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Wish You Were Here: Una hermosa expresión de seguridad

El séptimo disco de Pink Floyd es, además, su tercera obra maestra. Y no solo es eso, además es una prueba de seguridad como pocas otras se encuentran en la historia de la música popular. Pues hay que reconocer que si hay algo que define a Wish You Were Here fuera de su absurda creatividad desplegada es, irónicamente, su seguridad.

Los grandes discos de Pink Floyd para ese entonces eran el absurdamente sólido disco de rock psicodélico The Piper At The Gates of Dawn (1967), la excelsa mezcla de art rock con rock progresivo que fue Meddle (1971) y, por supuesto, el clásico perfecto de art rock que es The Dark Side Of The Moon (1973). Pensando en aquello que le antecede inmediatamente a Wish You Were Here, el camino que Pink Floyd había recorrido contaba con dos inmersiones de gran nivel a dos géneros parecidos pero distintos: Meddle es una obra maestra del rock progresivo como TDSOTM lo es del art rock. Indiferentemente de que ambos discos tienen inspiraciones claras del género al que no corresponden, respectivamente. Lo que se hizo en WYWH fue tomar la experiencia en ambos géneros y reproducir un mutante nuevo.

WYWH mezcla el maximalismo ambiental del art rock con la precisión performativa del rock progresivo. Hoy cuesta dimensionar lo creativo que esto era para la época, pero lo que es incluso más interesante es la forma tan segura en la que aterrizaron esta exploración sonora. WYWH no es solo un experimento, también es una serie de canciones muy seguras de sí mismas, que en su limitada cantidad le dan al disco una personalidad única e inconfundible. Hasta ese primer track, que bien podríamos considerar una mera manifestación de la búsqueda estilística de la banda, goza de una propuesta tan consciente e inmediata que no se puede eludir su personalidad y certera condición de clásico.

El espejismo entre los dos tracks que componen ‘Shine On You Crazy Diamond’ nos deja solitas tres canciones que gozan de una envidiable capacidad de reconocimiento individual. Sin ir mucho más lejos, la canción homónima del disco es derechamente uno de los temas más reconocidos de la historia del rock. Hablamos de una balada perfecta. Pero sin adelantarse, también tenemos la inmersiva, tétrica e inquieta ‘Welcome To The Machine’, al pie del cañón con la acidez política de Waters. Además, como un intermedio entre el caos y la paz, un blues rock perfecto llamado ‘Have A Cigar’.

De nuevo, hablando de lo que queda al medio del primer y el último tema, pareciera que la banda decidió incluir el mejor resumen jamás hecho de  todas las facetas que se sintieran capaces de abordar. Es un disco que, dentro de todo, sigue estando a la segura, en más de un sentido, pero siempre en consideración del carácter económico y la capacidad sintética. Las canciones duran lo que tienen que durar y exploran lo que tienen que explorar. Se puede decir que discos como The Wall (1979) fueron más aventurados, pero también hay que reconocer que ciertamente fueron más fallidos.

Poco se puede agregar salvo volver a afirmar la condición de obra maestra indiscutible que es. Se trata de un disco cuya virtud trasciende el factor sorpresa, pues detrás de eso viene todo lo que se llama una colección de temazos.

Roger Waters regresa a Chile con su This Is Not A Drill Tour el próximo sábado 25 y domingo 26 de noviembre en el Estadio Monumental. La primera fecha está agotada y la segunda quedan pocas entradas por ticketmaster.cl

Produce DG Medios.

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