la amistad, la banda continuó con «Largo», «No me falles», «Tírate» y «Morir de viejo», las cuales fueron coreadas por todo el estadio. El público parecía haberse liberado por completo del pudor inicial. Sin embargo, no alcanzaron la misma intensidad que las tres últimas canciones de la primera parte del espectáculo: «Déjate caer» a las 21:10, «Un amor violento» a las 21:14 y «Moizefala» a las 21:19. En esos momentos, el público quedó maravillado con la voz intacta de Álvaro. Él, a su vez, con más confianza, brindaba oportunidades para que el público coreara a todo pulmón, y en esa parte del concierto, el público ya no decepcionó.

¡Que vuelvan!

Después de un breve receso a las 21:30, la banda regresó y dio inicio a la parte del espectáculo que han realizado durante todo el Tour de La Revuelta: el homenaje al Tío Roberto Parra. Esta sección fue disfrutada con más serenidad que el final de la primera parte del concierto, pero aún así, no faltó el entusiasmo ante la interpretación de la cueca con el estilo inconfundible de la banda originaria de Concepción.

La banda posteriormente desapareció por un tiempo más prolongado que la primera vez, y el público ya no tuvo miedo de mostrar su impaciencia ante su necesidad de que volvieran.

Alrededor de las 20:50 horas, tras una extensa muestra de imágenes de archivo que mostraban a la banda en sus días más jóvenes, despertando recuerdos nostálgicos en muchos de los asistentes, la nostalgia se transformó en pasión con la tercera parte del espectáculo. Fue una vorágine de clásicos que el público no dejó de corear, cantar y gritar: «Amores incompletos», «He barrido el sol», «La primera vez», «La espada & la pared». Aunque quizás no con la misma intensidad de hace 10 años, la energía estaba impregnada del entusiasmo que genera la nostalgia. La audiencia ansiaba las improvisaciones de Ángel Parra en la guitarra, la voz de Álvaro, el juego juguetón del bajo de Titae y la exquisita percusión de Pancho Molina.

No obstante, a las 21:06, después de un breve receso, hubo una confusión generalizada donde muchos asistentes pensaron que el espectáculo había terminado. Sin embargo, a las 21:08, la banda regresó con renovada energía para su gran final: «Pájaros de fuego», «Bolsa de mareo» y «No sabes qué desperdicio tengo en el alma». Quizás no recibieron el mismo entusiasmo del público como en la penúltima parte, pero el ya clásico cover de la canción de Buddy Richard, «Tu cariño se me va», hizo que todo el estadio saltara y coreara con una fuerza que consagró el reencuentro de una inolvidable velada en Puerto Montt. Los Tres regresaron, y una nueva generación los espera con impaciencia.


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