Escrito por Felipe León
Cuenta la historia que Joe Satriani atravesaba una profunda depresión a mediados de los años 90, de la que estaba al tanto su amigo y pupilo Steve Vai. Sería este último el que animaría a su maestro en la guitarra a dar una gira por Europa que rondaba hace un rato en su mente. Precisamente, esta es la génesis de un proyecto cargado al eléctrico virtuosismo de las seis cuerdas que desde ese momento hasta la fecha, ha reunido una serie de guitarristas emblemáticos de varias épocas. Así nacía el G3.
Si bien, el proyecto liderado por Satriani contó en su alineación titular con importantes referentes como Robert Fripp (King Crimson), Yngwie Malmsteen, John Petrucci (Dream Theater), o Steve Morse (Deep Purple), sería junto a Eric Johnson y Steve Vai la versión más recordada. Una primera encarnación que sacó a relucir los talentos y las destrezas de estos verdaderos prodigios musicales, y más importante aún, los hizo convivir en un mismo espacio.
Satriani, Johnson y Vai son portadores de una habilidad que en simples términos se podría medir como igualitaria. Ni uno es mejor que el otro. De hecho, ese es el atractivo, que cada guitarrista tiene un estilo particular dentro de los mundos hard rockeros y progresivos que involucra el G3. Esta fusión se percibe con mayor detalle en un primer trabajo en vivo, para la historia. Un Live in Concert que marcaría la pauta de muchos otros G3s posteriores.
Los tres integrantes contaron por separado con un espacio para interpretar tres canciones, donde tocan sus canciones, sí, pero mucho más relevante para este caso en particular, evidencian los estilos particulares de cada guitarrista; se lucen. Y no hay problema en decirlo, es lo que cualquiera esperaría de un concierto así.
Por una parte, el inicio con el legendario Joe Satriani captura a la perfección sus aptitudes, siendo más que un fantástico dominador del instrumento. Algo así como el gran arquitecto dentro de lo que es el G3, nivelando tanto las ambiciones y los aspectos técnicos, como la emoción, demostrando lo buen narrador que es, siempre -o la mayor parte del tiempo- apegado a las lógicas de lo convencional y popular en el formato canción. “Flying in a Blue Dream” da cuenta del maestro de ceremonias que es.
Mientras tanto, Eric Johnson cultivaría un claro acercamiento a las raíces del blues, ahondando en las posibilidades que este ofrece dentro de los territorios del rock. Por lo mismo, el guitarrista se acerca al sentido más de viaje y abundantes cambios propio del rock progresivo, destacando el tono evocador que adquiere su suave toque instrumental, a lo largo de las tres piezas que sacan a relucir su melosa calidez. En “Camel’s Night Out” está el punto exacto de su propuesta.
Todo lo contrario de la alborotadora maquinaria de riffs y solos que despliega un incendiado Steve Vai, a bordo de un recorrido guitarrero que pone de manifiesto el amplio manejo que posee. Tanto en los momentos caóticos, posicionados desde una impronta más agitada y pesada -hasta metalera-, como en la expresiva profundidad de esos espacios más jameros y recreativos, culminados a partir de la pasión que vierte en cada nota que toca. “For the love of god” es quizás el mejor ejemplo de aquello.
Este legendario concierto del G3 culmina con una triada de temas interpretados por los tres guitarristas, juntos y revueltos, tributando a viejos maestros, pasando un buen momento juntos sobre el escenario. Como si eso no significase una clase magistral de épicas locuras y apasionantes testimonios, que se transforman en un significativo evento musical. Un antes y un después para muchos jóvenes virtuosos y experimentados pioneros.