Escrito por Felipe León
The Cure es una de las bandas de rock más importantes de la historia, de eso no hay duda. Y si es que la hay, basta con mirar un poco más detenidamente los tantos hitos musicales que han cosechado en su carrera, los que más allá de brindarles una popularidad sostenible en el tiempo, lograron contribuir al estatus de culto con el que cuentan hoy en día.
De esta manera, el aporte de la banda liderada por Robert Smith hasta la fecha es incalculable, contando en su haber con numerosos éxitos radiales como es el caso de «Boys Don’t Cry», «Love Song» o»Just Like Heaven», así como videoclips bastante recordados como «Lullaby», «Close to me» o «Friday I’m In Love». Sin embargo, sus credenciales llegan a ser aún más notables al constatar el gran legado de álbumes que han influido en diversos panoramas musicales, como es el caso del rock gótico.
La trilogía gótica
The Cure nació a finales de la década de los 70’s siendo una de las tantas bandas que surgirían de la revolución del punk, aunque un tanto más oscuros que muchos de sus contemporáneos. Por lo mismo, sus primeros pasos que apuntaban al post-punk ya comenzaban a evidenciar rasgos góticos en trabajos como Seventeen Seconds (1980), a partir de una serie de sensaciones melancólicas y atmosféricas de lo más sombrías.
De hecho, de los cortes más destacados de dicho trabajo como «A Forest» son las que van por este lado, así que fue una evolución lógica la que el grupo manifestó en su tercer LP Faith (1981). Así, los aspectos fúnebres de su música cultivan una mayor apertura en este trabajo, en cuanto al desarrollo de ambientes y el tono sentimental que expone la banda en «Primary», «Other Voices» y la maravillosa «The Funeral Party».
Sin embargo, el trabajo definitorio de The Cure dentro de los primeros vestigios de lo que hoy se conoce como rock gótico alcanzó su punto cúlmine en Pornography (1982), dando el salto definitivo a este sonido a través de una ambiciosa propuesta. Pues, aquí lo sombrío se torna ominoso y lo melancolía en una exasperante sensación depresiva que grafica la tensión de su música, así como de la banda que viviría uno de sus primeros sismos posterior a este disco, como lo fue la salida de su histórico bajista Simon Gallup.
Más allá de que este conflicto fue superado, la huella que dejaría The Cure con esta trilogía sería determinante en el rock gótico, con temas que ya auguraban el ambicioso impacto de composiciones como «The Hanging Garden», «One Hundred Years», «Cold» o «Siamese Twin».
La etérea melancolía de Disintegration
Pero no sería hasta finales de la década de los 80 cuando finalmente The Cure llevaría la importancia de su sonido gótico al gran consumo, gracias al estreno de un disco que lo cambiaría todo: Disintegration. Porque en 1989 ya muchas obras maestras del género habían aparecido, como es el caso de In the Flat Field (1980) de Bauhaus, Juju (1981) de Siouxsie and the Banshees, …If I Die, I Die (1981) de Virgin Prunes o Floodland (1987) de The Sisters of Mercy, pero aún quedaban por definir cosas.
En ese sentido, Disintegration aprovechó el bagaje conseguido al indagar en mundos más accesibles al pop como el new wave, para así darle una cercanía mucho menos siniestra y más etérea a su propuesta, sin perder el impacto que sus ambiciones puedan proponer. Sumado al sentido lluvioso y nuboso que traduce su música, a la par de verdaderas declaraciones de amor como de tristeza.
Canciones inmortales de su catálogo aparecen en dicha producción, como es el caso de «Pictures of You», «Love Song», «Lullaby», «Fascination Street» o la que da nombre al disco.
Bloodflowers y los vestigios del rock gótico
Si bien, se suele recordar mucho a The Cure por el impacto de obras como Disintegration, esta faceta próxima al rock gótico pasaría a un segundo plano en el resto de su discografía, aunque tampoco la abandonarían del todo. Algo esperable dada la importancia que tuvo el rock alternativo de los noventa, a la que The Cure no quedaría ajeno.
Ahora bien, trabajos como Bloodflowers (2000) recuperarían parte de ese aura, conviviendo con ciertas tonalidades propias de la época como en «Out of this World» y la influencia electrónica de sus ritmos, o la más directa «Maybe Someday». Este disco equilibra de gran manera la melancolía y potencia del grupo, y a la fecha es uno de los más memorables registros del proyecto.
The Cure vuelve a Chile con su tour Shows of a Lost World el próximo 30 de noviembre en el Estadio Monumental. Entradas a la venta por Ticketmaster.cl
Produce DG Medios.