Escrito por Felipe León
Fotos por Sebastián Carrillo
Cuando se anunció la reedición y los conciertos de conmemoración del primer disco solista de Camila Moreno, Almismotiempo (2009), una sonrisa se posó en mi. Cuantiosos recuerdos de juventud divagando en una zona de la mente a la que cada vez es más difícil de acceder, y que en mi caso, están arraigadas a las 12 canciones recapituladas en este simbólico trabajo. Las que volvieron a sonar en vivo después de tanto tiempo, juntas.
No pretendo ser autorreferente, pero no me cabe la menor duda que mi experiencia es similar a la del público que asistió al Teatro Oriente, la tarde/noche del sábado 22 de julio. Lluvioso panorama que motivó la necesidad de cobijarse una vez más en la cercanía de estas cálidas y furiosas canciones, trayendo recuerdos empapados de incertidumbres y certezas. Sin embargo, refleja algo mucho más importante a la hora de comprender su importancia artística, y tiene que ver con el carácter impredecible e inquieto de su expresión y visión como compositora, intérprete y música.
Esa constante transformación de Camila Moreno le ha permitido aterrizar en distintos planetas musicales, partiendo con un álbum como Almismotiempo que muy bien sabe de luces y sombras. Canciones condimentadas con una épica folk y una búsqueda a ciertos momentos más propia del art pop, con un apartado emocional versátil, que no es indiferente a la amargura, a navegar en terrenos un tanto conflictivos pero necesarios de atravesar. Desde una intención poética que invita a crear imágenes mentales con lo que expresa, pasando por una agitación que no teme a mostrar un costado de crudeza mayor.
Estos planteamientos fueron la tónica del concierto, más no del mismo modo que fueron presentadas originalmente hace 14 años atrás. Pues, como mencioné más arriba, si algo caracteriza a la carrera de Camila Moreno es la movilidad; interpelar nuevas formas de acercarse a sus pasos. Por ende, los distintos arreglos presentados junto a la excelente banda que la acompañó, trajeron consigo parte de la experticia alcanzada en todo este tiempo. Así, la apasionante introspección de Panal (2012), el impacto emotivo de ese antes y después en la música chilena que fue Mala Madre (2015), o la ambiciosa conciencia rebelde vertida en Rey (2021), de algún modo formaron parte de la experiencia en sí.
No de modo literal, más bien formando parte de su historia. Saltos importantes que la llevaron a este instante. En ese sentido, la retrospectiva no intentó alcanzar la nostalgia, siendo la presentación en todo momento consciente del hoy de la artista, lo que derivó en un ejercicio interesante de convergencia entre el ayer y hoy. Dando como resultado un encuentro plagado de catárticas y sensibles sesiones instrumentales, donde la percepción de viaje realizada por Camila Moreno, se nutrió de la lírica más directa que poseen estos temas.
Otro punto a destacar es el toque interactivo que le dió al show, generando dinámicas de aplausos y canto con el público. De hecho, en un momento se sentaron en la orilla del escenario sin micrófonos ni nada enchufado sonando, invitando incluso a Mora Locay. Esta aparición junto a la de Natisú, Quediostesalve, y para el final, la sorpresa con Natalia Valdebenito, sirvieron para engrandecer aún más lo memorable del concierto.
Partió con “Antes que” y terminó con “Millones”, transcurriendo entre medio piezas históricas de la memoria de muchas personas, como es el caso “Delfín del deseo”, “Siempre que hago algo”, “Trenza”, “Lo cierto”, entre muchas otras. Suscitado entusiasmo en medio de los emocionales, y a ratos oscuros paisajes que repliega esta simbólica música. Almismotiempo, es triste ver que muchas de las temáticas problematizadas continúan arraigadas a prácticas abusivas, colonialistas y machistas de cierto grupo de poder. Almismotiempo, es importante que existan estas canciones honestas y valientes.