Escrito por Nicolás Merino
El artista y productor chileno Alex Anwandter estrena hoy su anticipado nuevo álbum El diablo en el cuerpo, y el camino del artista es ciertamente digno de repasar. Hablar de Alex Anwandter significa no solo se hablar de un personaje que se inscribió para siempre en el canon de la música nacional cuando el 2008 se publicó Bailar y llorar de su banda formativa; Teleradio Donoso. También implica hablar de un ícono generacional del pop de los 2010s en Chile.
Estaban las expectativas por el nuevo material, pero también un entusiasmo por ver la renovación de Alex Anwandter como artista y figura. Teniendo claro que el disco supondría una puerta a una nueva era.
Este disco puede ser su trabajo más lanzado. Son dieciséis canciones que suman una hora y cinco minutos. Desapegado de cualquier minimalismo, desde las primeras canciones (que además ya se habían publicado como sencillos) escuchamos claramente la búsqueda de himnos, de una iconografía precisa y las ganas de hacer saltar su propuesta bombástica combinada con las sensibilidades más emocionales de las letras. El disco aborda, entre otros múltiples temas, el despecho, el deseo, la frustración y la liberación. Por supuesto que casi siempre como parte de un contexto más sexo-afectivo o sensual. Y nunca se pierde ese sello tan propio suyo: la combinación de ese sentimiento desenfrenado propio de su despliegue vocal -y su prosa- con una particular elegancia y festividad (cuando no solemnidad) del apartado instrumental.
Por cierto, es bastante notable la delicadeza de la producción, trabajada de manera autónoma y producido en los últimos años desde que reside en Nueva York. Sobresale lo muy al día que está a nivel de búsqueda en la producción propia de otros grandes lanzamientos de Synth Pop (pensemos en Magdalena Bay), solo que aplicada a un disco de Dance Pop.
El disco cuenta con múltiples artistas invitadas, cada una cumpliendo un rol más o menos ad-hoc a las sensibilidades que proyectan sus respectivas carreras. Por ejemplo, Buscabulla aporta un vivo color adicional en Mi vida en llamas, mientras que Javiera Mena (otra figura tremendamente icónica en un plano como el de Alex) se toma su espacio para desplegar sus versos precisos en Unx de nosotrxs. Por otro lado, Julieta Venegas participa de Tienes una idea muy antigua del amor en una actitud “muy Julieta”, incluso la letra entra en sensibilidades en las que ella ya había incursionado varios años atrás.
Quizás el punto más alto del álbum es el último tema, Tengo una confesión, aún cuando ciertamente pueda ser el corte que estilísticamente se encuentre más lejano a la propuesta general del disco. Se trata de un pasaje reposado y en la línea de las canciones más meditativas que el disco ha presentado. Una suerte de balada muy sentida (onda Prince) y que se apoya de manera espectacular con la inclusión de la artista española Christina Rosenvinge. Ella entiende muy bien este formato de canción (tiene múltiples discos que lo demuestran) y sin duda eleva un corte que ya de por si estaba muy arriba.
Pareciera que en esta oportunidad Alex eligió quedarse con un aspecto del desenfreno y el carácter bailable como algo cuya expresión más rimbombante solo puede ser encontrada en los instrumentales, mientras que la versión desesperada y angustiada de los mismos sentimientos es lo que manda en las letras. Hablamos de un disco con capas, que se siente muy honesto aún con todas sus apelaciones comerciales y que con total seguridad se afirmará como un catálogo de hits de aquí al cierre del año. De hecho, digamos que es un disco particularmente invernal. Buen timming con un sentir colectivo que quizás en otro momento del año simplemente no hubiese existido.
Sin mucho más que agregar, solo queda disfrutar de este lanzamiento y esperar el próximo disco de Alex Anwandter. No da ninguna razón para desconfiar.