Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Omar Yanez
Uno de los shows más esperados del primer trimestre, era el debut de King Krule en Chile. Esto no sólo se debe a la naturaleza primera de esta instancia, sino también a la propia imagen que gira alrededor de la propuesta del británico. Una que es desafiante de cualquier etiqueta, y aunque los ápices de distintos subgéneros como la neo-psychedelia y el art rock están ahí presentes, la verdad es que es difícil separar la nomenclatura en algo heterógeneo.
En ese sentido, que Dadalú haya sido la elegida para dar apertura al show no es casualidad. El hip hop experimental, sintético y electrónico que profesa lleva harta historia en nuestro país, desafiando desde la arista performática al status quo. Así sea ante el canon musical, o bien con el contexto sociopolítico. No hay límite que no busque traspasar, y las canciones del increíble «Cerros» tomaron lugar central en el set.
En lo que respecta al show de King Krule, es imperativo decir que habría que hacer un esfuerzo sobrehumano para intentar extraer una narrativa dentro de su presentación. La propia disposición lumínica y sus dinamismos eran tanto un lujo por ver como un verdadero desafío al sentido de la vista, cosa que en cierta forma no era tan distintivo de lo que sucedía sobre el escenario.
Que quede claro. La presentación no estaba hecha en pos de complacer, sino más bien de expresar en el sentido más individualista de la palabra –y que no se entienda esto cómo algo negativo–, porque, y nuevamente, el show era un desafío a la comprensión. Pero es ahí donde el show que empezó con temazos como «Perfecto Miserable» y «Alone, Omen 3» brilla, y es que no apela al intelecto, sino a la emoción.
Algo bastante curioso de decir, sí, pero la verdad de las cosas es que la propia interpretación de piezas como «Dum Surfer», «Space Heavy» y «Seagirl», ciertamente calaban hondo en más de algún sentido. Así dicho sea de paso, de ahí que tantas personas hayan recurrido a estupefacientes para, quizás, agudizar ese aparataje del ser humano. Asimismo, se hace del todo natural decir que cada que pasó era fruto del momento, y de la ecuación de los factores únicos en juego.
Hay sólo una primera vez, y en la música en vivo las personas buscan emocionarse. De esta forma, la propia excentricidad azarosa de King Krule era difícil de seguir, aunque todo un gusto de admirar, observar y escuchar. «The Ooz», «Stoned Again» y «Seaforth» no buscaban más que estimular y provocar todo tipo de respuestas sensoriales, por lo que la sinergia era de lo más intrigante, en tanto había que ingresar a las propias fauces de luces y sombras que hospedaban los psicodélicos y telúricos sonidos del británico.
Y cuando digo que es difícil seguir el juego, es difícil. Sí, las interacciones son esperadas, pero Marshall se saltaba cualquier libreto y dejaba caer cuando se le antojaba algún dato o conducta, como que su abuela nació en Chile, los elogios al saxofonista Ignacio Salvadores, o las peticiones de maullidos y brazos ondeados en el aire en interacciones casi anti naturales. Ese azar era parte de su magia, por lo que no importaba que patrones intentase desmenuzar nuestro intelecto, ni que estimulos recuerden la memoria muscular, absolutamente todo era una sorpresa.
Podía sonar muscular y pesado como en «Rock Bottom», o sutil como «Baby Blue». La ida y vuelta de argumentos, replicas y conclusiones en clave psicodélica era un gusto de apreciar, dejando al show del británico como único e inconfundible. Una verdadera cátedra de cómo hacer sentir, y, al mismo tiempo, permitirse sentir.
Setlist de King Krule en Chile:
- Perfecto Miserable
- Alone, Omen 3
- Dum Surfer
- Cellular
- A Lizard State
- Space Heavy
- Flimsier
- Seagirl
- (A Slide In) New Drugs
- The Ooz
- Easy Easy
- Stoned Again
- Seaforth
- Underclass
- Baby Blue
- Rock Bottom
- Half Man Half Shark
- Only It Was Warmth
- Out Getting Ribs
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