Es muy difícil visitar la obra de Pink Floyd y salir con nuevos comentarios. Es una banda sobre la que ya se ha dicho prácticamente todo. Sin embargo, nunca es mal momento para volver a detenerse en uno de sus mejores discos, quizás injustamente opacado por los clásicos absolutos que le sucedieron, o quizás también por el mítico álbum debut que quedó como el disco estrella de la etapa previa al Dark Side.
Se habla mucho de Meddle como un gran disco por cumplir con ser la aproximación más certera de la banda al sonido más puro del rock progresivo. Efectivamente hay algo de eso, pero detrás también hay un disco de un fondo muy profundo que explorar. Y quizás, como ninguna otra cosa que haya hecho Pink Floyd, llama a la nostalgia por esa época en la que se descubre la banda con la capacidad de asombro intacta y se despierta una fascinación imposible de verse interrumpida.
‘One Of Those Days’ no deja indiferente a nadie que la escuche por primera vez. No solo es una forma ridículamente envidiable de comenzar un disco (entre las mejores de la historia, sinceramente), sino que también es una declaración de principios de muchos aspectos muy propios e identitarios de la banda. Hay todo un paseo sonoro que deja pegado en el techo a cualquiera. El bajo punzante de Waters nos viene anticipando algo muy grande hasta que explota en esa incertidumbre de las repeticiones que cambian de canal constantemente. Quedamos con la tensión al máximo cuando luego toda la banda explota con una energía que, incluso en el marco del disco, no necesariamente se vuelve a repetir, salvo quizás en algún alcance de ‘Echoes’.
En el disco sigue un paseo de muchas cosas; rock psicodélico, folk psicodélico, rock progresivo, art rock, entre otras cosas. Esto siempre velando por la individualidad de cada canción, respetándose profundamente la inmediatez estructural que deben mantener todas. En ‘A Pillow Of Winds’ podemos encontrarnos con la dulzura de un pacífico tema muy bien estructurado en su simpleza, para luego sacar toda el alma con esa brutalidad que es ‘Fearless’. En la recién mencionada, Gilmour anda a tope con todas sus aproximaciones a su forma de tocar guitarra y es sencillamente un deleite absoluto de escuchar. Quizás no se nota pero es una de las canciones más pasionales del catálogo de la banda.
‘San Tropez’ y ‘Seamus’ nos llevan por el folk blues más pacífico. Canciones muy inmediatas y hermosas. Incluso ‘Seamus’, que hay que saber entenderla como el cierre estético y formal de la primera cara del disco. Como tanto otro álbum de rock progresivo en esa época, este disco cuenta con esa típica estructuración en la que una cara del disco está cooptada por una canción gigante. Como todo el mundo sabe que es el caso para Meddle, la canción que toma ese lugar no es otra que la gran ‘Echoes’. Para muchos, directamente la mejor canción de Pink Floyd.
‘Echoes’ es un viaje de más de veinte minutos. En buena medida, rechaza bastante los sonidos expuestos en la primera mitad. Ahora nos vamos por el sumergimiento en una oscuridad que no se había presentado del todo. Hay mucho exceso en la presentación de este sonido. Todo es inquietante. Muchas veces se habla de esta canción como un viaje psicodélico, y ciertamente lo es, pero esto realmente pensando en la psicodelia que está más cercana al rock. Sigue siendo una canción bastante intensa, incluso en todos los momentos en los que “se abre” hacia la psicodelia más explícita.
Las palabras se hacen insuficientes cuando se trata de intentar encerrar en ellas algo tan grande como esta obra mayor. Es uno de los grandes discos de rock de los setentas, y eso no es menor de decir. En síntesis, una obra que llama a sumergirse como pocas otras lo han logrado en la historia del rock. Incluso en la misma discografía de la banda.
Roger Waters regresará a Chile con su This Is Not A Drill Tour el próximo sábado 25 y domingo 26 de noviembre en el Estadio Monumental. La primera fecha está agotada y la segunda quedan pocas entradas por ticketmaster.cl
Produce DG Medios.