Escrito por Felipe León
Fotos por María Loreta Plaza
Las múltiples contusiones vividas la noche del martes 5 de diciembre en la cancha del Teatro Caupolicán presenciando a unos históricos exponentes del hardcore melódico, punk en general e incluso a estas alturas rock como es Bad Religion, quedaran como valiosos recuerdos. Memorables memorias por decirlo menos, que sumado a la adrenalina del momento y la experiencia de presenciar los tantos testimonios musicales que posee el cancionero de los californianos, convierten a este concierto en uno de los hitos del año.
El ambiente caldeaba en los minutos previos a iniciar el show, con algunas almas lanzándose desde las plateas a la cancha general para vivir de más cerca la calurosa propuesta con el que la banda haría arder las emociones. Estaba todo listo para descubrir el fuego.
Bad Religion: Delirio del desorden
Dos noches son las que agendó Bad Religion en el Teatro Caupolicán, siendo la primera fecha una sacudida de grandes proporciones donde sin mayor pretensión, se pudo apreciar a la banda en su estado más puro. Con tan solo las letras en grande y rojas, los integrantes se posicionaron con firmeza, aunque abiertos a sentir la retribución de un público inmerso antes, durante y después del concierto, viéndose felices sobre el escenario.
Esas ganas de liberarse pasaron a ser una constante en cada una de las canciones que los californianos presentaron en más de 1 hora y media de show. Por lo mismo, los incontables pogos inmersos en la cancha se armonizaron con la velocidad, el caos y corazón de estas canciones melódicas para el oído, pero luminosas en sus razonamientos. Así mismo, el incesante canto de la gente ubicada más arriba en el recinto generaba un aún más presión en el ya agitado panorama que se vivía con todos estos actos que fueron protagonistas absolutos de la velada.
Un incesante delirio del desorden, con amplias caídas al suelo (y posteriores recogidas), pisos resbaladizos empapados de restos de alcohol, agua y latas aplastadas, así como unas curiosas bengalas que parecían inofensivas en medio de esta selvática presencia que adquirió el público. Un espejo de los acontecimientos sonoros que Bad Religion con suma habilidad, traducía en medio de esta ardiente presentación.
Constancia para perdurar
Si bien la banda compuesta por Greg Graffin, Brett Gurewitz, Jay Bentley, Brian Baker, Mike Dimkich y Jamie Miller siempre ha gozado de un gran respeto y atención, la solidez con la que aterrizan en esta ocasión los perfila con un espíritu de consolidación. A tono con el hambre creativa que los caracteriza de siempre.
No por nada el público se debatía entre varios rangos etarios, sintonizando más allá del punk incluso hacia el rock en general. En ese sentido, el proyecto nunca ha decaído en su discografía, al contar por ejemplo con obras recientes como Age of Unreason (2019), del cuál sonaron «Candidate» y «My Sanity». Del mismo modo, canciones como «Wrong Way Kids», «Fuck You» o «Past is Dead» dieron cuenta de los saldos positivos que dejó la década pasada, gracias al buen recibimiento que tuvieron.
Así, en medio de un panorama repleto de himnos la gente respondía con mucha adrenalina, porque si algo hay que reconocerle a Bad Religion, entre muchas otras cosas, es la cantidad de clásicos con los que cuenta su discografía. Desde el comienzo presentes en el show con temas como «Againt the Grain», «Anesthesia», «Los Angeles Is Burning» o la primeriza «We’re Only Gonna Die».
Noche de himnos con Bad Religion
Himnos que de todas formas no cesarían su andar, pues cuando sonó «Infected», «Delirium of Disorder» o «No Control» las cosas se prendieron todavía más. Haciéndole honor al significado mismo del descontrol con «Do What You Want», la coreada «21st Century (Digital Boy)» o la desatada «I Want to Conquer the World«.
Sobrecogedora experiencia para un público que a estas alturas ya lo había dado todo, y lo continuaba haciendo, aunque el cuerpo no respondiera. Por ende, la emoción generada por «Sorrow» o «Generator» aconteció de tal modo que surgieron nuevas energías para afrontar el desafío de vivirlas a más no poder. Lo mismo con «Punk Rock Song» o «American Jesus».
Coronación de una noche perfecta. Solo quedaba volver a casa al son de «The Boys Are Back in Town» de Thin Lizzy, que como un fugaz regalo Bad Religion ofreció para despedirse. Lo mejor que el hasta pronto llegó este mismo día.