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Introspective: como Pet Shop Boys abrió una escuela alternativa para el Synth Pop

Por Nicolás Merino

¿Cuál es exactamente la gran gracia del tercer disco de Pet Shop Boys? Hablar con absolutismos de las virtudes de una certera obra maestra solo puede ser insuficiente, quizás hasta irrespetuoso. Es extenso el bazar de razones, desde las que vienen de una aproximación casual como que «todas las canciones son buenas» (no deja de ser verdad) hasta el análisis de la historia del Synth Pop que nos permite ubicar correctamente en el mapa a Introspective (1988) no solo como un disco que ayuda al género a subir un escalón, sino uno que abre un espectro totalmente nuevo.

Antes de Introspective, la banda ya había lanzado dos grandiosos discos: Please (1986) y Actually (1987). Estas dos obras, que también son clásicos irrefutables del Synth Pop, trabajan sobre el destilado más puro del ingenio para construir himnos de pop. Es todo un arte donde ciertos proyectos a lo largo de la historia de la música, precisamente como Pet Shop Boys, han demostrado un cuidado interés por perseguir la fórmula perfecta. Es una filosofía para idear canciones que al final terminan constituyendo discos que llevan una espiritualidad y un ritmo propio de compilados a lo «Grandes éxitos».

Aún atendiendo que este espíritu del pop responde a un modus operandi cuya explotación solo puede resultar de forma elegante cuando se tiene una absurda prudencia o un tremendo sentido del buen gusto, y atendiendo que estas virtudes son dignos de celebración en cualquier paradigma de la música popular contemporánea (incluso cuando el género en cuestión no lo busque)… no anula el valor que tiene alejarse de esa filosofía para empezar a ingeniar un panorama artístico nuevo. Es eso lo que hizo PSB con su tercer disco. Dentro de los parámetros del Synth Pop, fueron capaces de abrir una escuela adoradora del «soundplay» como desafío estilístico y técnico. En el fondo, presentar estos discos que «¡impostaban!» la electrónica para hacer pop, solo que recogiendo con los brazos abiertos (y en una activa búsqueda de referentes y formas de incorporar) el maximalismo presente en la construcción de una estética a mantener de forma continua.

Haciendo una pequeña pausa para remontarnos a los comienzos del género, hay que decir que cuando Kratwerk partió esbozando estas fórmulas, no lo hizo desde la electrónica como lo cree toda la gente que nunca ha escuchado a los alemanes. Siempre fueron una banda de pop que usaba la instrumentación electrónica, corta, no hay mucho más que agregar a la fórmula. Si, se puede conversar sobre el valor y la cantidad no menor de obras maestrar tan influyentes que publicaron, pero eso no anula lo esquelético de su presentación al mundo. Y un poco aquí se quedó la historia del Synth Pop (en ese entonces incluso llamado «Techno Pop» como una referencia enfática al posicionamiento de los avances tecnológicos como aquel recurso central que permitía la existencia de este tipo de música) hasta que empezaron a aparecer discos cultures de una nueva filosofía, precisamente, la del Introspective.

Nadie vino a desinformar. Hay que partir reconociendo que si, para 1988 ya existía esta forma de pensar los discos de Synth Pop. De hecho, habría que retroceder siete años para encontrarnos con una manifestación mucho más temprana en Architecture & Morality (1981), de Orchestral Manoeuvres in the Dark (OMD). Pero también podemos ser más incisivos en nuestra forma de ordenar los hechos. Ese disco de OMD tiene más de un fallo, hay canciones que distan muchísimo del nivel de las más fuertes, así como también el trabajo de ingeniería no está pensando en demasiados avances tecnológicos significativos. Puede ser un disco adelantado en su creatividad, pero quizás no tan aterrizado en las ideas concretas.

Entonces volvemos a Introspective. Pensar en este disco como una mera colección de clásicos es, de hecho, una posibilidad que no desperdicia el potencial de la obra. ‘Left to my own devices’ es un hit hecho y derecho. En ‘I Want A Dog’ sentimos el atractivo a punta de grandes ingenios en la producción. Con ‘Domino Dancing’ nos podemos regocijar en la capacidad de condensación de todos esos elementos que funcionan tan bien en el género, para que luego se fusionen en este temazo tan reconocible y posteriormente influyente. ‘Im not scared’ y ‘It’s Alright’ nos muestran una cara más melancólica y a la vez confianzuda con este espacio que se da la banda para el despliegue de los atractivos que vienen con esos sintetizadores gigantes y eclécticos (el corazón de Introspective).

Por supuesto, ‘Always On My Mind’ puede ser quizás la canción más creativa de todo el catálogo de la banda. Es un tema que tiene tanto en juego y logra salir impecablemente victoriosa, no solo se trata de un gran tema «oreja» que no deja indiferente a cualquier occidental que la escuche, sino que también es un motivo de fascinación constante, desde la que viene al identificar la cantidad de elementos sobre la mesa hasta tan solo mirar cuanto dura (más de nueve minutos) y lo lejos que está de llegar a perder el interés del auditor en esa cantidad de tiempo. De nuevo, el corazón de Introspective.

Ahora, sobre lo que realmente importa, que es ese desafío de llevar una narrativa a punta de trabajos con sintetizadores en altos niveles de confección, no hay que dejar de reconocer que esa gracia del trabajo de PSB es también una manifestación lógica de la atención al panorama sonoro y cultural que los rodeaba. Una palabra que puede servir para cualificar a Introspective es «actualizado», pues todos esos sonidos ajenos a la dinámica sintética de los primeros dos álbumes, son en realidad elementos muy propios de la electrónica de los ochenta. Estamos hablando de un disco que claramente se hizo en plena conciencia de todos los avances de géneros como el Happy Energy o el House, sin contar la necesaria atención a todos esos avances tecnológicos manifestados tanto en técnica como estilo. No olvidemos que muchas veces hablar de la historia de la electrónica implica también hacer un repaso histórico sobre la tecnología empleada en esta. Es verdad que a veces son conversaciones extra-musicales, pero no por eso inútiles para la aproximación en historiografía de todas estas obras (y este ni siquiera es un proyecto de electrónica como tal).

Hoy es incluso complicado dimensionar el nivel de satisfacción y fascinación que deben haber aportado estas canciones al mundo del mainstream. No solo por sus facultades inmediatas tan atractivas, sino también por el delicado y ambicioso trabajo de ingeniería aplicado a la construcción de la personalidad sonora del proyecto. Hoy, con la homogenización del sonido en streaming, este disco quizás no evoca una personalidad sonora demasiado distintiva a tantos otros proyectos trabajados con sintetizadores (de nuevo, hablando solamente de diseño sonoro, para nada de decisiones creativas estéticas), pero no hay ninguna duda de que en plenos ochenta, esas ganas de llenar la sala a punta de un elegante maximalismo no era algo repetitivo. Todo lo contrario de hecho. Este es un disco que incluso en su robotización propia de buena parte del género, aún sigue sonando gigante y no se guarda ninguna intimidad.

Eventualmente saldrían otras escuelas del Synth Pop. Por ejemplo, uno mucho más privado y delicado (pensemos en Fever Ray o Javiera Mena) o uno que es derechamente construcción de soundplays en un contexto inmediato y atractivo (a lo Crystal Castles). También, el género evolucionaría lo suficiente para que cualquier proyecto de este siglo que rechace la nostalgia suene lo suficientemente distintivo a Depeche Mode o New Order. Lo que no se puede negar (porque la evidencia está ahí mismo) es que PSB abrió una forma de pensar los álbumes en el género. Introspective cristaliza y sienta reglas sobre esas grandes aventuras a través de la densidad de los sintetizadores. Incluso algunos de los discos de Synth Pop más importantes de los últimos años se han demostrado más atentos a esta filosofía del Synth Pop que aquella que vela por la individualidad pura de las canciones. Esto mirando álbumes como Mercurial World (2021) de Magdalena Bay u Ooh Rap I Ya (2023) de George Clanton.

Obra maestra. No hay duda. Y seguramente un buen par de canciones de este discazo estarán sonando este miércoles 29 en la presentación de Pet Shop Boys en el Movistar Arena. Esto en el marco de un evento cuyas entradas están completamente agotadas.

 

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