Disco de la semana
En un escenario donde la vara para los discos de rock nacionales de lo que comúnmente se denomina como ‘la escena independiente’, aún sigue existiendo una especie de élite conformada por las bandas que han sacado parte del material más creativo de la década. Aún cuando esta escena (o quizás debiéramos decir “panorama”, pues estamos lejos de hablar de un fenómeno que se limite a Santiago) existe hace cerca de ocho años, no queda duda de que estamos insertos en una generación particular y distintiva. La etapa creativa en la que se encuentran proyectos como Columpios Al Suelo, Phuyu y La Fantasma, Chini.png, Dolorio & Los Tunantes, Cuáles i Quiénes, Niños Del Cerro y, precisamente, Asia Menor, llevan una batuta que ha ampliado los niveles de creatividad a una frontera que quizás no es necesariamente inédita, pero sí cautivante.
Y esto limitándose tan solo a la punta del iceberg del rock (aunque si sea verdad que tanto Dolorio como Asia Menor pueden calificar como punk [Post-punk y Art-punk respectivamente], se entiende que igual son manifestaciones lo suficientemente clásicas como para alinearse con lo que convencionalmente consideramos como una estética primariamente “rockera”).
De nuevo, incluso fuera de esta corteza, existe un número aparentemente interminable de bandas trabajando de manera absurdamente creativa y prudente. Cada disco nacional se siente como todo un mundo nuevo digno de recorrer. Claramente estamos en un momento tremendamente próspero. Y los entonces llamados Enola Gay, incluso llegando a convertirse en un meme recurrente, llevaban cocinando una alta expectativa por su primer disco a lo largo de muchísimo tiempo. Y hablamos de un nivel de expectativa que, por cierto, estaba justificándose plenamente a partir del escaso material que rondaba por ahí.
Se decía mucho sobre Enola Gay. Muchos de estos comentarios apuntaban a la fuerza que tenían sus presentaciones en vivo. Se decía que eran los “black midi chilenos”. Y digamos que la verdad es que si, la química en vivo era una cuestión deslumbrante. Toda una sinergia entre la pasión y la delicadeza para aproximarse a las canciones que, asimismo, eran interpretadas con total concentración en la complejidad de sus matices y estructuras poco comunes.
Bueno, eventualmente Enola Gay terminó por cambiarse de nombre a Asia Menor. Posteriormente vendría el anuncio de ese anticipado debut discográfico, que por supuesto llevaría el nombre de Enola Gay (cuál legendaria banda de thrash metal, Testament, quienes también eligieron el nombre de su primer disco a partir del nombre formativo de la banda; The Legacy). Tras un par de sencillos y algún lapso de tiempo en la duda, el 31 de julio se anunciaba que el disco estaría disponible a partir del 25 de agosto. Todo Chile arriba del tren.
Lo que nos encontramos en el disco es quizás distante a la química tan particular de las presentaciones en vivo. No es que se pierda. Lejos de ello, esta se transformó en una forma de interpretar que se siente mucho más cálida y cercana a lo que están ofreciendo las canciones. Aún cuando Asia Menor califica como una de esas bandas que, valga la redundancia, siempre se sienten “como bandas” (es decir, la integridad del bloque va como un elemento central en la propuesta), es increíble como esta estética performativa con la que dieron efectivamente fue puesta al servicio de grandes canciones.
En ningún momento el disco se vuelve un ejercicio masturbatorio de autocontemplación (a pesar de que tenían toda la técnica para permitírselo). Tanto el sonido como la disciplina y la energía están al servicio de canciones que siguen una clara línea de autor. De hecho, las melodías bien se pueden usar como una muestra de toda la gama de alcances que la banda aparentemente quería cubrir. Pareciera que a todas las canciones las acompaña una introducción que señala: “esta canción evocará tal o cual forma de canción de rock inmediata, pero al estilo Asia Menor”.
Y los aciertos, básicamente, andan por el 100%.
Todas las canciones dan, además, la suficiente cancha para salirse con lo más excéntrico y lo más complejo. Hay varias salidas de guión que le dan una naturalidad exquisita al disco, así como también múltiples momentos en los que -incluso sin darnos cuenta- nos invitan a un paseo por lo más técnico.
Curiosamente, este disco también adopta una fórmula de estructurarse que ha sido recurrente en otros grandes lanzamientos nacionales de los últimos años: la primera mitad es la más directa y enérgica, para luego pasar a una dimensión más emocional y/o solemne, acompañada de música más pausada. Aunque nunca termina por desentenderse por completo de esa forma punzante y descontrolada de atacar la complejidad de la música.
Las letras son, en general, invitaciones a la evocación. Variando si la cantidad de información que se le facilita a quien escucha. De hecho, se ve que una de las búsquedas de la banda es aterrizar en teoría algunas manifestaciones de la realidad a las que solo se puede llegar a través de la complejidad de un lirismo detallado. Y de nuevo, siempre se logra. El poemario de este disco es como un Principito abstracto.
Se hace un esfuerzo por escribir una reseña lo más creativa posible. A veces, cuando una obra alcanza un nivel tan alto, la opinión no solo se hace unánime (que está bien), sino que se puede conformar en descansar en la señalización de virtudes positivas. Dejando de lado un poco el pensar en lo que se tiene delante. Aún así, Expectador sólo puede ceder y unirse al merecidísimo aplauso generalizado. Entonces, como si no quedara claro, este disco es una obra maestra.
Hace no mucho nos enfrentamos al primer disco de la banda inglesa Squid, Bright Green Fields (2021). En su momento parecía una renovación para el Art Punk. Y ojo, definitivamente lo es todavía (aún cuando Squid ahora hace Rock Experimental y con mejores resultados), pero no anula que a dos años del estreno, Asia Menor definitivamente quede inscrito como una piedra angular adicional en los caminos que puede dar esta búsqueda sonora. Y eso queda para siempre.
Escrito por Nicolás Merino
Foto por Clemente Mora
“Comenzamos como ajenos a cualquier movimiento, siendo personas con intereses demasiado específicos en una localidad en la que no era fácil tener con quien compartirlos, pero finalmente mucho de lo que elaboramos viene de ver a los pares, en vivo y a distancia, resonamos con la música, con la cultura y su transmisión. El carácter de la banda interactúa con el público y se modifica, este disco es el producto de un proceso atestiguado desde el vivo y las casas, una foto final de ello.”
Escucha Enola Gay
Por Asia Menor
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Sello Fisura
Sello Fisura
Grabado y mezclado por Víctor Muñoz Q.
Masterizado por Chalo González
Arte de portada por Sebastián Fuentes